Veredas. Revista del Pensamiento Sociológico

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Andrés Demetrio Gutiérrez Flores / Planificador Territorial, Universidad Autónoma Metropolitana. Maestrante en Geografía y Ciencias Territoriales, Universidad de Turín y el Politécnico de Turín.

Esta investigación presenta un análisis teórico del fenómeno del nearshoring y su influencia en la economía global, centrándose en el cambio de tendencia hacia la regionalización de las cadenas productivas. Se subraya la importancia de emplear los enfoques analíticos desarrollados por la sociología urbana crítica, fundamentados en el marxismo estructuralista, para entender y abordar este fenómeno de manera precisa. Se examinan los cambios económicos resultantes de la pandemia de covid-19 y se analiza brevemente el papel de México en este contexto. Además, se evalúan las aportaciones de Margarita Camarena y Manuel Castells en la relación entre transporte, nuevas tecnologías de comunicación y desarrollo urbano. El artículo concluye destacando la relevancia de los enfoques analíticos proporcionados por la Sociología Urbana Crítica para comprender la territorialización de los procesos económicos globales.

Introducción

El presente de la economía mundial apunta hacia un cambio de tendencia, desde un capitalismo neoliberal global hacia la regionalización de las cadenas productivas. Este fenómeno, conocido como nearshoring, tiene el potencial de alterar tanto la estructura económica de naciones enteras como de impactar profundamente la vida de las personas en regiones y territorios específicos alrededor del mundo. Sin embargo, las herramientas analíticas y conceptuales de ciertas corrientes de la sociología urbana contemporánea no son lo suficientemente precisas ni fácilmente aplicables para analizar este fenómeno. Por lo tanto, es necesario recurrir a los instrumentos analíticos desarrollados por la sociología urbana crítica en las décadas de 1970 y 1980, los cuales se basan en el marxismo estructuralista. Estos instrumentos permiten organizar, clasificar y estructurar el funcionamiento de las ciudades a partir de los elementos puntuales y específicos que las conforman: los soportes materiales.

El propósito de este trabajo es realizar un análisis teórico del fenómeno del nearshoring utilizando los principios de la sociología urbana crítica, particularmente los trabajos de Christian Topalov y Emilio Pradilla. Se prestará especial atención a los cambios en la estructura económica global causados por la pandemia de covid-19 y su impacto en la configuración de las cadenas globales de valor. Además, se explorará brevemente el papel de México en este proceso.

La importancia de concatenar una aproximación global -como los cambios en las cadenas globales de valor- con un análisis descriptivo puntual es que ofrece la posibilidad de ligar fenómenos macro con su manifestación territorial específica. Como se verá, las aportaciones de la sociología urbana crítica ofrecen los instrumentos necesarios para realizarlo.

En este sentido, se tomarán en cuenta las contribuciones de Margarita Camarena y Manuel Castells para relacionar los temas del transporte y las nuevas tecnologías de la comunicación con sus posibilidades para el desarrollo urbano. Finalmente, se concluye con una reflexión general sobre los instrumentos analíticos proporcionados por la Sociología urbana crítica para el estudio de la territorialización de los procesos económicos globales.

El nearshoring y las cadenas globales de valor

La transformación de las cadenas globales de valor (GVC) iniciada tras la crisis bursátil de 2008 se aceleró a causa de los efectos que la pandemia de covid-19 ocasionó en las firmas transnacionales y la política macroeconómica global (Pla-Barber et al., 2021). Desde el año 2011 la expansión internacional de las GVC se ha detenido, guiada por cambios estructurales como la digitalización de la economía, la servicialización de la manufactura (el hecho de que las firmas manufactureras tienden a utilizar y producir servicios en combinación con los productos que venden) y cambios en las preferencias del consumo individual hacia procesos productivos sustentables (OECD, 2020). Lo anterior, más cierta predisposición hacia el proteccionismo, el intervencionismo estatal, el interés por la sustentabilidad y el uso de tecnologías digitales para la manufactura sugieren un movimiento hacia cierto grado de desglobalización (Petricevic & Teece, 2019). El impacto sobre las GVC parece especialmente grave para la industria electrónica y automotriz (CEIGB, 2020). Si bien tal tendencia es anterior a la pandemia iniciada a finales de 2019, lo cierto es que esta aceleró dicho proceso, no obstante diversas instituciones financieras globales han hecho un llamado para revertirlo (Banco Mundial, 2021). El nombre por el que se conoce a la manifestación más reciente –y profunda- de dicho fenómeno de relocalización económica con énfasis regional es nearshoring

