Fragmento del texto de Federico J.C-Soriguer Escofet, de la Academia Malagueña de Ciencias.
Martes, 17 de marzo de 2020
La vida sigue igual. Incluso menos gente que ayer en la zona comercial. Ni hace sol ni llueve. Llovizna. Que aburrimiento. A la dependienta de la panadería se le cae uno de los panecillos sobre el mostrador. Lo coge, me mira y lo vuelve a meter con la mano en la bolsa de papel. No me he atrevido a decirle nada. ¿Y si hay un coronavirus en la superficie de mármol sobre el que el panecillo ha caído? ¡Qué locura! Me aguanto mis escrúpulos y nada digo. Nunca fui escrupuloso y ahora me obligan a serlo por imperativo legal. ¿Se me habrá olvidado la escena cuando lo coma dentro de unas horas?
Enciendo la TV. En mala hora, en la pantalla aparece como primera opción Tele 5 en el momento en el que Javier Vázquez entrevista a Jesús Candel, ese médico de urgencia del Hospital de San Cecilio que se autollama “spiriman”, un incendiario de las redes sociales. Sus ordinarieces, sus gestos, sus histriónicos argumentos, sus exageraciones me irritan. Todas sus razones las funda en que él es médico en la primera línea de fuego (otra vez la guerra) y todos los que no están allí, bajo las balas, bajo los virus, son unos ignorantes, unos desalmados y unos asesinos. Para spiriman el fin del mundo está cerca y la culpa naturalmente la tiene el Gobierno, pero no porque nos haya encerrado en nuestras casas, sino porque no nos ha encerrado a todos, ¡a todos!, incluyendo a los médicos que estaban en el estudio, a los ministros y al propio presentador. A todos menos a los médicos que como él estaban salvando al mundo.
Apago la televisión y enciendo el móvil. De entre los centenares de whatsapp que recibo, escojo el de una médica que da su nombre y su número de colegiada. Se extiende en contra de las medidas coercitivas del Gobierno. Su tesis es que esta no es sino una virasis de las muchas con las que los humanos llevamos conviviendo, con una morbilidad y mortalidad similar a la de otras, como la de la gripe y que la cuarentena impuesta va a generar más perjuicios que beneficios. Que sólo habría que proteger a los pacientes de riesgo y dejar que el resto la pasara. La doctora es muy convincente en sus argumentos y en la forma de comunicarlos. Veo su currículo en Internet. Es una médica de familia gallega que tras una larga enfermedad ha encontrado otra manera más natural de enfrentarse a las enfermedades. Sus palabras son más convincentes que su currículo. En Gran Bretaña parece que han decidido algo parecido. Entre dejar que se hunda el sistema de mercado o el sistema sanitario, ha apostado por lo segundo. Ya veremos quién tiene razón.
Tras todo este trajín, aturdido, decido seguir leyendo la biografía de Unamuno de Colette y JC Rabaté. Esa sí que es una historia apasionante.