Veredas. Revista del Pensamiento Sociológico

De la serie Urbano/ 2018

Isis Saavedra Luna / Doctora en Ciencias Sociales, UAM-X. Socióloga e historiadora. Profesora investigadora de tiempo completo, Departamento de Relaciones Sociales, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.

I.

Víctor Alejandro León Pérez, nacido en la ciudad de México, es un artista plástico egresado de La Esmeralda, la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado perteneciente al INBAL, una de las escuelas de arte más prestigiadas de México, fundada en 1943. 

La conversación fluyó desde el primer instante que comenzó a hablar de las piezas que componen este ensayo visual sobre su obra. Hizo un recuento de su trayectoria, motivaciones, intereses y fuentes de inspiración mediante las cuales se conecta con el mundo, con su entorno y con la docencia que ejerce en una escuela para personas con discapacidad a quienes introduce en el arte.

Su obra, plantea él mismo, es un paradigma. Es decir, surge de una serie de conceptos, valores y prácticas que definen su forma de entender el mundo, pero principalmente de su necesidad de plasmarlo. Desde sus primeros proyectos, una serie de retratos al óleo realizados en gran formato, explica que fueron influenciados por el expresionismo alemán y el neo expresionismo, a través de pintores como Otto Dix (1891-1969) o más recientemente, Anselm Kiefer (1945) y Martin Kippenberger (1953-1997); los tres, renombrados artistas alemanes del siglo XX. En la obra de Dix, figura destacada del Movimiento Expresionista y más adelante del Movimiento Nueva Objetividad, se reconoce la crudeza y las desgarradoras consecuencias de la primera mitad del siglo XX, es decir, de la Primera Guerra Mundial; de la vida en la posguerra y de las tensiones sociales de la época. Kiefer, por su parte, expresa el impacto de la Segunda Guerra Mundial en su obra através de las tensiones provocadas por el nazismo y el holocausto; mientras que Kippenberger, figura central del Movimiento Posmoderno, es reconocido por su enfoque irreverente del arte y su crítica mordaz a la institución artística y a la cultura contemporánea: “me encantaba la manera tan gestual, cómo resolvían sus imágenes, sus composiciones y el gesto para enfatizar descontento”, el objetivo de esos primeros proyectos fue intensificar todo de forma dramática, explica Víctor León. Es en estas influencias, en este eco, que se puede explicar lo perturbador de algunos de sus cuadros en tanto fueron influenciados con los artistas alemanes que plasmaron las guerras. 

También tuvo influencia del cómic y de pintores como H.R. Giger, creador de Allien, un artista tanto “industrial, como sexoso” –define–, de quien considera tuvo una forma nueva y original de plantear el cuerpo. León relata que Giger es un artista alemán de la posguerra que vivió en una zona ferroviaria que recibía a los muertos de la Segunda Guerra Mundial, razón por la cual su arte está impregnado de traumas y transgresiones que lo hicieron imaginar alienígenas, vaginas y penes fusionados con armas y trenes. Su realismo fue una de sus primeras influencias, incluso, antes de los expresionistas. Recuerda Víctor León que durante la pandemia del covid-19 trajeron una exposición de él a la Ciudad de México, que fue cerrada por ser considerada transgresora y provocadora. Nos aclara que  nunca fue su intención imitarlo, sino inspirarse en él para interpretar la realidad desde su entorno, su humor y con sus propias herramientas, materiales, luz e historias, tal vez desde las cantinas y pulquerías que ha conocido y desde sus vivencias cotidianas, que  podrían ser sus viajes diarios en el  metro de la Ciudad de México o el ambiente bohemio que ha conocido.

Para profundizar en su obra, nos habla del retrato, a través del cual plantea un nuevo paisaje que dice mucho del individualismo de nuestros tiempos y de la forma en que vamos configurando nuestra identidad en medio del caos vial, del tumulto en el que estamos inmersos y de la dinámica de la propia ciudad: “tú sales en una urbe y no ves montañas o pinos, sino tumultos de gente. Entras al metro y hay tumultos de gente, vas al súper y hay tumultos de gente. Las avenidas –Tlalpan, por ejemplo– están repletas de autos [otro indicio de urbanidad, el caos vial]. Entonces, empecé a construir la idea de cómo también tenemos esta necesidad de inmortalizarnos y el retrato es una forma de hacerlo”.

Como cualquier individuo que vive las problemáticas de nuestros tiempos, Víctor León no puede ser un artista de tiempo completo, para vivir trabaja enseñando arte en una escuela para personas con discapacidad, situada al otro extremo de donde vive. De esos viajes, del contacto y de la interacción con las personas con las que se cruza diariamente, construye sus “bitácoras de trabajo”, como las llama, con dibujos y bocetos de personas anónimas que transitan a su alrededor: “yo vivo del lado sur de la ciudad y tengo que ir a Naucalpan a trabajar; entonces, la circunstancia te va dando la pauta. [Lo que hago] es una cuestión vivencial, voy en el metro, dibujo gestualidades y hago estos retratos [con economía de líneas por la velocidad que requiere el ir en un espacio en movimiento]. La idea era realizar un ejercicio de memoria, ya que no siempre logras captar todos los detalles de una persona. Recuerdas vagamente cosas esporádicas que te impactan. Y aunado a eso, el color da un tipo de carácter, crea una atmósfera y da una identidad a esa persona, porque puedes verla al cien, pero al mismo tiempo, puede ser nadie; sin embargo, al plasmarlo, tú ya le diste una identidad”. Es decir, realiza un ejercicio de interpretación influenciado por su propia cosmovisión y al mismo tiempo, “un registro de personajes”. El impacto que causan ciertas personas corresponde, dice él, “al azar, entre comillas, porque obviamente sí hay una intención de encontrar al personaje que destaca por alguna peculiaridad: esa chica, esos ojos, el cabello, incluso el outfit, pero en realidad es más concentrarse en el rostro”. 

