Manuel Enrique Pérez Martínez/ Director del Departamento de Desarrollo Rural y Regional, Facultad de Estudios Ambientales y Rurales. Línea de Investigación: Territorialidades Periféricas Urbano-Rurales en la Ciudad Contemporánea. Pontificia Universidad Javeriana de Colombia.
La temática del libro versa en torno a los proyectos de indagación y reflexión desde distintos enfoques teórico-metodológicos sobre los espacios rural-urbanos y las nuevas alternativas o modelos de investigación que están emergiendo en la actualidad.
A lo largo de la lectura se expresan distintos procesos comunitarios, resistencias sociales y luchas campesinas de reconstrucción territorial e identitaria desde la perspectiva de los actores sociales. Estas nuevas formas de resistencia van surgiendo a partir de la defensa del territorio, mostrando un conflicto socioeconómico y también cultural, identitario, simbólico y ambiental por los espacios socio-territoriales, pues el territorio es un espacio construido y revalorado, en donde los actores sociales han emprendido diferentes formas de reacción ante el despojo que han vivido.
Cuando el sistema capitalista amenaza con apropiarse y modificar su entorno a través de cambios políticos neoliberales, regulando los mecanismos para transitar por el territorio sometido y subordinado a un poder económico mundial, inicia un proceso de resistencia frente al despojo y la expropiación, ya que no sólo significa la pérdida de su territorio físico, sino de su historia y su identidad (Lefebvre, 1994). Estas nuevas problemáticas generadas a partir de los procesos de modernidad y progreso, han provocado la destrucción de los territorios.
Introducción
A 50 años de la publicación del libro De lo rural a lo urbano (1970) de Henri Lefebvre traigo a consideración su primera pregunta:
¿Cuántos de nosotros ciudadanos, intelectuales, e incluso historiadores o sociólogos que atraviesan uno de nuestros pueblos, y descubren su rostro original o incierto extrañando su monotonía, o admirando su pintoresquismo, son conscientes de que este pueblo no se reduce a un amontonamiento accidental de hombres, animales y cosas, de que su examen nos revela una organización compleja, una estructura?
El eje central del debate que nos muestra el libro a reseñar en su conjunto, es el impacto que se produce en los “entornos metropolitanos” en razón de la más grande concentración urbana de América Latina. Nos indican los autores que el México de hoy se expresa como producto de la expansión industrial que en su desplazamiento crea y recrea múltiples espacios periféricos de vinculación rural-urbana.
En palabras de Martha Olivares, se constituye allí una ‘Región-Territorio’ como lugar de las bifurcaciones que ha producido la planeación urbana informal, suerte de reacomodamientos espaciales a consecuencia del mercado inmobiliario disociado y con un fuerte componente de ilegalidad. En él se conjugan, como lo plantea Cristóbal Santos, límites de áreas dormitorio, basureros, explotación minera de materiales para la construcción, lo cual ejemplificaría, a mi modo de ver, lugares bisagra que en su conjunto revelan la configuración de la conectividad megapolitana en la que se refleja un urbanismo salvaje, próximo a los aportes de Mike Davis en Planeta de ciudades miseria (2005).
Es en aquel ámbito de pliegues socio-espaciales, que emergen (en términos de Beatriz Canabal) interacciones, conflictos, accesibilidades, adaptaciones e incluso prácticas de conservación, categorías a partir de las cuales se hace posible descifrar el lugar donde se configura lo rural y lo urbano cargado de historicidades, espacialidades y sociabilidades, próximo a la trialéctica del análisis espacial de Lefebvre, Babha y Soja. Así, se permite entender el sentido que tienen en aquel ‘entre lugar’ o tercer territorio, los trabajos que se presentan en la primera parte del libro sobre identidad étnica, pueblos originarios, mediados e impactados por el despojo, las transformaciones territoriales y las migraciones interestatales: ciclo de procesos que llevan a explorar la pregunta que se plantea en la parte dos del libro en cuanto a ¿cómo sobrevive la gente del campo? Su despliegue interpretativo en tanto la pluriactividad, el multiempleo y las remesas, asuntos en los que aparecen implicadas la triada mujer-salud-trabajo, así como la relación agua-riego-ritual, en donde se juegan las prácticas de reproducción de la agricultura urbana. Con ello se ensambla la parte tres del libro, en razón a las preguntas por la alimentación, el metabolismo urbano, la gentrificación y los impactos ambientales a consecuencia de la gestión de residuos sólidos y el retador tema de avanzar hacia la constitución de indicadores de sustentabilidad en aquellos espacios que se recrean a partir del vínculo rural-urbano.
A cada cierre de capítulos, el libro me interpela, intuyo en él la base constitutiva de una ciencia social rural innovadora que, percibo, es la base epistemológica que soporta todo el texto, me refiero así a la discusión que de fondo nos deja en cuanto a la necesidad de avanzar en el reconocimiento de la función social de la agricultura urbana y de ella su expresión como práctica ecológico-política para constituir las bases de un nuevo urbanismo.
Aportes metodológicos
El texto reúne una rica contribución de procesos de investigación en los cuales destacan, primero: el análisis de la reconfiguración histórico-espacial del extractivismo metropolitano a partir de los avances demográficos y los impactos en la agricultura campesina. Segundo: el rastreo de la conflictividad en los procesos de territorialización por el acceso y uso de tierras en medio de prácticas comunitarias de resistencia, cambio y continuidad, y un análisis innovador, por ejemplo, en la contribución de Dalia Cortés en su estudio sobre los ‘nuevos sujetos rurales juveniles’, asunto que aborda analizando las relaciones entre escuela-tecnología-redes sociales comunitarias-migración. En ese mismo orden, el trabajo de Cecilia Muñoz y Miguel Ávila en el análisis sobre la resiliencia socio-agroecológica en la cual se vinculan nuevas soberanías energéticas-tecnológicas y ecológicas, integradas ahora a la ya nombrada soberanía alimentaria. Y tercero, se destaca el uso de los métodos etnográficos integrados: las microhistorias y las narrativas a través de las cuales el libro se construye, deja ver el ámbito territorial entre lo rural y lo urbano como una construcción intrínsecamente discursiva.
