Veredas. Revista del Pensamiento Sociológico

Marlene Romo Ramos / Profesora de tiempo completo en la Facultad ed Filosofía y Letras de la UNAM. Colegio de Pedagogía. Sus líneas de investigación: estudios sobre ciudadanía y educación, pedagogías sociales, democratización de la educación en México y América Latina. marleneromo@filos.unam.mx

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A la memoria de Víctor Hugo Pagliaroli.
Educador popular argentino comprometido
con las niñas y niños trabajadores
en la Ciudad de México.

El exilio argentino en México que tuvo lugar en la década de los setenta fue un hecho histórico muy relevante que nutrió una conciencia latinoamericana en nuestro país. Aquí y a nivel regional produciría no sólo un posicionamiento político de la izquierda subcontinental, sino que colocó en el horizonte político las nociones de democracia y de derechos humanos que se mantiene hasta nuestros días. La comunidad intelectual que llegó aquí junto con otros grupos de exiliados latinoamericanos aportó de manera relevante a la construcción de una epistemología regional que alimentaría en particular a las ciencias sociales, a la economía, a la literatura y por supuesto, al campo de la educación.

Me interesa destacar la relación entre la militancia de izquierda y el pensamiento pedagógico dentro de un contexto complejo que, a pesar de todo, fue un tiempo fértil para las ideas.

En particular me referiré al trabajo que Adriana Puiggrós realizó como tesis doctoral en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en 1983 y que de manera posterior se convertiría en el libro canónico La educación popular en América Latina. Orígenes, polémicas y perspectivas. La autora es hoy una de las intelectuales latinoamericanas más relevantes, pues no sólo han producido una importante obra académica, también ha defendido a la educación pública de las imposturas neoliberales.

I. El contexto. Exilio argentino en México

El 24 de marzo de 1976 se lleva a cabo en Argentina un golpe de estado contra el débil gobierno de Isabel Martínez de Perón, con lo que se desmantela un gobierno civil para dar paso a un orden social dictatorial comandado por una junta militar que nombra como presidente a Jorge Rafael Videla. A partir de esa fecha se intensifica la represión que ya desde 1974 se ejercía contra aquellos ciudadanos sospechosos de subversión por el grupo paramilitar denominado la Triple A: Alianza Anticomunista Argentina.

Así que de forma súbita, muchos ciudadanos que llevaban a cabo de manera libre su labor cotidiana como docentes, escritores, periodistas, académicos, científicos o artistas, fueron señalados de enemigos de la dictadura y fueron perseguidos, acosados, detenidos, torturados y desparecidos del mismo modo que aquellos que estaban organizados en movimientos guerrilleros (como fue el caso de los Montoneros) u otras formas de organización política en resistencia contra la dictadura.  La represión alcanzaba a mujeres y hombres “con convicciones de izquierda en diversos gradientes” (Bernetti y Giardinelli, 2003). Ante esta situación se vieron forzados a salir de ese país aproximadamente 40 mil personas durante los últimos años de la década de los setenta.

Para las víctimas reales o potenciales de la represión, el exilio se percibió como la única posibilidad de resistir a la dictadura militar y de escapar a la muerte, la tortura, la desaparición o la cárcel. La decisión de abandonar el país simbolizó un quiebre con la patria y una inevitable separación de familiares, amigos, costumbres, tradiciones. (Candia, 2012: 17)

Así pues, llegarían a México cientos de exiliados solos, en parejas o en familias, sin ninguna de sus pertenencias. Lograron tomar un avión o cruzar las fronteras gracias a los buenos oficios de algunos organismos internacionales, pero sobre todo, de los diplomáticos mexicanos que trabajaban en la embajada en Argentina y que –de acuerdo con los testimonios recuperados por Candia (2012), Bernetti, Giardinelli (2003) y Yankelevich (2009)– se esforzaban de modo ejemplar en extender visas, facilitar trámites y en los peores momentos, dar refugio en la misma embajada a los perseguidos. Eran los últimos años del sexenio de Luis Echeverría y durante su gobierno México acogió a miles de ciudadanos de América del Sur perseguidos por las dictaduras, y como lo explican Bernetti y Giardinelli, llegaron a México en su última etapa del nacionalismo revolucionario y en su mejor momento –desde el Cardenismo– de su política de asilo.

