Veredas. Revista del Pensamiento Sociológico

Por Carolina Peláez González / Profesora investigadora, Departamento de Relaciones Sociales. Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.

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El objetivo del texto es reflexionar sobre el proceso de investigación social durante la pandemia de Covid 19, se exponen las dificultades que la investigadora ha enfrentado en su propio estudio para brindar alternativas sobre cómo afrontar el replanteamiento de los proyectos de investigación. La intención es invitar a aprovechar las pausas y problemáticas que ha traído consigo de la pandemia para elaborar un acervo de conocimiento sobre la diversidad de formas metodológicas que enriquecen el conocimiento social.

Introducción

Una afirmación que se ha establecido como consenso dentro de las comunidades académicas es que la investigación social es un proceso. Esta sencilla aseveración, y no por ello menos compleja, llega a las aulas y, en ocasiones, se transmite a los y las estudiantes como una serie y conjunto de pasos predefinidos. Las clases de metodología se imparten bajo la apariencia de un camino lineal con obstáculos posibles de prevenir. Si se les brinda la enseñanza idónea sobre cómo hacer investigación social, se espera que las y los alumnos sean lo suficientemente perspicaz para resolver los problemas que se les presenten. John Law (2004), investigador de la Universidad de Lancaster, señala que en el afán de ordenar y categorizar continuamente la realidad social que estudiamos, poco se nos enseña a lidiar con sus diferentes texturas. Considero que la investigación es también un proceso social, lleno de continuidades y discontinuidades como resultado de los diferentes elementos que convergen en él. Mucho más rebuscado, difuso, desordenado y complejo que nuestras pretensiones de linealidad sobre la producción del conocimiento.

Si algo nos ha recordado la pandemia de Covid 19, es la complejidad que atañe al mundo social en el que vivimos, y un lío que muchas veces se nos presenta en escenarios inimaginables. Muchos de nosotros hemos tenido que suspender o replantear nuestras investigaciones en curso, especialmente aquellas donde el contacto humano es indispensable -de un día a otro la entrevista se convirtió en una práctica de alto riesgo para nuestra salud. Los pasos a seguir que circulaban en las clases de metodología se hacen poco prácticos y buscamos como lidiar con los manuales de metodología que no nos prepararon para un punto de quiebre como el que vivimos actualmente. Nos hemos dado a la tarea de tener que reaprender, repensar y relacionarnos con la producción de conocimiento de una manera distinta a la habitual o, mejor dicho, a la programada.  Las fechas para terminar en tiempo la licenciatura o el posgrado se mantienen; así como los plazos de entregas de los proyectos con financiamiento, mientras sorteamos los avatares personales derivados de la pandemia.

En los siguientes párrafos se aborda la importancia de una reflexión metodológica sobre la temporalidad como elemento indisociable de la investigación social, específicamente me centraré en los estudios de corte cualitativo; así como, algunas alternativas para plantear o redefinir los proyectos de investigación.

Una “normalidad” politemporal

En julio de 2019, el Programa para el Desarrollo Profesional Docente, de tipo Superior (PRODEP) me aprobó el proyecto de investigación: “Las relaciones de género en la conformación de las culturas marítimas dedicadas a la pesca del camarón en altamar en Sinaloa”, cuyo objetivo principal era realizar una etnografía para estudiar el papel que tienen las relaciones de género en la conformación de las culturas marítimas, a través de las narrativas e imágenes de hombres y mujeres dedicados a la pesca de altamar del camarón en el estado Sinaloa. La intención era hacer trabajo etnográfico y analizar cómo las prácticas, interacciones y convenciones de género contribuían a la reproducción de las comunidades marítimas en México. El proyecto duraría un año con opción a solicitar una prórroga de seis meses máximo, todas estas facilidades bajo la denominada “antigua normalidad”. La llegada de la pandemia por la Covid 19 detuvo la posibilidad de continuar con el trabajo de campo y avanzar en la recopilación de datos. Quienes utilizamos el método etnográfico sabemos que una parte de su potencial y aporte radica en la profundidad y estancias largas, o reiteradas, en los espacios de observación. El corto tiempo de trabajo ponía en duda la profundidad y aplicación del método propuesto, lo cual no es poca cosa que el diseño metodológico se venga abajo.

