Mariana Lugo / Maestra en Demografía por el Colegio de México y Licenciada en Sociología por la Universidad de Guanajuato, campus León. Actualmente cursa el doctorado en Estudios Feministas, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Profesora de asignatura interina en la Escuela Nacional de Trabajo Social, UNAM.
En este artículo analizo la experiencia de investigadoras que son madres en la consolidación de sus carreras académicas, particularmente en la búsqueda de plazas de investigación en México. Hago énfasis en la incertidumbre y la precariedad de este proceso, considerando sus recursos materiales, sociales y simbólicos disponibles. Argumento que la trayectoria académica-laboral se encuentra en constante interacción con la reproductiva, de forma que el momento de maternidad en que ellas se encuentren tendrá implicaciones en su experiencia académica y viceversa. Recurro a un análisis biográfico mediante la aplicación de entrevistas a profundidad a profesoras investigadoras en la Ciudad de México, quienes se convirtieron en madres después de los 30 años en relaciones heterosexuales. Como resultado, este estudio resalta las dificultades para obtener un empleo académico en México, las implicaciones de la maternidad en dicho proceso y las estrategias utilizadas por las académicas para enfrentar la precariedad laboral.1
1 Este trabajo forma parte de mi proyecto de investigación doctoral en Estudios Feministas.
Introducción
En México, el grado promedio de escolaridad en 2020 fue de 9.7 años, lo que equivaldría a poco más de la secundaria concluida (INEGI, 2020). Este dato promedio refleja que sólo un grupo selecto de la población mexicana llega a niveles educativos de posgrado. Según datos del Censo de Población y Vivienda, sólo 2.5% de la población de 20 años y más tiene al menos un grado aprobado en especialidad, maestría o doctorado; esto equivale a 2,055,605 personas: el 51.1% corresponde a hombres y 48.9% a mujeres.2
A pesar de este bajo porcentaje de población mexicana con estudios de posgrado, se identifica que la matrícula de estudiantes de doctorado ha incrementado a lo largo del tiempo en nuestro país.3 Sobresale, de manera específica, el incremento de estudiantes tituladas/os: mientras que en el ciclo escolar 2010-2011 se registraron sólo 3,033 personas tituladas de doctorado, el número incrementó 2.8 veces para el ciclo escolar 2020-2021 (8,439 estudiantes).4
Concluir el doctorado constituye una transición importante en la vida de los/as académicos/as. En México, es frecuente solicitar este grado para ingresar a distintas plazas o nombramientos relacionados con la investigación científica en el país, tales como al Sistema Nacional de Investigadores (SNI), a Cátedras Conacyt o plazas de profesor/a-investigador/a en Instituciones de Educación Superior (IES) o Centros Públicos de Investigación (CPI). Si bien no es la única forma de realizar trabajo académico,5 constituye un espacio importante del quehacer científico en el país que involucra, entre otras cosas, docencia, investigación, formación de recursos humanos y vinculación.
2 Estimaciones propias a partir de datos de los tabulados predefinidos del cuestionario básico. Dado que los datos se obtuvieron de los tabulados del cuestionario básico, no fue posible obtener el dato solo para el nivel de doctorado. Datos consultados el 29 de junio de 2022, disponible en: https://www.inegi.org.mx/programas/ccpv/2020/#Tabulados
3 Mientras que en el ciclo escolar 2010-2011 había un total de 23,122 estudiantes de doctorado, la matrícula se incrementó 2.2 veces en 10 años; de forma que en el ciclo escolar 2020-2021 había un total de 51,868 estudiantes de este nivel educativo.
4 Elaboración propia con datos de ANUIES, ciclos escolares 2010-2011 al 2020-2021. Datos consultados el 29 de junio de 2022, disponible en: http://www.anuies.mx/informacion-y-servicios/informacion-estadistica-de-educacion-superior/anuario-estadistico-de-educacion-superior
5 Por mencionar algunos, también se encuentran las consultorías u organizaciones de la sociedad civil.
Sin embargo, se ha identificado que el camino para tener estabilidad laboral como profesor/a-investigador/a puede ser largo, precario y altamente competitivo (Pérez y Ainhoa Montoya, 2018; Téllez, 2018). El retrato de la incertidumbre en el espacio académico se acentúa en mayor medida si consideramos los distintos puestos que componen la estructura académica, muchos de estos con contratos temporales. En distintos países se ha identificado que para llegar a una plaza permanente, previamente se pasa por puestos temporales con contratos precarios. En Chile, por ejemplo, Francisca Ortiz Ruiz (2017) muestra el siguiente camino en la trayectoria académica: doctorado, académico/a asistente, académico/a titular; es hasta este último momento donde se reconoce una estabilidad laboral y económica.
En México, Ana Buquet, Jennifer A. Cooper, Araceli Mingo y Hortensia Moreno (2013) señalan que en la UNAM existen diversos nombramientos que se traducen en diferencias salariales y de contratos en la universidad, donde se presenta una segregación vertical en las mujeres.6 Respecto a la trayectoria académica, las autoras señalan que en el nombramiento de Investigador es donde se puede apreciar que las mujeres tardan más tiempo que los hombres en ascender de nivel: alrededor del 50% de las mujeres investigadoras puede tardar hasta nueve años en obtener su primera promoción, mientras que alrededor del 70% de los hombres investigadores demoran máximo seis años.