Estudios señalan que las GVC tienden a operar a escala regional más que global (Rugman et al., 2009; Rugman & Verbeke, 2004) alrededor de los tres grandes hubs de la economía mundial: Europa, Asia y América (Baldwin & López-González, 2020), otros indican que, por el contrario, se ha sobreestimado la magnitud del comercio intrarregional (Loss et al., 2015) y se ha minimizado la creación externalizada de valor a través de la dimensión global de las GVC (Mudambi & Puck, 2016). Sin embargo, al margen de la discusión sobre la configuración histórica de las cadenas de valor, parece existir un consenso amplio sobre los cambios que estas sufren de forma general a partir de la pandemia de covid-19. En ese sentido se advierte que la economía mundial se dirige hacia un estado de fragmentación y regionalización (Enderwick et al., 2020; Gereffi, 2020; Zhan, 2021) que busca resolver los problemas de eficiencia, sustentabilidad y resiliencia del modelo abierto anterior (Pananond et al., 2020).

De tal forma se espera que el proceso de regionalización se acompañe de estrategias de manejo de riesgos, diversificación de proveedores, relocalización (reshoring) de ciertos momentos esenciales del proceso productivo y el establecimiento de relaciones comerciales a largo plazo sobre las de menor término. Asimismo se potenciará el desarrollo de estrategias de digitalización, manejo de escenarios y pruebas de estrés para las nuevas GVC intrarregionales. Estas condiciones abren nuevas ventanas de oportunidad para el desarrollo local y regional de nuevos territorios en la forma de mayores oportunidades de participación para las firmas locales en las GVC, decrementos en el impacto ambiental de sus procesos productivos y el aumento de nivel (upgrading) dentro de las cadenas de valor en que se encuentran insertas.

Sin embargo, se debe tener en cuenta que esta nueva configuración del comercio internacional presentará retos para las economías en desarrollo en distintos ámbitos. Los países de Centroamérica y Sudamérica, cuyas economías se sostienen fundamentalmente de la exportación de commodities y otros productos primarios (Banco Interamericano de Desarrollo [BID], 2019), experimentarán grandes dificultades para atraer nuevas firmas a su territorio e incluso podrían experimentar un aumento en su tendencia hacia la desindustrialización, pues no cuentan con los soportes materiales ni las condiciones necesarias para asegurar las necesidades de resiliencia eficiencia y costo que el nuevo proceso de regionalización requiere (Pla-Barber et al., 2021).

En ese sentido, la economía mexicana presenta dos diferencias fundamentales respecto de sus contrapartes latinoamericanas. En primer lugar el profundo nivel de integración con los Estados Unidos a través del T-MEC, siendo el único país de la región que exporta mayoritariamente al país norteamericano. En contraste, en el resto de los países de Latinoamérica, los principales socios comerciales son los propios países de la región. (CEPAL, 2020). En segundo lugar, el alto nivel de desarrollo de la industria manufacturera de alta tecnología en México en relación con sus contrapartes regionales e internacionales,1 el cual es superior al de países como Turquía, Indonesia, Brasil y Rusia, aunque significativamente inferior al de China o Corea del Sur (Kabaklarli et al., 2018). De hecho este último es un aspecto ampliamente divulgado por las autoridades económicas mexicana a través de sus canales de comunicación con sus contrapartes norteamericanas (Secretaría de Economía, 2018) y el cual reconoce el mismo gobierno estadounidense como uno de los grandes alicientes para invertir en México (International Trade Administration, 2022).

En 2020 el US-China Business Council reportó que el 87% de las compañías con base en los Estados Unidos no habían trasladado sus operaciones a China ni tenían planes para hacerlo, 11% dijo que estaban en planes de relocalizarse, siendo México y Tailandia las alternativas más probables (Brenton et al., 2022). Asimismo la economía mexicana presenta una serie de ventajas comparativas frente a la China y la convierten en un sitio preferente de inversión frente a esta última (Cuevas Ahumada & Calderón Villarreal, 2020). Sin embargo, este proceso presenta también una serie de elementos de riesgo para la economía mexicana, pues según reporta el Banco Mundial la implementación en la Unión Europea del mecanismo de ajuste de límites al carbono (carbon border adjustment mechanism) implicaría una reducción en la participación dentro de la economía nacional de las firmas internacionales (Brenton et al., 2022).2 Este mecanismo en particular, diseñado para evitar que las actividades que utilizan carbón de forma intensiva inicien procesos de relocalización hacia territorios con políticas ambientales menos restrictivas, castiga particularmente a los sectores eléctricos y extractivos, entre los que destaca la producción de cemento y de energía a partir del petróleo (European Commission, 2021; CCES, 2022). Este detalle es fundamental dadas las características productivas de Tula de Allende, que se explicarán más adelante, baste decir que la industria cementera es una de las más arraigadas en la región a pesar de sus efectos nocivos sobre la salud y el medio ambiente locales.