Lo anterior me sirve para reflexionar desde la experiencia personal sobre las diversas temporalidades que se intersectan y dan sentido a nuestros proyectos de investigación. En primer lugar, reconocer la propia temporalidad de la Secretaría de Educación Pública (SEP), y su programa PRODEP, quien tiene que cumplir con las metas propuestas para ejercer presupuesto y mostrar resultado de sus programas de financiamiento. Una segunda temporalidad, que se interconectaba, era la de la propia unidad de análisis: hombres y mujeres, cuyo trabajo depende de los tiempos de reproducción y crecimiento del camarón. El sector industrial de la pesca del camarón en nuestro país se estructura a partir de una marcada segregación laboral por sexo (las mujeres trabajan principalmente en el área de procesamiento del crustáceo y los hombres salen a pescar por meses en los barcos). La planeación trabajo de campo depende de los meses de reparación de los barcos en los que navegan los pescadores antes de salir a pescar, mientras las mujeres esperan la llegada de los buques para realizar un intenso labor de empaquetado y descabezado de camarón en las congeladoras del puerto. Estos tiempos del propio trabajo en la pesca son fundamentales para planear entrevistas y realizar observación participante. En tercer lugar, se intersectaba mi propia temporalidad como madre, hija y académica. Como la gran mayoría de las mujeres en este país, la conciliación entre el trabajo doméstico y de cuidado se intensificó por la pandemia. En mi caso se sumó al conjunto de responsabilidades de investigación, docencia y asesoramiento.  

Mientras escribo este texto, me llega un correo en el que me informan que por situación extraordinaria (la pandemia) se me otorga un plazo de seis meses más para rendir informes y hacer uso de los recursos del proyecto. El aviso genera un alivio emocional y produce un sentimiento de sensibilización y empatía por parte de la institución académica frente a la situación que vivimos en el país. Sin embargo, no resuelve que los pescadores se fueron detrás de los camarones y el estado de Sinaloa pinta hoy de color naranja, según el semáforo nacional para medir el riesgo de contagio, lo que continúa haciendo imposible mi entrada a campo de nueva cuenta. Para la mayoría de quienes nos dedicamos a la investigación, los tiempos institucionales continúan solicitando la entrega de avances de tesis, titulaciones, informes y/o artículos de investigación. Lo anterior refuerza la inquietud por reflexionar sobre las diversas temporalidades que se intersectan en la construcción de nuestras investigaciones, como un aspecto básico en nuestros diseños metodológicos, que pocas veces le otorgamos un espacio en nuestros textos y concentra una riqueza analítica.

Si algo trastocó la pandemia, es el flujo, intensidad y dirección de nuestra cotidianeidad. Lo que me recuerda una aseveración del sociólogo y filósofo francés Bruno Latour (2007), quien señala que nuestras acciones son politemporales, dado que toda cohorte de elementos contemporáneos ensambla elementos de todos los tiempos. Nuestras investigaciones no son la excepción; también son resultado de la cohorte de temporalidades diversas que lo componen. Por ejemplo, en el caso de mi investigación es posible identificar el tiempo institucional (la SEP y calendarios universitarios); el tiempo de la unidad de análisis, que son los hombres y mujeres trabajando en la pesca del camarón quienes, a su vez, depende del tiempo de otras entidades como es el crecimiento del camarón y el tiempo personal, que depende, entre muchas cosas, del curso de vida de la investigadora.

Es importante, entonces, reconocer que nuestras investigaciones ensamblan siempre temporalidades diversas e interdependientes. Identificar cuáles y cómo es fundamental no solo para plantear y definir nuestras investigaciones, sino también para brindar alternativas y soluciones cuando se nos presenta un giro de inflexión como el que estamos viviendo actualmente por la Covid 19. Un bicho que ha tenido la capacidad de modificar el rumbo de nuestra aparente estabilidad. Los conflictivos ritmos que envuelve la pandemia, develan la fragilidad de nuestros esfuerzos por otorgarle coherencia a la realidad social a partir de un marco temporal vacío. Si algo nos han enseñado, es que arrastramos una noción temporal anclada en duplas dicotómicas (viejo-nuevo, tradicional-moderno, progreso-decadencia, etc.), cuyos intentos de homogeneidad no se sostienen desde una visión lineal y progresiva.