6 Los nombramientos que existen en la UNAM son ayudantes, técnico académico, profesor de asignatura, profesor de carrera e investigador. Estos nombramientos tienen distintos niveles en su interior
A lo largo de este trabajo muestro el camino que recorren investigadoras que son madres en la consolidación de su carrera académica; para esto analizo las condiciones de incertidumbre y precariedad en el periodo de postulaciones a plazas académicas, así como las diversas formas de afrontarlo a partir de los recursos materiales, sociales y simbólicos con los que cuentan en este proceso. Argumento que la trayectoria académica-laboral se encuentra en constante interacción con la reproductiva, de forma que el momento de maternidad en que se encuentren tendrá implicaciones en su experiencia académica y viceversa. Parto de un enfoque recursivo para pensar las condiciones de incertidumbre y precariedad en el ámbito académico, así como en las negociaciones y estrategias que las mujeres activan a partir de sus recursos.
En la primera parte presento una breve discusión sobre la interrelación academia y maternidad en clave neoliberal. Para eso describo cómo opera la dicotomía producción-reproducción en nuestras sociedades y cómo la academia ha entrado en un proceso de corporativización donde la maternidad se plantea como incompatible. Posteriormente, señalo la estrategia metodológica y, finalmente, presento el análisis de datos obtenidos a partir de entrevistas a profundidad realizadas a profesoras-investigadoras de la Ciudad de México (CDMX) durante el 2022 y 2023.
Interrelación academia y maternidad en clave neoliberal
El panorama general: dicotomía producción-reproducción
Nancy Fraser (2020) identifica sociohistóricamente tres formas concretas de la sociedad capitalista: el capitalismo liberal del siglo XIX, el capitalismo posguerra gestionado por el Estado y el capitalismo neoliberal financiarizado en el que nos encontramos actualmente. Fraser argumenta que cada una de estas formas se sostiene de relaciones contradictorias entre el trabajo de reproducción social y el trabajo de producción económica:
Las sociedades capitalistas [en general] separan la reproducción social de la producción económica, asociando la primera con las mujeres, y oscureciendo su importancia y su valor. Paradójicamente, sin embargo, hacen depender sus economías oficiales de los mismísimos procesos de reproducción social cuyo valor rechazan. Esta peculiar relación de separación-dependencia-rechazo es una fuente inherente de inestabilidad […]
Fraser, 2020: 76–77
En cada uno de los regímenes capitalistas, la autora identifica formas específicas de expropiación, de relaciones de género, de organización de la reproducción social y de ideales familiares. La familia con dos proveedores constituye el imaginario de género de la sociedad capitalista actual.7 Esta forma institucional, al igual que la de los regímenes anteriores, refuerzan la heteronormatividad y las jerarquías de género y de clase. Para la autora, la familia con dos proveedores se relaciona estrechamente con el elemento central e instrumental del régimen actual: la deuda. De forma que el endeudamiento y el doble salario familiar constituyen la vía para mantener el gasto en consumo ante la desinversión estatal en bienestar social, la reducción de los salarios reales y la precarización del empleo por las políticas neoliberales. Para Luci Cavallero y Verónica Gago (2020), en el neoliberalismo la deuda se ha conformado como un dispositivo de captura, precarización y explotación, que produce subjetividades y organiza la vida cotidiana y la subsistencia, y desde su lógica, se configura como una responsabilidad individual y un asunto privado.8
7 En el capitalismo liberal se identifica la forma institucional de esferas separadas, y el
salario familiar en el capitalismo gestionado por el Estado.
8 Sin embargo, al problematizar la deuda de manera interseccional, geopolítica y localizada, las autoras señalan, por ejemplo, que no es lo mismo la subjetividad endeudada que se adquiere mediante un crédito educativo para estudiar en una universidad privada, que aquella que se adquiere mediante un subsidio social que el Estado entrega a los llamados sectores vulnerables.
De esta forma, la deuda tiene dinámicas diversas de desposesión, pero que en términos generales permite gobernar la crisis. Ante el miedo a la incertidumbre en el futuro, se potencia la explotación y la precarización: “la deuda deviene mecanismo de coacción para aceptar cualquier condición de empleo” (Cavallero y Gago, 2020: 24). Esta situación, junto con la sobrevaloración de nuestras sociedades al empleo remunerado, conduce a una crisis en los cuidados ya que nuevamente se deposita en las familias, y particularmente en las mujeres, la resolución de las necesidades reproductivas.
Así, dos de las estrategias principales de los sectores medios de la sociedad para sostener sus niveles de consumo y hacer frente a las condiciones neoliberales actuales son la incorporación de las mujeres en el mercado de trabajo y la externalización de los cuidados, mercantilizados y privatizados, donde se recurre generalmente a otras mujeres racializadas y migrantes para que realicen trabajo de reproducción social (Sassen, 2003). Sin embargo, estas características no pueden entenderse sólo como un efecto de las políticas neoliberales; resulta necesario también verlas a la luz de una racionalidad.
En esa línea, Verónica Gago (2015) entiende el neoliberalismo como una forma de gubernamentalidad. Así, me interesa pensarlo no sólo como una fase del capitalismo, sino también como modo de subjetivación: “desde abajo el neoliberalismo es la proliferación de modos de vida que reorganizan las nociones de libertad, cálculo y obediencia, proyectando una nueva racionalidad y afectividad colectiva” (Gago, 2015: 23). De esta manera, la libertad se redefine en términos de autosuficiencia económica, el cálculo se presenta desde la incertidumbre y la obediencia se transforma en individualización (Gago, 2015; Lorey, 2016). En el régimen capitalista actual “la emancipación se une a la mercantilización” (Fraser, 2020: 87); lo que significa que las nociones de responsabilidad y libertad estarán en función del mercado, es decir, en términos de autosuficiencia económica (Butler, 2017; Fraser, 2020).
