Bravo Ana Lucía y Martínez Flores Rogelio.
Hacia el 2020, la vida social e individual en general se vio interpelada y modificada en todos los aspectos, los más importantes y los más cotidianos; el sector salud entró en efervescencia, pero sin restar importancia a alguna de las partes del contexto social, podemos decir que las formas de convivencia de los individuos dieron giros impresionantes e inéditos en los tiempos recientes; esto es, que han ido transformándose y trastocándose los habitus y los ethos de los seres humanos como individuos y como comunidades y grupos.
En mi experiencia personal como participante de la vida universitaria, dicha situación ha significado un enorme cambio, podría decirse que, como parte de la sociedad dinámica, lo obvio sería estar a la par en sus avances sociales y tecnológicos, pero el tiempo transcurrido estos últimos días me dice que no es así.
El contacto físico cuasi-desapareció, pasé de apoyar a colegas y profesores de propia voz y cara a cara, es decir, de forma presencial, a avocarme al uso de aplicaciones digitales, dando teclasos en Pcs, Tablets o Laptops; recuerdo perennemente las principales, Whatsapp y Zoom. Esta última fue algo nuevo en mi experiencia, fue aprender desde cero; por una parte, apoyar a los profesores con los nuevos protocolos digitales puestos en práctica por la organización académico-administrativa con sus pantallas, tiempos, especificidades y, por el otro, fue adentrarme en el aprendizaje del posible dominio de nuevas herramientas y dispositivos, todo ello en un ambiente de aislamiento y confinación.
Esto significó en mi salud, una situación estresante, porque como lo mencioné anteriormente, se podría pensar que estamos a la par de la dinámica digital, pero pude observar en mi propia vivencia, que vivimos en un “analfabetismo digital”, por describirlo de alguna forma. Al centrar nuestra atención en el uso del celular, se llega a la conclusión de que se sabe hacer distintas actividades de forma “digital”; antes de continuar uso el término digital por su significado más simple, se hace referencia a los dedos, a teclear. Con base en lo anterior puedo señalar que experimentar entre la pandemia y el uso de herramientas digitales, me demostró lo poco que potencializo y aprovecho el uso de dichos instrumentos.
De igual forma, observé mi falta de expertise en el aspecto metodológico para apoyar a los profesores con los que laboro a la distancia social señalada; no lograr transmitir ciertas ideas, fue bastante frustrante; pero dentro de la complicada experiencia pude establecer un argumento en general: sólo soy capaz de utilizar lo mínimo existente hoy en día sobre lo referente a herramientas digitales. Sobre lo anterior, desarrollé una pequeña reflexión acerca de lo inmerso que se puede estar en lo digital; es como estar sin estar. Somos parte del sistema pero no sabemos distinguir los aspectos a potencializar, identificar ideas realmente buenas o las que no lo son.
Son bastantes las situaciones que ha denotado la llegada de la pandemia a la vida de muchas personas. En mi caso, como ya lo había mencionado, el aspecto sobre la actualización de conocimiento, más otra característica que pude observar fue la falta de tecnología. Puedo mencionar que sí cuento con una computadora y una multifuncional, de las cuales, la primera me vi en la necesidad de enviar a realizar varías actualizaciones, ampliar su capacidad de memoria y por supuesto me di cuenta de lo necesario que es limpiarla y darles mantenimiento; la segunda la tuve que sustituir por otra, ya que la obsolescencia de sus aditamentos no me permitió arreglarla.
Lo anterior es resultado de las exigencias o necesidades para realizar las actividades correspondientes a una alumna y ayudante de investigación. En estos tiempos de pandemia puedo decir que las complicaciones técnicas y emocionales van muy de la mano.
Respecto al aspecto emocional, he pasado días buenos y otros malos, porque a pesar de que el transcurrir de la vida diaria se da en el hogar, éste no posee las mismas características que las del ambiente laboral. El pequeño y diminuto límite entre la estructura familiar y laboral se rompió, esto significó un descontrol tremendo; mi espacio para descansar se convirtió en mi espacio para laborar, los sonidos de lo cotidiano en mi hogar se transformaron en distractores en mis procesos laborales. En términos prácticos mi casa no es el aula o el cubículo que ocupo habitualmente para mis actividades de aprendizaje y de ayudantía de investigación, si bien ya había aprendido que esos espacios no sustituirán los espacios y las prácticas sociales de mi casa.