Pensemos en nuestra cotidianeidad y el uso de las duplas, en nuestro intento de darle sentido al momento que vivimos, cuando las certezas ontológicas se desvanecen entre los discursos que convergen en nuestras prácticas y conversaciones cotidianas. El ejemplo más claro es la frase de la “nueva normalidad”, cuyo uso resulta contradictorio frente a la incertidumbre que devela al momento de sentarnos frente a la computadora y pensar cómo volver a plantear el tema de investigación cuando el fin de la beca de posgrado no se ha movido; la pandemia que amenaza la salud mundial ha entrado en tu cuerpo, o en el de algún familiar; el cansancio que trae consigo el confinamiento no te deja escribir las quince cuartillas que te pide el asesor de tesis.

El virus sars cov 2, en algunos casos, detuvo el trabajo de campo y nos obligó a repensar nuestras técnicas de investigación. Las instituciones se materializan en informes para los y las investigadoras, al tiempo que Zoom hace el intento por simular un salón de clases, mientras las sillas comienzan a resquebrajarse por la falta de uso en algún edificio de la universidad. Estos ejemplos, recuerdan que el tiempo progresivo, ese que llamamos moderno, no puede dar más la apariencia de un orden, un frente común (Latour, 2007). Son nuestros intercambios con los otros lo que define nuestra temporalidad, y no un marco de referencia fijo entre lo “viejo” y lo “nuevo”, organizado desde separaciones que se organizan a partir de contingencias históricas modificables y en perpetuo desplazamiento (Foucault, 2005).

Lo anterior, no debe de leerse bajo la lupa de la nostalgia por nuestros calendarios predefinidos. Por el contrario, debe ser una oportunidad para pensar en definir una temporalidad centrada en el intercambio entre los seres, nuestras relaciones con lo humano y lo no-humano que forman parte de nuestra vida, y nos permiten crear una red de entidades y discursos que brindan estabilidad, y permiten concebir algo como “normal”. Es el momento para revisar nuestras prácticas de investigación e identificar nuestra propia red de relaciones que la conforman, esto permite adquirir no solo riqueza analítica, sino también determinar su viabilidad y, por tanto, validez del estudio. A continuación tres alternativas para sacar adelante nuestras investigaciones:

Primera alternativa: atrévete a cambiar el foco de atención

Gary King, Robert O. Keohane y Sidney Verba apuntan que el conocimiento en la investigación tanto cuantitativa como cualitativa es siempre incierto. Ningún investigador es entonces “inmune a las incertidumbres de la medición o al inherente carácter probabilístico del mundo social” (2018: 42). Esto permite aceptar que nuestras investigaciones siempre están susceptibles a cambios, tanto en el método como en la modificación del objeto de estudio. El tener claridad sobre los datos que tenemos, y sus limitantes, permite generar argumentos que no sobreinterpreten la información. Esto significa que podemos generar inferencias válidas con pocos datos, siempre y cuanto tengamos en cuenta los límites de nuestro análisis y atribuciones causales. Por ejemplo, una parte importante de mi investigación era comprender las narrativas de las mujeres y hombres que trabajan en el parque industrial pesquero en Mazatlán, Sinaloa. Si bien, contaba con las entrevistas a pescadores, únicamente pude entrevistar a catorce mujeres, así como las anotaciones que hicimos en nuestros diarios de campo Paulina Garibay (ayudante de investigación) y yo. Mi conocimiento sobre el trabajo de las mujeres y su relación con lo marítimo no era tan profundo como el que tengo por los pescadores. Esto no impidió plantear un artículo de investigación sobre la experiencia laboral de las trabajadoras entrevistadas, donde las emociones y sentidos ocupan un lugar fundamental para la reproducción de las fronteras simbólicas de clase y género como parte su percepción e identidad de una comunidad marítima.

            Cambiar el foco de atención significa entonces aceptar y recordar que, independientemente de la cantidad de datos que tengas, en los estudios cualitativos no hacemos generalizaciones empíricas. Esto lejos de ser una desventaja, se convierte en una ventaja en términos de profundidad y pretensión analítica, siempre y cuando, se tenga claridad sobre la profundidad y sistematización de la información. Si la pandemia interrumpió tu trabajo de campo, y te quedas con pocos datos, puede ser un buen momento para exprimir la imaginación sociológica, recordando el gran texto de Wrigth Mills (1979), y pensar que el diseño metodológico siempre es susceptible a transformarse a lo largo del proceso de investigación, lo que permite recordar la invitación de John Law (2014) a aceptar el desorden y la complejidad como un camino necesario para la elaboración de investigaciones sistemáticas. En palabras más sencillas: ¿qué puedo plantear con lo que tengo?

