Veredas. Revista del Pensamiento Sociológico

José Luis González Callejas / Doctor en Ciencias Sociales (Relaciones de Poder y Cultura Política) por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Profesor-investigador, Departamento de Relaciones Sociales, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.

El libro más reciente del polémico politólogo norteamericano Francis Fukuyama, Liberalism and its Discontents, es una defensa de los principios filosóficos del liberalismo clásico –doctrina que por antonomasia busca gobernar la diversidad– frente a los actuales ataques que, tanto el populismo de derecha, como la izquierda progresista, han llevado a cabo en años recientes.


Surgido en la segunda mitad del siglo XVII en el contexto de las guerras religiosas en Europa, el liberalismo clásico sostiene la protección institucional de los derechos individuales mediante la limitación jurídica de las acciones de gobierno, así como el respeto a la autonomía de los individuos en la búsqueda de sus fines.


Para el académico norteamericano, las instituciones de las democracias liberales consolidadas –como por ejemplo las cortes y el sistema de justicia, la burocracia estatal, los medios independientes de comunicación de masas y otros cuerpos que limitan al poder ejecutivo bajo un sistema de pesos y contrapesos– se encuentran bajo un ataque persistente y cada vez más intenso por parte de gobernantes populistas democráticamente electos, provenientes de la extrema derecha o de una izquierda progresiva renovada.


En opinión del autor, lo que inició como una crítica fundada y correcta sobre las limitaciones institucionales para garantizar la inclusión y el tratamiento equitativo de todos los ciudadanos de las sociedades liberales, devino crítica de los fundamentos del propio liberalismo, como: la defensa de los derechos individuales en lugar de la defensa de los derechos de los grupos; la premisa de la igualdad humana universal sobre la que las constituciones y derechos liberales se han erigido, y el valor de la libertad de expresión y el racionalismo científico como métodos de aprehender la verdad.


Los capítulos quinto y sexto resultan particularmente interesantes, pues nuestro autor realiza en ellos una crítica de las políticas de la identidad que surgieron en Estados Unidos en la década de 1960, como un esfuerzo por cumplir la promesa del liberalismo –igualdad universal y protección de la dignidad humana bajo el derecho–. Fukuyama considera que los argumentos de ciertas teorías críticas que abrevaron en el estructuralismo, el posestructuralismo y el posmodernismo –particularmente las relacionadas con la fisonomía, la etnicidad, el género y la identidad sexual– han llegado al extremo de negar la propia posibilidad del discurso racional. Esto es así porque ciertas expresiones de las políticas de la identidad consideran que las experiencias vividas de los diferentes grupos son fundamentalmente inconmensurables. En consecuencia, niegan la posibilidad de existencia de modos de cognición universalmente válidos y eleva el valor de la experiencia de grupos por encima de lo que diversos individuos puedan tener en común.


El diagnóstico de Fukuyama es que la combinación del relativismo moral, el etnonacionalismo de la extrema derecha, el desarrollo de las tecnologías de la información y comunicación, y el relativismo epistemológico, nos ha conducido a yermos cognitivos.


Para el norteamericano, tanto populistas de derecha como progresistas de izquierda están en contra del liberalismo actual no por una debilidad intrínseca en la doctrina, sino por el modo en que ha evolucionado en las últimas generaciones. Las transformaciones globales de finales de la década de 1970 incrementaron dramáticamente la desigualdad económica y las crisis financieras devastadoras que, recurrentemente, han afectado más a personas ordinarias que a las poderosas élites mundiales. En opinión del autor, es esta desigualdad la que yace en el núcleo del progresismo contra el liberalismo y el sistema capitalista con el que se asocia.
Asimismo, Fukuyama considera que la implacable expansión de la autonomía personal se concibió como un valor que desechó cualquier otra visión de la vida, incluida la tradición, la religión y la cultura. Esto se ha traducido en la intolerancia de aquellas visiones que se desvían de la nueva ortodoxia progresista, y en el uso de diferentes formas de poder social y gubernamental para obligar a respetarla. Las voces disidentes han sido expulsadas de posiciones de influencia y sus desacuerdos han sido censurados, no tanto por los gobiernos en turno, como por poderosas organizaciones que controlan los medios de comunicación de distribución masiva.
Sin embargo –continúa el autor–, las amenazas no son simétricas. La proveniente de la derecha es más inmediata y política; mientras que la segunda es principalmente cultural y tiene un ritmo mucho más lento. No obstante –según Fukuyama–, las inconformidades no tienen que ver con la esencia de la doctrina; sino con la forma en que ciertos aspectos han sido interpretados y llevados al extremo.


La respuesta no consiste, pues, en abandonar el liberalismo, sino en moderarlo, pues en su opinión, el liberalismo cuenta con justificaciones prácticas, morales y económicas que lo hacen necesario en un mundo más complejo y diverso, por lo que, de acuerdo con el autor, resulta urgente defender la premisa liberal de la igualdad universal, pues es el marco ético e institucional dentro del cual los grupos identitarios pueden luchar por sus derechos. El liberalismo, entonces, es más necesario que nunca por la sencilla razón de que los Estados nacionales son más diversos que nunca.


Frente al asedio a la razón liberal, Fukuyama retorna la sabiduría griega sintetizada en el μηδεν αγαν (nada en demasía) y a la virtud cardinal de la σοφροσυνη (sensatez).

Fukuyama, Francis (2022).
Liberalism and its Discontents.
Nueva York: Farrar, Straus & Giroux.

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