Esta racionalidad, por lo tanto, separa de manera contundente producción de reproducción: mientras que la primera se considera el camino a la emancipación, la segunda será pensada como un obstáculo del que hay que prescindir (Fraser, 2020). No resulta extraño, en esta lógica, que las mujeres de ciertos sectores socioeconómicos medios y altos posterguen la maternidad, y que las condiciones socioeconómicas para ejercerla se vuelvan un elemento central.
La precariedad en la academia: lógicas, estructura y desigualdad
Saskia Sassen (1991) señala que las sociedades posindustriales ponen su foco de atención, ya no en la organización del trabajo industrial, sino en la organización del conocimiento científico, de forma que los servicios especializados constituyen una de las características de las economías globales. El conocimiento se ha convertido en un elemento importante para los procesos de producción de las sociedades contemporáneas (Lloyd, 2018). En ese sentido, ante la demanda de servicios de alto nivel, se presenta una expansión de la clase profesionista y una reurbanización de las clases medias.
Si bien México también ha buscado fortalecer el ámbito científico mediante diversas políticas públicas, respecto a otros países del norte global e incluso de América Latina,9 el país se encuentra con claras deficiencias en su política científica que se traducen en una estructura jerarquizada y polarizada de la academia, con sesgos de género, de nacionalidades, regionales y disciplinarios (Lloyd, 2018): en términos generales la estructura académica mexicana otorga mayor prestigio a los hombres, a los títulos obtenidos en el extranjero, a las producciones científicas centralizadas (CDMX y otras áreas metropolitanas) y a las áreas del conocimiento de las llamadas ciencias duras. Así, esta clase profesionista está lejos de ser homogénea; por el contrario, se encuentra cada vez más segmentada. La precariedad, sin duda, tiene un lugar central en dicha segmentación y polarización, ya que constituye una condición generalizada y en proceso de normalización en el neoliberalismo.
9 Por poner un ejemplo, mientras que en 2019 México contaba con 1.02 investigadores por cada 1000 personas económicamente activas, ese indicador fue de 4.79 en Argentina y 10.48 en España (RECYT, 2019).
Isabell Lorey (2016) desarrolla tres dimensiones de lo precario para explicar los instrumentos de gobierno y los modos de subjetivación de las sociedades neoliberales: la condición precaria, la precariedad y la precarización como gubernamentalidad. La primera de ellas hace referencia a una condición socio-ontológica de los seres vivos; implica la vulnerabilidad de los cuerpos y es una condición relacional y compartida [“co-ser”]. Por su parte, la precariedad es un mecanismo que organiza de manera desigual y jerarquizada la condición precaria antes descrita; es decir, comprende un orden social de posicionamientos diferenciales en la inseguridad. La precarización como gubernamentalidad constituye una forma de gobierno y de autogobierno que opera a través de la incertidumbre, la inseguridad y la amenaza: “la precarización como gubernamentalidad no sólo significa incertidumbre en el trabajo remunerado, sino precisamente incertidumbre en el modo de vida y, por ende, en los cuerpos y en los modos de subjetivación” (Lorey, 2016: 28).
Marta Pérez y Ainhoa Montoya (2018) recuperan las tres dimensiones de lo precario de Isabell Lorey para caracterizar la academia en el contexto neoliberal actual: por una parte, difícilmente se reconoce la condición precaria de los cuerpos que requieren procesos de cuidado e interdependencia; asimismo, la precariedad opera mediante una estructura ampliamente jerarquizada y desigual respecto a los tipos de contratos y la valoración del trabajo; y, por su parte, la precarización como gubernamentalidad se (re)produce mediante procesos de subjetivación basados en el rendimiento, la acumulación y la competencia.
La academia se ha caracterizado como neoliberal en la medida en que ha entrado en un proceso de corporativización: control, evaluación cuantificable, rentabilidad, impacto y rendimiento (Jiménez Villar, 2022); es decir, características que son propias del sector empresarial que compiten en el mercado de trabajo. En ese sentido, se privilegian ciertas áreas del conocimiento sobre otras y el rendimiento se mide a través de productos publicados con criterios estandarizados de validez; de forma que otras prácticas como la docencia u otros procesos no institucionales de generación de conocimiento se convierten en una carga (Pérez y Montoya, 2018; Berg y Seeber, 2022). Dicho con otras palabras, se ha perdido el foco central del quehacer académico: la construcción colectiva de conocimiento con posicionamiento político.
Esta corporativización no sólo ha incrementado las actividades administrativas entre el personal académico, sino que también se genera una sensación de que el trabajo nunca se acaba; la corporativización ha producido un sujeto académico “agobiado, supervisado, frenético, estresado y desmoralizado” (Berg y Seeber, 2022: 24), con importantes efectos en la salud física y mental. Así, la velocidad se ha convertido en el elemento que organiza todo el sistema y el tiempo se mide en términos de ganancias (Abenshushan, 2013).