Segunda alternativa: aceptar que no todo cabe en Zoom

Desde el inicio de la pandemia, los recursos digitales se convirtieron en una ventana de posibilidad. Se convirtieron en objeto de estudio, contexto, fuente de información y, sobre todo, el auge de la etnografía digital como método que constituye una forma de generación de conocimiento (Gómez Cruz, 2020). El coronavirus orilló a reflexionar y escuchar el potencial que tiene todo aquello que envuelven los mundos digitales. Las entrevistas por Zoom y WhatsApp comenzaron a ser el principal medio para la aplicación de las técnica de investigación como la entrevista. Actualmente, las reflexiones, blogs, webinarios circulan por las redes para orientarnos sobre cómo realizar observación en plataformas como Twitter, Facebook, Google. Los algoritmos comenzaron a ser centro de discusión y la etnografía digital ha dejado más claro que nunca su interdisciplinariedad (Bárcenas, 2020).

Sin embargo, las realidades sociales son sumamente diversas y algunos contextos no pueden estudiarse únicamente desde lo digital, especialmente cuando se trabaja con poblaciones que tienen poco o nulo acceso a ciertos recursos digitales que son indispensable para aplicar técnicas de investigación como la entrevista o hacer observación participante. Karina Bárcenas y Nohemí Preza (2019) ha enfatizado que la realidad se teje tanto en línea como fuera de línea (Online/Offline), este entrelazamiento permite pensar en aquellas investigaciones que se quedarán suspendidas hasta que el virus nos deje regresar a hacer la inmersión a campo. En mi estudio de caso, las llamadas por teléfono se dificultan, los hombres y mujeres que trabajan en el muelle pesquero lo hacen a ritmos y períodos donde la distracción cuesta dinero o la vida misma, el tiempo que sobra sirve para descansar del arduo trabajo. Los pescadores viven entre mar y tierra y las mujeres empacan camarón a ritmos intensos, otras tienen un puesto de comida en el muelle. La mayoría de las veces, no hay datos de internet para una llamada por Zoom o Whatsapp, eso si en el mejor de los casos se cuenta con un teléfono inteligente. Una de las alternativas fue realizar llamadas que sirvieron solamente para mantener el contacto y la relación que he establecido durante el tiempo que llevo trabajando en el parque industrial, así como preguntas por Facebook a algunos pescadores sobre la situación de su actividad laboral por la Covid19 y seguimiento en los periódicos.

            Durante el trabajo de campo se identificaron fricciones entre los pescadores y las empacadoras de camarón con una asociación civil que tiene a su cargo la coordinación, ejecución y transferencia monetaria de programas sociales para la población que labora en el parque industrial. Esta asociación utiliza los periódicos locales para difundir su discurso sobre los mejoramientos y problemáticas que, desde su perspectiva, requiere el parque industrial. La oportunidad de tener el periódico digitalizado ha permitido hacer un trabajo hemeorográfico, que no estaba contemplado, y analizar los discursos que se desarrollan en este espacio. Una salida distinta que me ha permitido acercarme desde otro camino metodológico a mis espacios de observación.

Es importante enfatizar que existen realidades sociales que demandan la presencia física del investigador, reflexionar sobre aquello que es irremplazable es también una aportación al campo de estudio, porque permite profundizar y reconocer el potencial de las estrategias metodológicas que no son posible de realizar en este momento. No todo se puede estudiar desde casa, especialmente en contextos como México de extrema precariedad, incluida la precariedad tecnológica.