1 Según el Global Innovation Index (WIPO, 2021) México mantiene un promedio superior al del grupo de los países de ingreso medio en seis aspectos: capital humano e investigación, infraestructura, sofisticación del mercado, sofisticación empresarial, producción creativa (creative outputs) y producción tecnológica y del conocimiento (knowledge and technology outputs).
2 Sin embargo, se debe señalar que esta reducción es mucho menos significativa respecto de las que sufrirían otros países en vías de desarrollo como Turquía, Sudáfrica, Brasil, India e incluso países de la Europa occidental (Brenton, et al., 2022, pp. 115-117). De hecho, fuera de este mecanismo en particular, el resto de las políticas de mitigación climáticas no parecen tener un efecto mayor para la economía mexicana; sin embargo, existen competidores directos como las Filipinas, Malasia y Vietnam que resultarían beneficiadas. En todo caso, para el análisis que realiza el presente trabajo basta indicar que este es un tema que tener en consideración, máxime por el tipo de productos hacia los que se dirige, como se desarrollará más adelante. Sobre las vulnerabilidades específicas que enfrentan los países en vías de desarrollo véase Eicke et al. (2021).

Los soportes materiales, las condiciones generales y la sociología urbana crítica

La relación entre la economía y la organización del territorio se inaugura en su etapa moderna a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX con los trabajos de Christaller y Lösch. Sin embargo, la etapa más significativa inicia en la década de 1960, cuando surge la escuela crítica de mano de Lefebvre en sus obras El derecho a la ciudad (1968), La revolución urbana (1970) y La producción del espacio (1974). Las ideas planteadas en estos primeros ensayos fueron pronto retomadas por jóvenes sociólogos críticos en la década de 1970, quienes las desarrollarían profundamente. Dos de estos, Christian Topalov y Emilio Pradilla, escribieron sendas obras en torno a la relación entre los elementos formales de la ciudad (que llamarían “soportes físicos”) y el modo particular de producción que los genera (que llamarían “formaciones sociales” cuando se ligan con el conjunto general de soportes materiales que permiten su reproducción). A continuación se presenta un resumen de sus propuestas, sus coincidencias, disidencias y los elementos que se retoman para el presente trabajo.

La obra de Christian Topalov durante la década de 1970 se enmarca en la primera generación de sociólogos urbanos críticos. Radicada en Francia, esta escuela, apegada a los principios del materialismo histórico-dialéctico, se opone a la aproximación que realiza la escuela marginalista (o académica) al fenómeno urbano. 

La escuela crítica urbana teoriza la ciudad como un producto de la urbanización capitalista. Esta no es una realidad dada sino dependiente del proceso productivo específico que la crea. Frente al Estado como garante del bien común que impone orden sobre la urbanización anárquica, Topalov declara: “El Estado no es un sujeto dotado de voluntad, es un conjunto de aparatos que realizan, por un proceso [ciego], por un proceso sin sujeto, el interés general de la clase dominante” (Topalov, 1979: 8). Tales son las dos rupturas que realiza la sociología urbana crítica frente a los marginalistas. Sin embargo su tesis fundamental va más allá:

La ciudad constituye una forma de socialización capitalista de las fuerzas productivas. Ella misma es el resultado de la división social del trabajo y es una forma desarrollada de la cooperación entre unidades de producción. En otros términos, para el capital el valor de uso de la ciudad reside en el hecho de que es una fuerza productiva, porque concentra las condiciones generales de la producción capitalista […] Son además el resultado del sistema espacial de los procesos de producción, de circulación, de consumo; procesos que cuentan con soportes físicos, es decir, objetos materiales incorporados al suelo. (ibidem, 9)

Para Topalov la ciudad es una serie de elementos organizados a la que da forma y es simultáneamente formada por cierto proceso productivo. Cierto, pues responde y cambia de acuerdo a las necesidades materiales de procesos específicos. Mas, si la ciudad es un conglomerado de elementos puntuales (los soportes físicos), estos se comportan en forma de fenómenos emergentes, siendo que el valor de la acumulación de dichos elementos es mayor a la suma aritmética de sus partes. A dichos valores específicos que ofrece la ciudad y que los marxistas ortodoxos llaman valores de uso complejo, Topalov los nombra efectos útiles de aglomeración. Sin embargo:

Porque los medios de producción son privados, porque las relaciones de producción son capitalistas, los valores de uso [complejos urbanos] están formados por un proceso ciego, sin sujeto […] Por lo tanto, la urbanización capitalista es, ante todo, una multitud de procesos privados de apropiación del espacio […] En consecuencia, la reproducción misma de esas condiciones generales, urbanas, de la producción capitalista se transforma en un problema. No se la puede garantizar. (Ibid)

Tal es, a decir de Topalov, la contradicción general de la urbanización capitalista. Al componerse de actores independientes y procesos de acumulación privados, las condiciones que estos requieren para operar se ven comprometidas. De tal forma, los efectos útiles que “ofrece” la ciudad en forma de economías externas (según los términos de la economía urbana clásica o académica) también actúan en ausencia en forma de pseudo-deseconomías. Para entender este fenómeno es necesario desarrollar un concepto que comprenda dichos efectos útiles en función de la totalidad del conjunto de la producción, pero que no abandone la materialidad concreta de la ciudad abstrayendo sobremanera sus procesos. Más aún, que abarque efectiva y precisamente los elementos materiales específicos de las ciudades. Topalov los llama condiciones generales de la producción capitalista.