La racionalidad neoliberal ha individualizado el trabajo académico y produce una serie de sentimientos ambivalentes que se presentan a lo largo de la carrera académica: entusiasmo por participar en un proyecto de investigación, pero dudas sobre aceptar o no trabajos académicos precarios; expectativas al migrar en búsqueda de un empleo académico, pero soledad y riesgo de que éste sea precario y temporal; alegría por conseguir contratos y financiamientos de investigación, pero incertidumbre al saber que ese proyecto llegará a su fin y sin prestaciones; satisfacción en el proceso de escritura, pero cansancio por la sobrecarga de trabajo y culpa por no terminarlo a tiempo; placer en la lectura y discusión colectiva, pero cuestionamientos por la posible debilidad política de nuestras investigaciones (ante la falta de tiempo); deseo de construir una academia diferente, pero frustración por no poder realizar trabajo colaborativo fuera y dentro de la academia (ante la falta de tiempo); placer al tener logros académicos, pero incomodidad por acumular méritos que cuenten y miedo a ser evaluada y que esos méritos no sean suficientes para conservar el puesto de trabajo (Pérez y Montoya, 2018).10
10 Agregué a esta lista algunos sentimientos personales inspirados en lo escrito por las autoras.
La estructura jerárquica y normativa que sostiene la academia y conforma su precariedad es, en términos generales, gerontocrática, endogámica y meritocrática (Pérez y Montoya, 2018). Dicha estructura genera procesos de exclusión y desigualdad para aquellas personas que se desvían del perfil establecido por el sistema de producción académica, entre ellas las madres. Así, la vulnerabilidad no tiene cabida en esta figura de académica/o modelo: el reconocimiento del sujeto académico gira en torno “a la pasión, la reputación, el continuo emprendimiento de proyectos y la medición de su rendimiento” (Pérez y Montoya, 2018: 15). En ese sentido, este reconocimiento que se basa en la competitividad, castiga cualquier manifestación de debilidad (Jiménez Villar, 2022). Marta Pérez y Ainhoa Montoya (2018) señalan que una de las paradojas de la academia consiste en que es un espacio donde se teoriza sobre la precariedad, pero dichas discusiones no se llevan al propio terreno; por el contrario, difícilmente se permite mostrar la condición precaria de los sujetos, pues la vulnerabilidad se relega a lo privado y en la resolución individual.
De esta forma, las sensaciones de anhelo, insatisfacción, cansancio y agotamiento son condiciones crónicas de académicas/os, en general, y de académicas madres, en particular, pues tanto la producción como la reproducción, en su forma neoliberal, son individualizados. Esta lógica neoliberal de la vida académica reproduce sistemas de desigualdad; se corre el riesgo, como dicen Marta Pérez y Ainhoa Montoya (2018), de que la obtención de seguridad se traduzca en inseguridad para otros. Así, la posición de privilegio del sujeto académico interpela a la hora de problematizar la precariedad. Ante esto, me uno a lo planteado por Isabell Lorey (2016) cuando señala que, sin negar las diferencias, conectar las experiencias precarias incrementa las alianzas y las potencialidades de resistencia; para la autora es importante evitar la dispersión, segmentación e individualización de las y los precarios, y, en su lugar, identificar las prácticas cotidianas de resistencia, los malestares y las desobediencias; es decir, reconocer “lo que tienen en común las y los precarios en toda su diferencia” (Lorey, 2016: 114). De ahí la importancia de visibilizar las singularidades de la precariedad en la academia y su puesta en común.
Estrategia metodológica
Para el desarrollo de este artículo recurrí a una metodología cualitativa desde el enfoque biográfico. Realicé cinco entrevistas a profundidad a mujeres académicas de la CDMX durante el 2022 y 2023. Se trata de académicas que al momento de la entrevista tenían una plaza como profesoras-investigadoras en una Institución de Educación Superior (IES) o Centro Público de Investigación (CPI). Con cada una de ellas tuve por lo menos dos encuentros. El primer acercamiento se trató de una entrevista semiestructurada para construir la trayectoria conformada por la interacción de diversas esferas de su vida: residencial/migratoria, educativa, laboral, sexual, anticonceptiva, de pareja y reproductiva. En esta primera fase permitió elaborar la representación de su trayectoria y se delinearon algunos de los temas principales que sirvieron de insumo para el desarrollo de las entrevistas posteriores.
El segundo y los subsecuentes acercamientos se trataron de entrevistas en profundidad donde se ahondó en la experiencia de las mujeres a partir de cuatro grandes secciones: normas culturales de la maternidad, transición a la maternidad, condiciones maternidad-trabajo y contradicciones de la maternidad. Para facilitar el trabajo de análisis e interpretación, todas las entrevistas fueron grabadas con consentimiento informado. Asimismo, para guardar la confidencialidad y la identidad de las entrevistadas utilicé el seudónimo que ellas eligieron. A continuación, se presentan algunas de las características del proceso de las entrevistas con cada una de ellas:
11 En el caso de Graciela sólo pude realizar la primera parte de la entrevista. Debido a que con su entrevista todavía me encuentro realizando trabajo de análisis, decidí no incluirla para el desarrollo de este artículo.
Se trató de un muestreo de bola de nieve donde se consideraron distintos criterios de selección: 1) haber tenido a su primer hijo o hija después de los 30 años en una relación de pareja heterosexual; 2) ser profesora-investigadora en una Institución de Educación Superior (IES) o Centro Público de Investigación (CPI) de la Ciudad de México (CDMX), y 3) tener máximo 47 años. A continuación, se presenta alguna de las características principales de cada una de ellas al momento de la entrevista:
Se utilizó el software MaxQDA 2022 para la organización de la información en dimensiones y categorías. De manera específica, para este artículo sólo se consideró lo relacionado con las condiciones durante la carrera académica; de forma que se analizaron viñetas narrativas sobre el proceso y la experiencia de postulaciones, así como el posicionamiento ante la academia y las tensiones con su momento de maternidad.