Tercer alternativa: comparte tus retos metodológicos

En su libro más reciente, Howard Becker(2018) señala que los problemas a los que nos enfrentamos durante el proceso de investigación abren las puertas para el estudio de un nuevo problema. Nos han enseñado que los avatares en nuestras investigaciones no se narran en las tesis o artículos, se omiten y se presenta una coherencia argumentativa. Becker (2018) nos recuerda que la investigación es un proceso circular (datos ßà pruebasßà ideas) donde las deficiencias o los obstáculos que nos encontramos permiten modificar alguna parte de nuestros diseños, mejorar nuestras ideas (teoría) y verificar todo de nueva cuenta y/o incorporar nuevos caminos de estudio. 

Estamos frente a una oportunidad única para reflexionar sobre los obstáculos que hemos estado afrontado para salir avante con nuestras investigaciones, de escribir apéndices o capítulos metodológicos donde las dificultades dejan de ser una molestia y se conviertan en un ingrediente esencial y una aportación que nutre el acervo de conocimiento sobre cómo realizar investigaciones en las ciencias sociales. Recordar qué queríamos responder y cuáles son las representaciones alternativas que podemos brindar sobre la realidad social frente a las posibilidades que contamos actualmente: ¿cuáles y cómo se resolvieron los problemas a lo largo de la investigación? ¿cómo cambiaron los temas antes y después de la pandemia?

            Es también la oportunidad de incorporar otros elementos que suman a nuestro análisis como es la dimensión emocional y sensorial, la propia y la de los otros, como parte también del proceso de estudio. La memoria sensorial y emocional puede ser una herramienta útil como fuente y producción de conocimiento sobre lo que estudiamos; es decir, como investigadores tenemos prácticas encarnadas: sentimos y, generalmente, nos apasionan nuestros temas de investigación. Esto permite redefinir y repensar la vinculación entre nuestra propuesta, los datos y la propia experiencia: ¿qué nos funciona para algunos contextos, cuando para otros no es posible seguir el mismo proceso?

Conclusión

Retomando el dicho popular “si la vida te da limones…”, he intentado hacer algo de limonada sobre el aprendizaje metodológico que se puede obtener de las dificultades que han presentado nuestros trabajos de investigación durante la pandemia de Covid 19. El virus ha cambiado la temporalidad, y en algunas situaciones el rumbo, de nuestros proyectos profesionales y personales. Es un buen momento para detenernos a pensar en nuestras prácticas académicas y la forma en que generamos conocimiento sobre el mundo social. Pensar en atrapar a ese monstruo de mil cabeza que son los métodos de las ciencias sociales (Law,2014), es una tarea extenuante e infructífera, especialmente si seguimos sentando su existencia sobre procedimientos inmóviles. Pensar en nuestras prácticas como investigadores implica reconocer la institucionalización de actividades cotidianas y procedimientos que usamos para organizar el conocimiento, al final es lo que permite su continuidad o, en palabras de Kuhn (1971) la permanencia o cuestionamiento de los paradigmas científicos.



 



Bibliografía

Becker, H. (2018) Datos pruebas e ideas. por que los científicos sociales deberían tomárselos mas en serio y aprender de sus errores, Argentina, Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

Gómez-Cruz, E. (2020) Etnografía Digital: Del Ciberespacio a la Cultura Algorítmica, [Video online]. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=us648G3XAfE&t=1194s [3 de septiembre de 2020].

King,G., Keohane R., y Verba, S. (2000) El diseño de la investigación social. La inferencia científica en los estudios cualitativos, España, Madrid: Alianza Editorial.

Latour, B. (2007) Nunca fuimos modernos. Ensayo de antropología simétrica, Argentina, Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

Law, J. (2004) “After Method: an introduction. Interlude: notes on empiricism and autonomy”, After Method: Mess in Social Science Research, United Kingdom: Routledge, pp. 1-16.

Foucault, M. (2005) El orden del discurso, Buenos Aires, Argentina: TusQuest.

Bárcenas, K. (2020) “Cuarta sesión: etnografía digital”, ponencia presentada en el Seminario de Laboratorio de Métodos para Ciencias Sociales [Video online], México, Ciudad de México: Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=kB2UN3MCpHY&t=1237s [1 de septiembre de 2020].

Bárcenas, K. y Preza, N. (2019) Desafíos de la etnografía digital en el trabajo de campo onlife en Virtualis. Revista de cultural digital, vol. 10, núm. 18, pp. 134-151.

Wrigth, M. (1999) La imaginación sociológica. México, Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.

Kuhn, T. (1971) La estructura de las revoluciones científicas, México, Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.

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