Hay que decir, sin embargo, que aunque la política de asilo de Echeverría sin duda fue encomiable y saludable para nuestra sociedad, se contradice con la represión contra la disidencia radical, la marginación de los partidos de izquierda y los golpes contra la libertad de prensa. Este contraste fue observado también por aquellas y aquellos que se exiliaron en el país durante esos años.

II.   Tiempo de exilio, tiempo de reacomodos y pensamiento

A decir del entrañable poeta Juan Gelman en una entrevista: “El exilio produce una profunda sensación de desamparo, de vivir a la intemperie”. Para las personas que llegaron en los años setenta, perseguidos, asustados, México representó un lugar de refugio, pero también un reto. Se ha escrito mucho del choque cultural entre argentinos y mexicanos; el forzado encuentro con esta ciudad, que ya era enorme, inasible, contaminada; tan poco dada a la tertulia, a los debates en cafés, a la vida nocturna como en Argentina. No fue fácil, nunca lo es. La Ciudad de México en los años setenta era aún muy provinciana, muy poco cosmopolita. El nacionalismo exacerbado por la escuela, el cine y los políticos, provocaba sospechas, sobre todo aquel extranjero que no quisiera comer mole o sostener las formas barrocas del “mande”, “gracias, pero no quiero dar molestias”, “está usted en su casa”, “con su permiso-es propio-por favor”, en todo momento. Pero también, fue un lugar generoso que garantizó que los exiliados vivieran en paz y se ganaran el sustento con su trabajo.

Como ya se mencionó, muchos de los ciudadanos argentinos tenían experiencia profesional y grados académicos que les permitió trabajar en la prensa nacional como el Uno más Uno, el Excélsior o El Día, y particularmente en la academia. Recordemos que fueron esos los años de la bonanza petrolera y las políticas del Estado benefactor se encontraban en plenitud, por lo que se inauguraron diversos centros de educación superior en la capital: la UAM, la FLACSO, el CIESAS, el CIDE, en donde esta comunidad participó como fundadora de esos proyectos. La UNAM, el IPN, El COLMEX también abrieron sus puertas a profesores e investigadores que han aportado mucho a estas instituciones. En diversos testimonios se hace mención sobre como el trabajo ayudó al arraigo, permitió reacomodar lo que se es, lo que se sabe, y ponerlo en común en el lugar de llegada. Como un acto de integración, para existir, ponerse en pie, reconocerse, continuar.

Para seguir el contacto con la tierra que dejaron y continuar la actividad política desde el exterior, se formaron organizaciones de argentinos en el exilio; por un lado, los militantes montoneros en el Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino (COSPA) y por otro, aquellos que no simpatizaban con la vía armada en la Comisión Argentina de Solidaridad (CAS). Estas dos organizaciones facilitaron la vida de los que ya estaban en México y los que venían en camino ayudando a conseguir dinero, vivienda, empleos, apoyo psicológico, servicios de salud, guardería y a mantener la convivencia cotidiana. Además, estas dos organizaciones permitieron mantener la resistencia a la distancia, hacer denuncia abierta contra la dictadura y posicionar un discurso de derechos humanos que a la larga sería definitivo para lograr el castigo para los opresores y organizar comisiones de la verdad.

El exilio argentino en México coincidió con otros exilios latinoamericanos; el chileno, el uruguayo, el brasileño, el guatemalteco, el boliviano, el salvadoreño y el nicaragüense. Eran tiempos convulsos, ricos de cuestionamientos, de desencanto, de espera. Y todo esto pasaba en México que era un Estado autoritario que, paradójicamente, les abría la puerta a sujetos con ideas de reivindicaciones sociales.

La vocación latinoamericana la descubrieron los exiliados en México y también los mismos mexicanos que estuvieron cerca de ellos. No es casualidad que la Licenciatura en Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, fundada en 1975, floreciera en esos años.