Estas se clasifican entre condiciones generales de la producción y circulación del capital (CGPCC), por un lado; y condiciones de la reproducción de la fuerza de trabajo (CRFT), por otro. Las CGPCC son todos aquellos segmentos del capital social que no producen valor ni plusvalía y son indispensables para el proceso productivo al estar permanentemente comprometidos en la circulación de dinero y mercancías. Entre estos se encuentran el capital productivo constante, el capital mercancía y el capital dinero.

Las CRFT presentan diferencias significativas respecto de las CGPCC. Estas surgen en el momento histórico de especialización de la mano de obra. Cuando en los albores del capitalismo nace la manufactura y esta requiere de mano de obra calificada “la empresa privada tiene, entonces, necesidad de equipamientos colectivos” (ibidem, 12). Más aún, “deben desarrollarse las condiciones de venta […] de la producción, [es decir, la] creación de una red de nacional y mundial de transportes” (ibid). De tal forma es posible discernir la materialidad específica de las CGFT:

En primer término hay un conjunto de infraestructuras físicas necesarias a la reproducción y a los transportes. En segundo, una reserva donde la fuerza de trabajo se reproduce con base en equipamientos colectivos de consumo. En tercer término, un conjunto de empresas capitalistas privadas, en el sector productivo o en el de la circulación, cuya cooperación en el espacio aumenta la productividad. Por último […] la articulación espacial de estos elementos. (ibid)

De tal forma existe cierta infraestructura productiva y de servicios orientada a los aparatos productivos y de distribución que resulta indispensable para su operación y que puede estar manejada por entidades públicas o privadas (servicios de agua, electricidad, recolección de desechos, etc. en sus sectores especializados para el consumo productivo); estas son las CGPCC. En cambio las CRFT abarcan al equipamiento (que Topalov nombra equipamientos colectivos de consumo o medios de consumo colectivo) donde se entrena a la fuerza de trabajo (escuelas, hospitales, etc.) más lo servicios públicos que sirven para su reproducción (agua, electricidad, recolección de desechos, etc. en sus sectores especializados para el consumo de la fuerza de trabajo). Como tercer elemento, en tanto que pertenece a los dos anteriores y de alguna forma se posiciona por arriba de ellos, menciona al transporte y las vías de circulación de bienes, productos y servicios.

Debido a factores como su alto nivel de composición orgánica y su largo periodo de rotación los equipamientos colectivos de consumo no suelen circular como mercancías, es decir, su “uso por un consumidor no excluye el uso por otros” (ibidem, 16), lo que desincentiva la inversión privada en estos sectores. Por otro lado, el capital no está dispuesto a invertir allí donde no tiene asegurada una tasa de retorno suficiente, por lo que amplias zonas quedarían desabastecidas de equipamiento y servicios públicos básicos si su dotación fuera potestad exclusiva de la iniciativa privada. Finalmente, la infraestructura consume grandes cantidades de suelo y requiere locaciones específicas, imposibles de obtener sin la intervención del Estado. Ante estas circunstancias el Estado capitalista debe proveer los medios para que esta serie de equipamientos funcione, sea que otorgue beneficios a la iniciativa privada a través de la política fiscal o directamente permitiendo la conformación de un monopolio privado o público.

De tal forma se imponen costos y obligaciones para las autoridades locales, que deben corregir estas contradicciones. La falta de este equipamiento y demás componentes de las condiciones generales se convierte en un obstáculo para la valorización de los capitales particulares. Viceversa, el gasto público en las CRFT es condición necesaria para la apertura nuevos territorios a la lógica de reproducción del capital a través de su adecuación para la entrada de agentes privados. En ese sentido “la planificación urbana constituye una forma de regulación social de la formación de efectos útiles de aglomeración” (ibidem, 21).