El inicio de la carrera académica: un camino de precariedad
En las mujeres entrevistadas, el inicio de la carrera académica se presentó preponderantemente al finalizar el doctorado y se configuró a partir de un periodo importante de postulaciones a plazas académicas. A diferencia de otras profesiones, el arranque de la vida laboral se ubica en la vida adulta, ya entrados los 30 años, después de una larga trayectoria educativa de educación superior;12 constituye, por lo tanto, un periodo de incertidumbre laboral que también coincide con la vida reproductiva. En ese sentido, para las mujeres de esta investigación tomó relevancia la interacción de su trayectoria académica y reproductiva: el momento de maternidad en el que se encontraban tuvo implicaciones en su experiencia académica y viceversa.13 Marina relata este entramado:
[…] pero siento que también los 30 es una edad, en la carrera que nosotros elegimos, de mucha incertidumbre; apenas estás formando tu vida laboral, entonces no sé si sea, en mi caso porque todo funcionó bien, pero si volviera a nacer y volviera a vivir lo que ya viví, te diría ‘no sé, si no tomas el impulso de tener (un hijo/a) en ese momento, creo que después es complicado porque apenas estás despegando’. Entonces, estás saliendo del doctorado, sin plaza, sin nada, estás empezando, literal, entonces también es duro.
12 Implica por lo menos 10 años de estudios de educación superior: cuatro de licenciatura, dos de maestría y cuatro de doctorado.
13 En otro capítulo de análisis de la tesis se profundiza con detalle en esta interacción para la transición a la maternidad.
El tiempo que transcurre entre la conclusión del doctorado y la obtención de una plaza como profesora-investigadora fue distinto para las cinco mujeres entrevistadas: Mila, un año; Marina, cinco años; Kim, tres años; Emma, cinco años; Graciela, cuatro años. Ese tiempo constituyó un periodo de incertidumbre laboral y afectiva donde se desplegaron una serie de estrategias asociadas a la resolución de necesidades materiales y emocionales. Una de ellas fue concursar a becas posdoctorales que funcionaron para las entrevistadas como un colchón que les permitió seguir en el gremio académico, obtener un ingreso económico, aunque sin seguridad social14 y realizar concursos a distintas plazas de investigación. Marta Pérez y Ainhoa Montoya (2018) llaman a esto como un periodo de aguante, que puede durar años y que como señala Virtudes Téllez (2018), involucra una carga excesiva de trabajo para incrementar la competitividad, pero con poca o nula remuneración, como puede ser la publicación de artículos, docencia con contratos temporales, asistencia a congresos, participación en proyectos de investigación, entre otros, y adicional a esto tener uno o dos empleos que permitan obtener los ingresos suficientes para el sostenimiento de la vida.
14 Virtudes Téllez (2018) señala que un reflejo de las prácticas precarizadas en la academia es la forma en que las becas han sustituido los contratos.
En Kim se observa cómo el ingreso a un posdoctorado o dar clases con contratos indefinidos en una universidad no funcionan como garantía para obtener una oportunidad laboral en dicha institución. Ella llevaba aproximadamente 10 años dando clases de asignatura en una IES, pero este hecho no tuvo peso al momento de concursar una plaza que se abrió en esa universidad; por el contrario, percibió que su tema de investigación y su embarazo fueron factores que influyeron en el rechazo: “han de haber dicho ‘esta revoltosa y embarazada’, tenía como seis meses cuando vine a la entrevista, entonces no, nunca me contrataron en la [IES], ya llevaba muchos años dando clase y nada”. Asimismo, en la institución donde se encontraba realizando su posdoc no se abrió ningún concurso para plazas de profesora-investigadora: “en el [IES] me dijeron ‘no hay plazas’, creo que acababan de abrir unas cuantas que ya las habían ocupado los últimos colegas que entraron”.
Así, en estas condiciones, las actividades académicas-laborales que se realizan durante la trayectoria académica no siempre son un factor que jueguen a favor para la contratación en alguna institución. Ante la falta de ese respaldo institucional, el proceso de búsqueda de plazas constituyó para las mujeres de esta investigación un periodo de angustia, ansiedad, incertidumbre y autoexigencia. La precariedad en la academia se refleja en las actividades que se realizan con implicaciones importantes en lo emocional: estar en proyectos con tiempos límites de expiración, impartir clases de asignatura en distintas instituciones, coyunturas políticas donde el financiamiento está en riesgo, ingresar a plazas con contratos temporales y evaluaciones constantes. Esta situación se traduce en una carrera de postulaciones que permitan garantizar la continuidad del ingreso económico, acentuado además por los gastos que conlleva el cuidado y crianza de los/as hijos/as. En Marina se identifica esa tensión entre sentir estabilidad económica asociada a un ingreso fijo, pero inestabilidad mental al saber que los proyectos en los que participaba tenían vigencia, lo que la orillaba a estar en constante búsqueda de opciones. En su caso, al año de concluir el doctorado, ya con su primera hija, ingresa por un año a un posdoctorado, después por tres años a una Cátedra Conacyt y al momento de la entrevista tenía dos años con una plaza temporal de profesora-investigadora en una IES/CPI, donde estaba por concursar su definitividad:
[…] digamos que desde el posdoc ya fue súper estable hasta ahorita; obviamente, o sea, estable en cuanto a que recibes, pero hay una inestabilidad mental; o sea, haz de cuenta que tú siempre estás esperando que el posdoc se va a acabar. Entonces mi estrés era que en ese momento mi esposo todavía estaba en el doctorado: él no terminó al mismo tiempo que yo, y pues necesitábamos otro ingreso, ya teníamos a L. Entonces como estabilidad, digamos, en que siempre tuve un ingreso… pero sí, era muy inestable saber que el posdoc se terminaba; entonces por eso apenas me salió la Cátedra, yo acepté […] Sí, o sea, en el posdoc fue estable en cuanto a que sabías que dos años ibas a tener ingreso, pero cuando yo cumplí el primer año, antes, me puse a buscar una plaza porque yo dije ‘esto se pasa 1000’ y fue que salió la Cátedra. Cuando empezó la Cátedra ya me sentí mucho más estable porque ya tenía un contrato, tenía prestaciones, o sea, tenía cosas que el posdoc no tiene15 […] O sea, puedes decir que tenías inestabilidad porque no sabías si las Cátedras iban a seguir, sobre todo cuando ganó López Obrador,16 pero sabías que no te iban a sacar de un día a otro, o sea, que sí estabas como tranquilo por ese lado. Es que al final esto de la inestabilidad es muy confuso porque, aunque yo te diga que tengo la plaza del [IES/CPI], digo, yo me siento todavía inestable porque no tengo una definitiva ahí. Entonces puede ser que, por ejemplo, ahorita que fue el primer año de mi evaluación, yo estaba súper asustada porque se vino la pandemia y todo y estamos asustados de cómo nos van a evaluar ¿no?