III. Un ejemplo de la vocación latinoamericana como proyecto emancipador:  la educación popular y la obra de Adriana Puiggrós

Una de las representantes más conocidas del exilio argentino es Adriana Puiggrós, hija de Roberto Puiggrós, ex rector de la Universidad de Buenos Aires, (la UBA), un hombre con una reputación limpia y vocación latinoamericanista que generó un liderazgo importante entre sus paisanos avecindados aquí. Nos queda claro que Adriana compartía esa vocación y durante los años que vivió en este país, integró el pensamiento latinoamericanista en sus estudios de maestría en el Departamento de Investigación Educativa (el DIE) del Cinvestav y en el doctorado en pedagogía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

La obra que produjo en México busca entender cómo operan las alternativas pedagógicas en América Latina, sus orígenes y sus posibilidades. Y a esta búsqueda se integraron colegas mexicanas como la profesora Marcela Gómez Sollano.

Indagar sobre lo político requiere, como mencioné al principio, de un puente epistemológico y, para construirlo, se apoyó en la recuperación de diversas experiencias de educación en América Latina que han tenido como voluntad ayudar a que los pueblos logren su libertad al obtener su reconocimiento de ciudadanía plena. Este es el fundamento de la Educación Popular.

Su trabajo de investigación realizado en México sigue la pista a los modos pedagógicos, proyectos y discursos alternativos, que desde el siglo XIX antagonizan con el modo hegemónico operante y que tienen la potencia de construir sujetos libres.

A partir del planteamiento Lo pedagógico está en todas partes, la investigación da cuenta de cómo la pedagogía funciona como reflejo de otros campos teóricos como el pensamiento económico, político, sociológico, psicológico y lo ideológico. La pedagogía como campo en disputa se construye entre la contradicción y el conflicto. Produce sentidos y prácticas múltiples. Su trabajo contemporizó con los de Iván Illich, Bourdieu y Foucault en materia de educación.

Puiggrós, planteó que existen alternativas al sistema educativo importado del modelo napoleónico cuya misión ha sido construir y mantener la hegemonía ¿Cómo romperla? Por medio de otros proyectos educativos.

Este trabajo se nutrió de la cuidadosa lectura de Antonio Gramsci, de Luis Althusser, de Marx y otros autores europeos, pero también con la riqueza reflexiva de los intelectuales de nuestra América con quienes entabla un diálogo para buscar los orígenes de los discursos educativos no hegemónicos. Es evidente que en México se encontró con los teóricos de la dependencia como Ruy Mauro Marini, Teothonio Dos Santos, el potente sociólogo boliviano René Zavaleta –entre otros– que, al igual que ella, buscaban otras explicaciones al atraso de nuestros pueblos, como serían los problemas del desarrollo “desigual y combinado” del que hablaba Agustín Cueva, y desde un análisis sistémico y complejo basado en lo que Pablo González Casanova llamaría también por esas fechas “la sociología de la explotación”. Así como se construyeron teorías que dan cuenta cómo hay un modelo de desarrollo capitalista de primer mundo que fue impuesto sin éxito en las periferias, Puiggrós explica cómo un modelo educativo burgués y europeizante tampoco sirve para la emancipación de los pueblos latinoamericanos. Su obra forma parte del legado intelectual latinoamericano pensado y construido en México.

La obra en cuestión elabora una serie de lecturas pedagógicas de los discursos políticos para resaltar las posibles prácticas y sentidos pedagógicos distintos a los dominantes entre los siglos XIX y XX que influyeron la toma de conciencia de los sujetos. Por una parte, indaga cómo se construyó el andamiaje discursivo de autores como José Carlos Mariátegui, Haya de la Torre, Julio Antonio Mella, César Augusto Sandino y Aníbal Quijano, y cómo a su vez estos autores fueron influencia para la organización y construcción de proyectos pedagógicos. Destacan los procesos de enseñanza entre pares como los de los obreros sindicalizados con militancias socialistas o anarquistas, o la pedagogía indianista que se producía en losAndes o el sentido de justicia social que arrastra el discurso revolucionario mexicano. Mientras, de forma paralela hay un modelo liberal de educación que logra concretarse en la escuela pública del siglo XIX cuya misión es ciudadanizar a los sujetos y homogenizar las prácticas sociales, y capacitar para la vida urbana y el trabajo industrial. Para ella, la escuela “oficial” produce sujetos “oficiales”. Por lo que las alternativas educativas que muestra en su trabajo son las que permiten el disenso y la acción transformadora.