La contribución de Topalov ofrece una serie de conceptos útiles para explicar el desarrollo urbano capitalista con sus fenómenos de crecimiento urbano, marginalidad, deseconomías y el papel que juega el Estado a través de las autoridades locales en el proceso de reproducción del capital. Sin embargo, su desarrollo teórico no genera elementos operativos para el estudio específico de ciudades particulares. Avanza en ese sentido, en tanto que comprende la serie de relaciones que establecen los soportes materiales para la reproducción del capital, a la ciudad como un fenómeno superior a la suma de sus partes y el papel del Estado capitalista en este proceso; pero permanece en un nivel de abstracción que imposibilita prima facie su exploración más allá de la teoría pura. Para dar ese paso es necesario explorar de manera breve el trabajo de otros académicos.

Emilio Pradilla continúa parcialmente el trabajo de los sociólogos urbanos críticos. En su obra Contribución a la crítica de la teoría urbana (Pradilla, 1984) plantea sus acuerdos y desacuerdos con dicha escuela. Si bien sus aportaciones incluyen críticas ácidas a varios sociólogos críticos (con especial énfasis en Manuel Castells pero también Henri Lefebvre y el mismo Topalov) para propósitos del presente trabajo se retomarán exclusivamente sus consideraciones en torno a los soportes materiales de la producción y a las condiciones generales, que él llama condiciones generales de reproducción de la formación social.

La totalidad de su edificio teórico recae sobre el concepto de sistema de soportes materiales de la formación social. Apegado ortodoxamente a los principios del materialismo histórico-dialéctico, Pradilla parte de la idea marxiana de formación social para generar una serie de instrumentos conceptuales capaces de interpretar la realidad material de la ciudad sin recurrir a los principios de la “teoría urbana” o de la “teoría urbano-regional”:

Consideramos indispensable la construcción de conceptos intermedios de carácter descriptivo [que] nos permitan aplicar a su interpretación científica los conceptos, categorías y leyes construidos por el marxismo para explicar el funcionamiento de la totalidad social […] Los conceptos intermedios descriptivos que proponemos son los de “soporte material” y “sistema de soportes materiales de la formación social” […] Queremos reiterar, explícita y enfáticamente, que no se pretenden construir conceptos teóricos, sino descriptivos, instrumentales, intermedios y generales que sirvan de herramientas de aplicación para los conceptos, categorías y leyes del marxismo.3 (ibid, 84-85)

3  Itálicas de la fuente original.

En primer lugar es importante señalar el papel que otorga a la naturaleza como soporte general y fundamental de toda existencia social:

En su existencia social, la naturaleza aporta a los hombres, entendidos como parte de una sociedad, lo fundamental de sus medios de subsistencia material: es soporte general de su existencia; le entrega la totalidad de las materias […] cuya transformación de lugar a los medios de consumo y a los instrumentos de trabajo que hacen posible su producción; la tierra constituye el medio de producción principal para la agricultura y es medio de producción secundario (como suelo-soporte) […] es soporte de todos los procesos sociales; entrega al hombre […] los elementos sustanciales de su existencia […] Es, en una palabra, la “madre” de toda riqueza social. (ibid, 87)

Esta es una consideración que no se encuentra en el trabajo de otros sociólogos críticos y que resulta fundamental para el análisis del proceso productivo, su naturaleza y su expresión territorial. Más aún, es imprescindible para entender el papel del trabajo en la transformación del entorno en distintas formas, según requieran las formaciones sociales específicas en cuyo marco este se ejerce.

Es con base en el trabajo ejercido sobre la naturaleza en el marco de una formación social determinada como son socialmente creados los soportes materiales de la vida social, siendo “aquellos objetos materiales resultantes de un proceso voluntario y consciente de transformación de la naturaleza […] para satisfacer cualquiera de las necesidades sociales históricamente determinadas y estructuradas” (sic.) (ibid, 92). Si bien la terminología comienza a complicarse, sépase que se habla de los elementos inmuebles que se encuentran en cualquier asentamiento humano: casas, fábricas, iglesias, edificios gubernamentales, infraestructura de servicios, etc.

Para constituirse históricamente –y para analizarlos en esos mismos términos como preámbulo para su diagnóstico– se deben tomar en cuenta una serie de determinaciones, las cuales condicionan tanto su existencia como la forma específica que toman. Estos incluyen la necesidad que motiva su producción, el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y su aplicación en la construcción de infraestructura, las relaciones sociales de producción que influyen en dicho proceso, la dualidad del suelo como elemento natural y como entidad económico-social, las condiciones legales y políticas que regulan la producción de infraestructura en diferentes contextos socioeconómicos, y la influencia de la ideología social en la concepción arquitectónica y urbana. Estos factores proporcionan un marco mínimo necesario para la materialización efectiva de los proyectos urbanos, y deben ser considerados durante las etapas iniciales de la planificación urbana.