Aunque se hable por teléfono, Zoom o por Whatsapp, para mí el trabajo de forma física con mis colegas es de suma importancia, ya que como lo había mencionado, puedo observar que no trasmito las ideas de la forma que se espera. También hay profesores que en varias ocasiones me pidieron ayuda para trabajar en persona, por el hecho de no dominar de forma acertada varias de las herramientas digitales para el desarrollo y preparación en lo que respecta a la impartición de sus clases.
En otra urdidumbre de los vericuetos de esta nueva normalidad, se ha presentado otra imagen como si fuera el otro lado de la moneda, en mi caso en el trabajo a distancia me di cuenta de las limitaciones del equipo de cómputo con el que cuento, que el no profundizar sobre las especificaciones científico-técnicas de los dispositivos tales como Pcs, Tablets o Laptops, estoy utilizando algo que le falta memoria o velocidad o incluso puertos para conectar otros dispositivos. Aunado a lo anterior se puede decir que con la costumbre de no leer manuales y depender de colegas y algunos alumnos para resolver problemas de Excel, de Word o de PowerPoint, de un de repente estaba, como se dice coloquialmente, oxidado.
Ahora, de unos meses para acá, he tenido la humildad para aprender de mis alumnos como se comparte un archivo o se arman pequeños equipos de trabajo o se realizan votaciones, ellos amablemente en unas ocasiones y en otras con cierto sarcasmo de proporcionan tips o caminos de soluciones para administrar una sala zoom o trabajar en línea con videos o textos de diferentes bibliotecas digitales. También aprendí a trabajar diálogos pero sin imágenes, esto es, comentar, responder, interactuar verbalmente y no tener presente el rostro del otro, no ver sus expresiones faciales, no contemplar sus formas de mirar, sus protocolos de actuar o sus digresiones gesticulares cuando se ríen o les da pena.
En algunos segmentos de los tiempos de enseñanza-aprendizaje nos dimos cuenta los diversos actores de estas relaciones sociales que penetramos en la intimidad de lo que antes eran espacios-tiempo del índole de lo privado, apreciamos las diferencias en ocasiones abismales en las condiciones materiales de vida, por supuesto que también tenemos nuevos protocolos o recetas de la nueva cotidianeidad, ya que de repente oímos el ruido de la licuadora o un grito, o los viejos pregones del fierro viejo que vendan o de los afiladores de cuchillos y tijeras, ya aprendimos que hay que hacer cuando se va la luz o cuando la señal se desvanece, ya conozco algunas virtudes del WhatsApp y he sufrido las consecuencias de utilizar los datos (parece que así se dice) del celular.
Sin embargo, apreciamos alumnos y trabajadores de la educación superior, las posibles nuevas formas de solidaridad, he tenido que aprender que hay que actuar de formas diferentes cuando alguien del grupo se contagia del actual flagelo o cuando la nefasta enfermedad se aferra a alguno de los familiares, amigos o vecinos, también la sensibilidad se reconstruye cuando alguien del grupo o de la tribu o de la comunidad comienza la sesión cuando está en el transporte la mayoría de las veces y excepcionalmente particular, en algunos trimestres se puede construir algo que por lo menos yo había echado en el arcón de los trebejos, ese algo se llama y se vive bajo la denominación de confianza y en ocasiones de arraigo, hasta parecemos sociólogos (verdad).
En fin, entre las vacunas con su primera y segunda dosis, nuestros enfermos o convalecientes, los que nos vimos forzados a trabajar con remuneración en tanto la o las cabezas de familia se han debilitado o esfumado, los que hemos aprendido a ser fuereños en nuestros hogares ya que nos exiliamos para no contagiar a los otros en la vivienda, los que podría decirse hemos vencido nuestro miedos y estamos aprendiendo en “la virtualidad” con nuestros grados de expertise, con nuestras falencias y nuestras potencialidades en esta nueva normalidad.