Su análisis propone visibilizar otras trayectorias de pedagogías diversas, antagónicas; alternativas también llamadas educación popular en América Latina, que pretenden “combatir la concepción despolitizada de la pedagogía” (1983: 17) y permitan “la posibilidad de realizar una lectura pedagógica de cualquier proceso social, pues lo pedagógico está en todas partes”. En su trabajo muestra cómo los discursos políticos populares contienen en sí mismos elementos pedagógicos que fortalecen la noción de pueblo contra el bloque de poder.

El libro La educación popular en América Latina. Orígenes, polémicas y perspectivas,   recupera el carácter transformador de los procesos educativos y aporta una mirada democratizadora de la educación que posibilitó de manera posterior, construir nociones teóricas sobre modelos de educación popular, incluso de tipo comunitario y con alcances transformadores locales, pues puso en la mira a las pedagogías que aún juegan un papel preponderante en el desarrollo de procesos democratizadores populares  

El estudio de la Educación Popular Latinoamericana que construyó Adriana Puiggrós nos ha aportado los siguientes elementos de análisis que aún son discutidos en la región y se encuentran vigentes en los estudios pedagógicos de nuestros días.

  1. La producción pedagógica no es campo sólo de los sujetos dominantes. La transformación cultural ha sido asumida por los grupos populares desde las luchas independentistas.
  2. Muestra las redes que vincula el saber con el poder y muestra cómo se han tejido los saberes legítimos y los saberes ilegítimos.
  3. Para América Latina la categoría ‘barbarie’ no aplica a la ignorancia o al “estar fuera” de la civilización, sino que se impone en un orden social que aniquila sujetos.
  4. El pueblo no sólo es destinatario de la educación, es productor de procesos educativos.
  5. Si bien se precisa de un Estado y su tarea de cohesión y de creación de sentidos, no debe ocupar todo el espacio de la tarea educacional.
  6. La pluralidad de visiones como noción de representatividad.


A manera de cierre

El mundo que dio luz a esta investigación, así como la sociedad en la que llegaron las y los argentinos a México entre 1976 y hasta principios de los ochenta, ya no existe. Ya no hay horizonte socialista, ya no hay URSS, Cuba y su revolución vive tiempos inciertos y las ilusiones de la Revolución Sandinista desaparecieron muy pronto dando paso a un gobierno autoritario. La guerra por la liberación se perdió en el Salvador y también en Guatemala y el neoliberalismo se integró en nuestras vidas no sólo como una fórmula económica, sino como una forma cultural que alienta un pensamiento único. Vivimos entre el desgaste de las utopías y el desencanto. México dejó de ser tierra de asilo a ser tierra de maltrato a migrantes.

En medio de tanto desconcierto, vale la pena hacer un recuento de lo que nos ha constituido como comunidad latinoamericana a partir de las obras que fueron creadas para inventar alternativas de vida colectiva y muchas son parte de ese intenso período del exilio argentino en México que construyó un pensamiento fundamental.



Referencias:

Bernetti, J. y Giardinelli, M. (2003) Memoria del exilio argentino en México durante la dictadura 1976-1983. Argentina: Editorial UNQ.

Candia Gajá, A. (2012) Literatura y exilio:  el caso argentino: la narrativa de Mempo Giardinelli y Tununa Mercado. Tesis de maestría en Estudios Latinoamericanos. México: UNAM.

Puiggrós, A. (2016) La educación popular en América Latina. Orígenes, polémicas y perspectivas. Argentina: Colihue.

Yankelevich, P. (2009) Ráfagas de un exilio. Argentinos en México, 1974- 1983. México:El Colegio de México.