Sin embargo, los soportes materiales no existen sin más en el territorio, como se ha insistido son resultado de un proceso productivo y de una serie de relaciones sociales históricamente determinadas. En el contexto de un asentamiento humano, todos sus soportes materiales, cualesquiera que estos sean, se encuentran relaciones entre sí y forman parte de un mismo sistema: el sistema de soportes materiales de la formación social. Sin embargo, como se desarrollará más adelante, en la era de la globalización es imposible aislar la formación social de una ciudad específica, ya no solamente de la formación social nacional sino de la formación social global a la que pertenece.

Finalmente queda por describir los elementos del sistema de soportes materiales de las formaciones sociales capitalistas. Los elementos instrumentales que plantea Pradilla para el análisis de las condiciones materiales en la ciudad alcanzan aquí su desarrollo más concreto. Aunque el estudio a profundidad de estos elementos y de las relaciones que establecen entre ellos excede los alcances del presente trabajo, consideramos indispensable para el mismo comentar algunas categorías.

En un primer nivel Pradilla agrega los soportes materiales en tres categorías: el sistema de soportes materiales (SSM) de la Estructura Económica, el SSM de la Estructura Jurídico-política y el SSM de la Estructura Ideológica; conformando el Sistema de soportes materiales de las formaciones sociales capitalistas. Dado que bajo el régimen capitalista el SSM de la estructura económica (SSMEE) predomina sobre los otros dos sistemas, es el que se estudiará para el presente trabajo.

El Sistema de soportes materiales de la estructura económica se subdivide a su vez en: el proceso inmediato de producción, el proceso de intercambio, las condiciones generales de reproducción de la formación social, el proceso de consumo y las organizaciones económicas de clase

El Sistema de soportes materiales de las Condiciones Generales de la Reproducción del Formación Social (SSMCG) se divide en cuatro principales grupos: el de la producción, el del intercambio, el de la reproducción de la dominación ideológica y el de la reproducción de la población. Las condiciones generales de la producción abastecen de materias primas o auxiliares, mientras que las del intercambio proveen medios de consumo durante el intercambio mercantil y monetario. Por otro lado, las condiciones generales de la reproducción de la dominación político-ideológica proporcionan los medios de consumo necesarios para el funcionamiento de los aparatos jurídico-políticos e ideológicos de la sociedad. Por último, las Condiciones Generales de Reproducción de la Población se ocupan del suministro de medios de consumo individual y la producción de otros valores de uso necesarios para la reproducción individual de todos los miembros de la sociedad. 

A estas corresponde una parte específica de la distribución social y territorial de los soportes materiales y sus efectos útiles. Entre estos los servicios de agua, electricidad, gas, recolección de desechos y comunicaciones. Más otras que son específicas y particulares de las CGRP: transporte de personas, sistema educativo, sistema de salud, sistema de recreación y cementerios. Resulta necesario insistir en la cualidad de los soportes materiales para servir a distintos grupos de condiciones generales a través de una misma matriz, diferenciándose tanto por elementos materiales específicos y naturales al sistema como por el agente a quien sirve.

Aunque el cuerpo completo de ideas planteadas por Pradilla incluye un ataque a conceptos importantes de la teoría defendida por Topalov, tales como el capitalismo monopolista de Estado o los medios de consumo colectivo, consideramos que es posible retomar las contradicciones de la urbanización capitalista e instrumentarlas a través de las categorías de sistemas de soportes materiales descritas por Pradilla.

Si bien las contradicciones de la urbanización capitalista continúan operando de manera similar en un sentido general, los soportes materiales y su forma de organización, en tanto que componentes de las formaciones sociales inscritas en las GVC y en el proceso productivo global, han cambiado radicalmente. Debido a lo anterior es necesario agregar elementos de análisis a través de los cuales contextualizarlos en el estado actual de la realidad urbana global y nacional.

En ese sentido, a decir de Margarita Camarena Luhrs, en el presente se experimenta un proceso de homogeneización del espacio, caracterizado por la multiplicación de los flujos de información, personas y bienes, la desterritorialización del capital, la indiferenciación de la relación urbano-rural y la especialización productiva (Camarena Luhrs, 1990).

La causa de dicho proceso de homogeneización recae en la emergencia de nuevos flujos de información global (flujos de primer orden), los cuales establecen condiciones de existencia para los flujos de bienes y mercancías (flujos de segundo orden); dando estos, en última instancia, forma al espacio habitado (ibid). En ese sentido, el concepto de espacio según Camarena es el de una entidad dinámica, constituida a partir de flujos jerarquizados y cuya aparente inmovilidad y estabilidad no es sino una ilusión dada por la permanencia en el tiempo de cierto estado de equilibrio del proceso productivo que lo genera y que, a su vez, lo enlaza con sus territorios continentes:

Un primer flujo k, denominado fundamental, da lugar a un segundo flujo considerado como inducido. Dando lugar a un proceso acumulativo en el interior del espacio que se encontrará como origen de un crecimiento autónomo y de la inserción de un espacio indeterminado (o de varios de ellos) en un conjunto mayor, en función de los flujos que los unen. Lo cual se da en tres niveles: local, regional y nacional. (L’Huiller et al., 1981, como se citó en Camarena Luhrs, 1990: 37)

A decir suyo, los avances en la técnica han permitido la reducción en los costos de transporte y la reducción virtual de las distancias, volatilizando los flujos de información (en consecuencia, los de bienes) y poniendo a competir entre ellos a los distintos territorios en una continuación del secular proceso de expansión del capital. Si cada espacio se caracteriza por un orden, magnitud y trama de flujos, su volatilización lo descaracteriza (u homogeniza) e, inserto en una economía de mercado, tiende a especializarlo productivamente. El mismo fenómeno que tiende a la homogeneización tiende también a la especialización: “La circulación es la base sobre la cual el capital ‘unifica’ los procesos productivos, diversificando los usos del espacio y explotando sus diferencias” (ibidem, 41).

Sobre la relación entre circulación y homogeneización del espacio, Camarena escribe:

La difusión de los medios de circulación junto con la ‘negociabilidad’ de las relaciones sociales se expresa en una indiferenciación del espacio producido o, lo que es lo mismo, en la adopción general de un estilo de apropiación del espacio. (ibid)

Los flujos requieren de condiciones materiales de existencia que pueden estar dados ex ante o constituirse (construirse) para propiciarlos. Los distintos territorios poseen las condiciones para integrarse eficientemente a una red global de información o no los poseen, en cuyo caso no se verán exentos de sus efectos (globales, a fin de cuentas) sino que perderán capacidad de gestión sobre estos. En ese sentido, el trabajo de Castells y Borja (1997) profundiza en las condiciones de posibilidad para la integración de las ciudades en dichas redes globales de información y en la oportunidad que estas representan para la vuelta de las ciudades como directoras de sus propios destinos económicos, siempre que se establezcan las condiciones para ello.

Sin embargo, la postura de Camarena ante los efectos sobre las ciudades de dicha apertura no es tan positiva como la de sus contrapartes españolas. Para la autora mexicana “los desplazamientos de personas y mercancías representan la puesta en marcha de relaciones entre espacios homogéneos o que tienen a serlo” (ibidem, 42); es decir, que bajo las condiciones para la circulación de la técnica contemporánea, el desarrollo económico de las ciudades sólo puede darse a través de un proceso que las descaracteriza, sea que triunfen o fracasen:

La difusión de los medios de circulación exige un mayor control sobre el medio físico y sobre la organización social y abre posibilidades como las siguientes: o bien se consolidan prácticas de producción y consumo, generando excedentes, diversificando las actividades y accediendo a nuevos mercados, o bien estas prácticas se desarticulan por ausencia de re-cursos y condiciones adecuadas para impulsar un proceso de adaptación que se traduzca en emigración de la población activa hacia centros urbanos o áreas de reciente colonización. (Camarena Luhrs, 1990: 42)

Las ideas presentadas por Camarena y Castells se ligan naturalmente con el fenómeno de reconfiguración de las GVC. Si bien sus trabajos se enmarcan históricamente en la fase de consolidación del neoliberalismo clásico, también sirven para tratar la regionalización de las cadenas productivas a inicios de la tercera década del milenio. De igual forma se ligan con los elementos teóricos rescatados del trabajo de Pradilla y Topalov; la disminución de las capacidades de intervención del Estado en el territorio impide su rápida adaptación a las condiciones cambiantes del proceso productivo global, pues no desarrolla las condiciones generales ni los soportes materiales necesarios. Autores como Martner (2004) ya han explorado los cambios históricos en la organización territorial de las cadenas productivas para el caso mexicano a través de sus puertos marítimos.

De tal modo, es posible comprender con mayor profundidad teórica la importancia que cobran los soportes materiales, analizados desde la perspectiva de la sociología urbana crítica, para el análisis de los impactos territoriales de la relocalización industrial. Más aún, esta permite trazar una hoja de ruta para el desarrollo territorial en el marco de una política industrial regional o nacional. Siendo que cada territorio posee una organización específica distinta de sus soportes materiales y del alcance de las condiciones generales de reproducción, un análisis que parte de entender su impacto diferencial para la reproducción capitalista se convierte también en la base para un hipotético plan de desarrollo ajustado a sus carencias particulares.

El nearshoring desde la perspectiva de la sociología urbana crítica

Una ventaja más que posee el análisis territorial desde los principios de la sociología urbana crítica es que mantiene en su centro a las denominadas Condiciones Generales de Reproducción de la Población, es decir, aquellos soportes que permiten la reproducción social de la fuerza de trabajo. Este punto es trascendental, en tanto que se refiere de forma parcialmente a los equipamientos de salud, educación, recreación, entre otros. Ámbitos que el desarrollo urbano neoliberal ignoró desde sus inicios en la década de 1980.