15 Estar en la Cátedra le posibilitó a Marina una sensación de mayor estabilidad, ya que, a diferencia del posdoctorado, donde sólo se cuenta con seguro de gastos médicos mayores, la Cátedra incrementa las opciones de seguridad social: ya hay un contrato, prestaciones y aguinaldo.
16 La sensación de incertidumbre se presenta ante una coyuntura política donde al inicio del gobierno de López Obrador se baja el presupuesto al sector académico y se presenta un escenario donde se cuestionaron este tipo de plazas.
Este proceso de espera, de elaboración y ajuste de proyectos, de competencia constante, de respuestas desfavorables y la falta de un empleo estable tuvo afectaciones importantes en la salud mental de las mujeres entrevistadas. La estructura académica que se sustenta en la comparación y la evaluación produce desgaste, angustia, ansiedad y daños en la autoestima. Emma estuvo durante cinco años en un programa de posdoctorado y postulando a plazas académicas; durante ese periodo, concursó a siete plazas en distintas instituciones y en todas recibía una respuesta negativa, lo que le desató fuertes niveles de ansiedad y la llevó a buscar ayuda profesional:
Entonces no, no, no, no, no, ya no podía, pero además con esta ansiedad que me dio de ‘no, si ya no quedo en esta plaza, yo ya no me voy a quedar en ninguna y mi vida se acabó’. Pues entonces yo ya no podía, tuve que ir a terapia y ya me ayudó luego luego con la que fui, la terapeuta me ayudó y ya, eso me permitió tener ya el último respiro a que me dieran la noticia […]
Esta forma de (auto)gobernar a través de la inseguridad, incertidumbre y riesgo constante (Lorey, 2016) despliega técnicas de (auto)exigencia ante el miedo a perder las oportunidades, lo que sostiene la precariedad en la academia. Sin embargo, los criterios de búsqueda y la elección de plazas académicas de las mujeres entrevistadas estuvieron delimitados por el momento de maternidad en el que se encontraban, pero también por los recursos materiales de cada una de ellas, que se tradujeron, en mayor o menor medida, en posibilidades de negociación ante dichas condiciones y en distintas formas de modular los niveles de precariedad.
La experiencia de Marina muestra cómo se activan los recursos económicos que posibilitan la toma de decisiones ante distintas opciones, sin que eso esté exento de tensiones ante la expectativa familiar e institucional. Cuando Marina se encontraba en la espera de los resultados de un posdoctorado, recibió la noticia de que había ganado una plaza como profesora-investigadora en una universidad estatal. Al final, ella decide rechazarla y decantarse por la posibilidad del posdoctorado. Las condiciones laborales que esta institución le ofrecían no conjugaban con las condiciones en las que ella deseaba ejercer su maternidad, ya que tenía que cubrir un horario fijo sin muchas posibilidades de flexibilidad:
Yo cuando tuve mi primera hija y estaba esperando el postdoc gané una plaza en una Universidad estatal y yo la rechacé; tú no sabes lo que eso implicó para mí: mi familia me decía que estaba loca, que cómo iba a rechazar una plaza [en estado], o sea, yo creo que allá me odian […] porque ya la plaza estaba gestionadísima […] pero lo rechacé por eso, porque tenía una hija bebé recién nacida con unos problemas de reflujo brutales y [Universidad estatal] me exigía estar de 8 a 5 en la universidad sin poder moverme […]
Yo estoy segura de que si no hubiera sido mamá, me hubiera ido a [Universidad estatal], pero, o sea, no estoy diciendo que por mi hija no me fui, sino que más bien pensé bien. Vi, además, que tenía posibilidades del posdoc; vi que si no me salía, mi familia me podía seguir ayudando, o sea, tampoco lo veas así como la sacrificada. O sea, me vi que tenía ciertas comodidades para decir ‘no me voy [a la universidad estatal], porque no es la maternidad que quiero vivir ahí en este momento’.
Esta experiencia contrasta con la de Kim quien, a punto de dar a luz y con una red familiar débil, se postula a distintas plazas de investigación y concursa en todas las opciones disponibles que encuentra sin importar los temas, la ciudad o la institución, lo que refleja la premura por cubrir ciertas condiciones materiales acentuadas por su maternidad, pero también la alta competitividad del entorno17 académico:
Pues hay que moverse ¿no? y eso me quedó claro en cuanto me embaracé, que te digo que me puse a postular [por todos lados] […] o sea, cosas tan absurdas; me acuerdo que fui a otra entrevista, ¿a dónde habrá sido? […], una ciudad así, x, fea, pero dije: ‘no importa, yo necesito’.
17 Adicionalmente, cabría mencionar que Kim comienza el posdoctorado sin ninguna posibilidad de que el seguro médico de su beca cubriera su parto ni de tener prórrogas o licencia de maternidad. Ella comenta que el seguro médico de la beca de posdoctorado sólo le cubría el parto siempre y cuando su embarazo ocurra una vez iniciada la estancia posdoctoral.