La concepción de los sujetos implicados en el reacoplamiento de las zonas rurales y de sus nuevas relaciones emancipatorias
El libro tiene una aportación de fondo, con la cual se logra conceptualizar el sentido de sujetos sociales que le otorgan significado a aquellos lugares de vinculación rural-urbana, a los cuales yo les llamo en mis estudios ‘lugares rururbanos periféricos’, en donde la relación de despojo y el avorazamiento de los recursos comunes naturales de los pueblos originarios significa también el deterioro y destrucción del tejido urbano y rural de la Ciudad de México.
A lo largo del libro se puede ver que, en muchos de los casos, la reproducción social-cultural y productiva en las relaciones rural-urbanas se ha ido recreando desde sus actores locales, pues se trata de territorios estrechamente relacionados con su historia y sus formas específicas de organización social que forjan una identidad colectiva en la urbe. Hablar entonces de territorio implica reconocer que está inmerso en constantes transformaciones y contradicciones, ya que se trata de enfrentar las relaciones de poder, el deterioro de sus tierras, la fractura de sus relaciones sociales, los nuevos actores sociales, los asentamientos humanos irregulares, etc.
Vemos entonces que, aquel sujeto que se nombra en el libro, es un sujeto determinado espacialmente, aunque la lectura del texto señala un horizonte de relaciones histórico-dialécticas. La espacialidad de su narrativa recrea a un sujeto colectivo que reconoce su experiencia pasada, presente y futura; se desenvuelve entre prácticas de resistencia y autonomías fragmentadas, persiste en tanto redes fluctuantes y permanece vinculado y localizado en sus pequeñas parcelas en las que se simbolizan, demarcan y significan, identidades multidimensionales. Estas nociones son próximas a la idea de la Geografía de la Diferencia en David Harvey, la cual se constituye como unidad productiva campesina que se caracteriza por ser diversificada, punto de confluencia de migrantes internos (indígenas). Allí el trabajo de Itati Moreno y Javier Aarón distingue la persistencia étnica y a la vez tiene lugar la reafirmación de los liderazgos femeninos en la educación, la lucha y el cuidado, según la contribución de Dalia Cortés. En este orden de ideas, aquel sujeto rururbano da cuenta de una práctica híbrida que orienta su
acción con arreglo a afectar, influir o controlar su relación con el entorno, tal y como lo revela el trabajo de Brenda Escutia en su análisis sobre San Luis Tlaxialtemalco, Xochimilco. El impacto de las transformaciones territoriales trae consigo cambios negativos en la comunidad, además de la pérdida de tradiciones, aunque las nuevas formas de resistencia giran en torno a la preservación de sus valores históricos e identitarios.
En las relaciones campo-ciudad, se analizan principalmente los momentos marcados por los procesos migratorios, la nueva ruralidad y el análisis de las nuevas relaciones campo-ciudad en zonas metropolitanas. Los procesos de crecimiento urbano y la gran expansión de la Ciudad de México hicieron que los pueblos originarios se fueran transformando de manera gradual, convirtiéndose en zonas industriales por encima del tejido social y cultural. Para dar cuenta de lo anterior es importante mencionar que el crecimiento de la Gran Ciudad ha provocado una serie de problemáticas que van desde la reducción de tierras productivas, como es el caso de la zona chinampera en Xochimilco y de muchas colonias, barrios y pueblos originarios que han abandonado la vida rural y sus formas de producción, para dar paso a proyectos de desarrollo inmobiliarios, habitacionales y comerciales. A la par, también se han generado formas de resistencia y alternativas de sobrevivencia.
Reflexiones finales
Este libro nos permite avanzar en la emergencia de una Investigación profunda basada en el lugar, para promover el diálogo entre las escalas de la planeación urbana, que explicite sus análisis en términos de distancia, división y densidad (tres D), para lo cual este manuscrito nos ofrece un diálogo con las escalas territoriales que exigen su redistribución económica, su reconocimiento cultural y su representación política mediante los cuales es posible interpretar aquel umbral de los Lugares Rururbanos que allí se describen y se revelan como expresión de una cultura-valor en donde la tierra, como bien productivo, se sustrae ante su inadecuada apropiación a consecuencia de la concentración latifundista, la dispersión minifundista y la colonización periférica depredadora. Se trata de la concurrencia de factores negativos que dan cuenta de la necesidad absoluta de reconocer aquellos lugares y sujetos como bienes jurídicos de especial protección constitucional, y en los campesinos y comunidades originarias que los habitan un Corpus iuris, orientando garantizar su subsistencia y promover la realización de sus proyectos de vida.
Este asunto implica entender el “derecho de estos territorios como base de una justicia cognitiva, en la que se permita leer realidades múltiples para generar una especie de espacio intermedio cognitivamente válido y corporeizado en su conjunto, que permita acercar lo que la globalidad contemporánea se ha empeñado en separar” y que este libro se empeña en ensamblar (Nates, 2020).
Referencias
Lefebvre, H. (1994) “La producción del espacio” en Papers: revista de sociología, núm. 3.
Nates, B. (2020) “El derecho al territorio como base de la justicia cognitiva” en Disparidades. Revista de Antropología, núm. 75 (1), enero-junio. Colombia: Universidad de Caldas.