En esa línea de pensamiento, las condiciones que propician la relocalización industrial pueden entenderse como la manifestación local de un proceso de reconfiguración económica global, que incide directamente en la naturaleza de la formación social específica de un territorio puntual dado. Toda vez que se altera la naturaleza abstracta de la formación social en general, se corresponde naturalmente y de forma simultánea un cambio en la disposición y naturaleza de los soportes materiales que permiten su reproducción.

De tal modo, el aparato de gobierno a través del cual se realiza la reproducción ampliada del capital, a partir de la ejecución de obras públicas y de políticas de desarrollo urbano, se convierte en un apéndice ejecutor más o menos eficiente de un proceso global.

Las vertientes analizadas de la sociología urbana crítica y sus propuestas en torno al análisis y categorización de los soportes materiales de la ciudad permiten comprender este proceso a partir de los postulados marxistas y otorgan las herramientas conceptuales para entender la participación fundamental de la reproducción social de la fuerza de trabajo en este proceso. De tal modo, es posible entender con claridad plena que no basta la simple inversión en condiciones generales de reproducción, materializadas en la forma de inversión dedicada a las disminuciones de producción o distribución, sino que es necesario también potenciar el desarrollo de la fuerza de trabajo en la forma descrita en la primera sección del presente artículo.

Si bien este aparentemente novedoso proceso de relocalización industrial se enmarca en los principios y tendencias naturales de expansión del capital bajo la figura del neoliberalismo, la perspectiva adoptada nos lleva a insistir en reforzar el papel del Estado como medio para el desarrollo de los soportes para la reproducción social de la fuerza de trabajo: escuelas, hospitales, espacios dedicados para la recreación, para la cultura y demás. Si bien estos operan bajo el signo fatal del capitalismo tardío, lo cierto es que su existencia adecuada tanto al capital global en proceso de reestructuración como a las necesidades específicas de la formación social territorial en que se encuentran, pueden modificarlas condiciones de vida de la población local.

Conclusiones

El mundo está experimentando cambios en la organización de las cadenas globales de valor que tienden hacia la regionalización de momentos clave de su proceso productivo. Dicho tránsito se caracteriza por la búsqueda de resiliencia, resistencia al estrés, digitalización y sustentabilidad; factores que las economías nacionales, regionales y locales deberán tener en cuenta para mantenerse competitivas durante la siguiente década. En ese sentido la economía mexicana aparece mejor posicionada que sus contrapartes latinoamericanas dado su mayor nivel tecnológico y lo sofisticado de su sector productivo industrial, entre otros factores. No obstante, la situación entre las distintas regiones de México varía ampliamente; aquellos estados donde priman procesos poco sofisticados, poco competitivos y muy contaminantes no tendrán cabida en la nueva organización económica global.

El fenómeno de relocalización industrial acaecida a partir de la pandemia de COVID-19, conocido como “nearshoring”, está llamado a configurar la estructura económica regional a escala global. Esto, siempre que se cumplan los requisitos fundamentales en términos de infraestructura, equipamiento, servicios y “capital humano” que las empresas transnacionales necesitan para operar.

La perspectiva que aporta en los trabajos de Topalov y de Pradilla para el análisis de la dimensión territorial del desarrollo del capitalismo, a través de la definición y categorización de los soportes materiales, específicamente de aquellos dedicados a la reproducción social de la fuerza de trabajo, aportan hoy en día una perspectiva que no ignora, como sí sucedió durante la etapa del desarrollo urbano liberal, las necesidades de la población en función de su pertenencia componente al proceso productivo, de distribución y de consumo.

Las aportaciones de la sociología urbana crítica, en su vertiente ortodoxa, aquí ya más cercana al estructuralismo de Althusser, se fundan en el estudio de los elementos puntuales específicos que conforman la ciudad, es decir, los soportes materiales. Hoy en día, esa perspectiva resulta mucho más enriquecedora, propositiva e instrumentalizable que otras, populares a partir de la década de 1990.

Si bien, como ya se mencionó, los gobiernos locales son simples mediadores en este proceso de reconfiguración, aún conservan capacidad de gestión propositiva y no simplemente reactiva. La sociología urbana crítica aporta elementos para que éstos adopten dicho papel. En este sentido, el proceso de relocalización industrial no será tanto una imposición como una decisión racional de los agentes territoriales.

Las sociedades que decidan emprender reformas para adaptarse a las nuevas circunstancias de la economía global deberán tener en cuenta que dichos cambios requieren de la reconfiguración económica interna y relacional del territorio en su dimensión productiva.










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