En su caso se refleja ese mandato a aceptar las oportunidades que se presenten, independientemente de si responden o no a intereses personales y de investigación. En ese proceso de postulación ella gana una plaza en una IES del ámbito privado, hecho que le fue sorpresivo, pues no tenía redes laborales ahí, nunca había colaborado en esa institución y los temas de investigación no formaban parte de sus líneas, pero aún así aceptó el trabajo: “yo me fui allí [IES], me puse a trabajar en un tema que ni conocía porque fue en el [Instituto], o sea, en temas educativos pues, que yo no conocía, pero no había problema [risas], yo lo hago”. A los seis meses de entrar a esta universidad, se comunican con ella de otra IES, donde antes había dejado sus papeles, y le avisan que había ganado el concurso en una plaza de tiempo determinado: “se me olvidó entonces que en todos lados había entregado papeles y a los seis meses de estar en [IES/CPI] me llamó P., que era el director en ese momento de aquí, para decirme que había ganado el concurso; y yo: ‘¿qué?’”. Al final se decidió por esta plaza que era más afín a sus intereses académicos. A los tres años de trabajar ahí, tal como lo indica la reglamentación, esa vacante se puso nuevamente a concurso. Kim señala que mucha gente se postuló para esa convocatoria, incluida ella, y el año de resolución fue de mucha angustia donde estuvo con un contrato temporal de extensión de seis meses, hasta que finalmente gana el contrato definitivo:
Estuve todo ese año en concurso, 2019 completo, estuve en la angustia del concurso y me avisaron creo que hasta finales de año; [ese año estuve] con contrato temporal de extensión de seis meses en lo que se resolvía, que fue una locura, o sea, de las peores angustias que he vivido, porque además te digo que llegó mucha gente.
La obtención de la plaza académica es para las mujeres entrevistadas un hito importante en su trayectoria de vida;18 trae estabilidad emocional, tranquilidad, un lugar de reconocimiento, seguridad económica. La describen como algo que llega después de mucho tiempo; algo que no se veía que llegaba. Las mujeres reconocen las condiciones de desigualdad y competitividad en el ingreso a la academia, pero la posición ante dichas condiciones son diversas y no están exentas de tensiones.
Mila es la única de las entrevistadas que no pasa por alguna plaza de posdoctorado o algún otro tipo de trabajo académico como dar clases de asignatura; la obtención de su plaza fue relativamente rápida, pues transcurrió un año desde que concluyó el doctorado y ganó la plaza temporal. Su capital social, su condición de extranjera europea y su amplio currículo que se construyó durante un largo periodo de doctorado desempeñaron un papel importante en su proceso de postulación y le posibilitó, en acuerdo con su pareja, aplicar en lugares donde también les gustaría vivir. Sin embargo, este capital económico y social no la exentó de la angustia ante las postulaciones y la incertidumbre del futuro laboral. Si bien la maternidad fue para Mila una alternativa vital que le permitió una sensación de estructura asociado a la familiar,19 la estabilidad emocional y la liberación de sus angustias ocurrieron una vez que obtuvo el empleo. En Mila se identifica esa ambivalencia que produce tener una posición crítica ante la academia, pero a la vez reconocer en ese espacio un lugar de estructura identitaria y de satisfacción; identidad que, como señala Isabell Lorey (2017), se configura en un entramado dinámico de formas tanto hegemónicas como heterogéneas y contradictorias:
Mila: […] me deprimí así muchísimo cuando terminé la tesis y tardé como un año entre defender la tesis y conseguir un trabajo, y estaba súper deprimida ese año y yendo a clases de budismo, intentando esto y lo otro, […] y simplemente tener cierta estabilidad laboral como que me hizo resignificar todo y, no sé, me resultó muy revelador porque fue como: claro, la diferencia entre, porque es una cuestión de suerte, entre quienes conseguimos trabajo y quienes no, porque hay pocos trabajos y hay muchísima gente buena y entonces algo tan arbitrario […] y que tiene efectos en todo, o sea, yo lo sentí como en la autoestima, en el ánimo en general, que es, creo, algo que nodimensionamos; sobre todo si tenemos un discurso un poco más crítico hacia [la academia], pues yo tenía un discurso ambivalente: ‘que no sé si quiero quedarme en la academia, ni siquiera sé si quiero esto, no deberíamos definirnos sólo por el trabajo’. No sé, como discursos críticos hacia esa cosa y sin embargo […] resulta que es muy difícil no tener un ingreso y pues no tener como una identidad, sobre todo después de muchos años de estudio y qué se yo ¿no?
18 Las mujeres entrevistadas así lo señalaban. Incluso, con Mila me sucedió que, en el segundo encuentro de entrevista, cuando le muestro su trayectoria y los momentos clave que identificaba, ella me comenta que otro momento significativo en su vida es cuando se mudan a México e inicia su vida laboral.
19 En otro capítulo de la tesis profundizo con detalle en los sentidos y significados de su transición a la maternidad.
Por su parte, esa tensión se lleva más al terreno individualizado en el caso de Emma, pues reconoce condiciones estructurales que estratifican y hacen cada vez más selectivo el acceso a las plazas académicas, pero se presenta la sensación de fracaso individual como mecanismo de autoinculpación. En ella la institución de la maternidad y académica se entrelazan de manera particular, pues en ambas esferas siente frustración al no poder cumplir sus anhelos, así como evaluación, comparación y competencia. Emma deseaba tener una plaza de trabajo, pero se sentía angustiada al ver que otros lo lograron antes que ella:
Yo muchos años […] anhelé tener hijos y yo sentía que no llegaba y que me iba a quedar sola y no sé qué [tono de angustia], y pasó, como a todas las capillitas les llega su fiestecita, así, y uno dice, ‘pero ¿cuándo a mí?, no sé qué’. Y lo mismo con la plaza, también la anhelaba. Y es que yo veía y oía a compañeros que con un año o incluso, te digo, hasta en octavo, en el último semestre del doctorado y ya tenían plaza, y todo el mundo tenía plaza, yo volteaba a ver a compañerxs de otros posgrados y ya tenían, y todo el mundo ya, y sí te sientes muy mal, o sea, tampoco es como algo que uno se lo genere solo […] simplemente sí hay como un voltearse a ver de ‘¿y tú por qué no?, has de tener algo mal ¿no?’, tanto para la pareja como para el trabajo, ‘has de estar esperando un príncipe azul, por eso’, y acá también el trabajo: ‘algo has de estar haciendo mal, porque ya todo mundo está teniendo’ y hubo compañeras que no la libraron, colocarse. O sea, sí, sí, la realidad es que también hay gente que no pudo y que tenía capacidad y todo, tiene pues, pero que por la edad, pues ahorita es todavía más difícil […]
Una vez iniciada la carrera académica, las mujeres experimentan distintas formas de desigualdad laboral y de género. Las expresiones que surgen ante estas condiciones estructurales serán clave para comprender tanto las implicaciones en la experiencia académica y materna como las distintas formas de resistencia.
Reflexiones finales
Las condiciones del neoliberalismo, tanto de sus políticas como de su racionalidad, tienen implicaciones en la experiencia de ser madre y académica. Como proceso de subjetivación, la individualización (reproduce un sujeto autónomo, libre y responsable de sí; sin embargo, estas exigencias nos aíslan de tal forma de las redes de sostenimiento sociales, que producen una sensación notable de angustia e incertidumbre sobre el futuro (Butler, 2017), y se despliegan una serie de técnicas de (auto)gobierno mediante un estado de inseguridad, incertidumbre y riesgo constante (Lorey, 2016).
En las mujeres entrevistadas, el inicio de la carrera académica constituye un periodo importante que se presenta preponderantemente al finalizar el doctorado y se configura a partir de un proceso de postulaciones a plazas de investigación marcado por la incertidumbre y precariedad. Asimismo, es frecuente encontrar una interacción entre la trayectoria académica y reproductiva dada la coincidencia de las edades en estos momentos vitales. De forma que, como se mostró en esta investigación, la maternidad bajo condiciones de incertidumbre laboral afecta la experiencia académica y viceversa.
Se encontró que el tiempo que transcurre desde la obtención del doctorado hasta la obtención de una plaza académica varía de uno a cinco años. Sin embargo, independientemente del tiempo de búsqueda, este periodo tiene implicaciones importantes en la estabilidad emocional y económica. Así, las académicas implementan diversas estrategias, como el ingreso a posdoctorados para establecerse en el gremio, garantizar ingresos económicos y continuar con las postulaciones a plazas académicas; estrategias que pueden ser agotadoras, precarias y con una carga de trabajo significativo, acentuado además por los gastos que conlleva el cuidado y crianza de los/as hijos/as. La inestabilidad laboral y la presión constante para encontrar oportunidades laborales en un espacio tan competitivo afectan la salud mental de las académicas, causando ansiedad, angustia y daños en la autoestima.
Las dimensiones de la precariedad, constitutivas del neoliberalismo, tienen efectos estructurantes y de subjetivación en el devenir madre y académica. El cansancio, el agotamiento y las afectaciones en la salud emocional son síntomas de las exigencias, cada vez más insostenibles, que tanto la academia como la maternidad en su forma neoliberal demandan. La precarización, sin embargo, es algo más que sólo carencia, es también una oportunidad de reinventar formas de acción política (Lorey, 2016). En ese sentido, siguiendo a Gago (2015, p. 31), resulta necesario poner atención en las prácticas para reconocer las contradicciones, ambivalencias y la articulación con formas comunitarias y mixturas de saberes: es en esos momentos contingentes y ambiguos donde se disputan “la interpretación y la apropiación de las condiciones neoliberales”.
En esa línea, fue posible identificar cómo los recursos sociales y económicos que las mujeres activaron, tales como redes de apoyo familiares, posibilitan mayor capacidad de decisión respecto a sus condiciones de trabajo en interacción con el momento de maternidad en el que se encontraban, sin que eso esté exento de tensiones ante la expectativa familiar e institucional.
A pesar de las tensiones y desafíos, obtener una plaza académica se presenta como un hito importante que brinda estabilidad emocional, reconocimiento y seguridad económica. Las académicas experimentan ambivalencia en relación con la academia, donde entra en tensión las condiciones de desigualdad y competitividad con los momentos de satisfacción laboral y estructura identitaria. La discusión colectiva sobre las condiciones de la academia y la maternidad es crucial para pensar en nuevos modos de vivir; se requiere, como dice Vivian Abenshushan (2021), politizar el cansancio y el malestar. Ante este contexto precarizado y estratificado que individualiza el cuidado y la construcción del conocimiento, resulta urgente colectivizar tanto las prácticas académicas como del maternaje.
Referencias
Abenshushan, V. (2013) Escritos para desocupados. Oaxaca: Sur+ ediciones.
__________ (2021) “La subversión del cansancio” en Revista de la Universidad de México. Disponible en: https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/80d5c45d-1c99-4aa3-9aa2-
57dc34eb3e55/la-subversion-del-cansancio (consulta: 3 de marzo de 2022).
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