Dicho proyecto fue realizado entre el 2004 y el 2007, cuando todavía era un estudiante de La Esmeralda. Menciona que una vez captada la esencia del personaje, trabajaba en su estudio para llevar la pintura al óleo; agregaba color y se adentraba en lo estético y en su propia interpretación del rostro. Fue una época, recuerda, en donde la música jugó un lugar importante en su proceso de creación. En ese entonces el rock lo acompañó: “la música en general te genera en el cerebro dopamina yserotonina, que te alegra y te cambia de humor [hasta llegar a la euforia, punto clave para la creación en su caso], como decía Gustavo Cerati: ‘me gusta poner música triste para sentirme bien’. Me encanta esa frase porque es un ejercicio que yo practicaba mucho. Ponía música melancólica y me sentía muy bien en ese estado, eso me ayudaba a crear [pues es un estado en el que me encuentro más suceptible, meditabundoy perspicaz]. El color y el gesto del trazo lo relacionaba mucho con la música. Tuve una racha de estar escuchando a Iggy Pop and The Stooges, y ¡uff, me encantaba ese estilo! Entonces, de verdad que quedaba plasmado ahí. De hecho, tengo una pintura grande de esa época (Personaje número 37)”. 

Víctor León nos cuenta una anécdota sobre ese período que permite comprender la manera en que el entorno y el tiempo que se vive moldea e influye de manera similar en las personas, en las corrientes artísticas y, por su puesto, en el imaginario colectivo. Sucedió en una época en que compartió departamento con un amigo, considerado por él un dibujante extraordinario, Ángel Chávez, alias “El conejo muerto”. La historia surge a partir del retrato que tiene colgado en la pared. Se trata de un artista nacido en Puebla del que considera, recibió fuerte influencia: “él estuvo viviendo aquí un tiempo cuando yo estaba trabajando en esto, entonces empezamos a mimetizarnos. Él y el maestro de dibujo se dieron cuenta. Ricardo Morales, el maestro de dibujo, nos dijo: ¿quién está copiando a quién?, porque íbamos a soluciones muy similares. Entonces decidió irse y retomó otra vez su línea [pero seguimos coincidiendo] en temáticas como el paisaje urbano y en los personajes…”. No es de extrañar dado que tenían historias de vida muy similares, los mismos intereses, incluso escuchaban la misma música, si bien, finalmente: “cada uno fue plasmando sus matices”.

El vínculo entre la música y el arte fue el detonador para la creación de personajes anónimos en esa etapa de su vida. Imaginaba e interpretaba el mundo social en el que vivía con el único objetivo de plasmar a los habitantes de esta ciudad y dar su visión del mundo. “Era gente con la que me cruzaba en el metro, en el banco o en cualquier lugar donde me parara [veía la oportunidad de apropiarme de la esencia de las personas que me rodeaban]. ¿Por qué retrato? Porque es lo que veo, veo personas. A donde voy, veo personas”. Su intención no era imitar, ni copiar, aclara, “sino más bien replantear, yo le llamaba deconstrucción de la imagen: tú eres con determinadas características, pero yo te deconstruyo para crear mi arte”.

Fue una época productiva… “Tengo como unas seis bitácoras así, más la pintura, grabado y litografía, que es el proyecto que quiero exponer y el más completo que he tenido y en donde empecé a construir [una serie de imágenes que radican entre lo real y lo ficticio]. Empecé planteando paisajes [urbanos], experimentaba con la técnica, con las temáticas, estaba buscando un lenguaje propio, un discurso de mi obra hasta que llegué a esto. Fue cuando descubrí a los expresionistas alemanes”. De los pintores mexicanos menciona que tuvo influencia de José Clemente Orozco en la misma época, “el mejor dibujante del mundo, según Picasso”, agrega.

Víctor León recuerda que pasaba mucho tiempo dibujando en cantinas y pulquerías, incluso más que en el metro: “los comensales eran gente mayor con fuertes expresiones en el rostro, ahora ya está de moda entrar a la pulquería y todo el mundo va [a esos tugurios]. Las mujeres no entraban, y si entraban, les tenían un espacio aparte. Cuando me di cuenta de eso, dije: ‘no, pues tienen que estar también’ [con el tiempo las mujeres fueron ganando terreno hasta apropiarse de estos espacios]. De repente también inventaba personajes, no todo era copiar, y eso tiene mucho que ver con la influencia del cómic. Se va amalgamando todo: la música, el cómic, los expresionistas, José Clemente Orozco y la crudeza como planteaba a la sociedad en su arte, fueron clave en mi proceso creativo”.

Comenta que retomó del cómic las perspectivas y la exageración de las expresiones faciales, “leía mucho Batman, todo Marvel, X-Men y los Avengers, pero especialmente Spider-Man. Luego salió una editorial que se llama Image, donde crearon a Spawn [que se formó cuando] todos  los dibujantes de los noventa que estaban en Marvel, Eric Larsen, Todd McFerland, entre otros, decidieron fundar una editorial porque Marvel no les daba sus regalías o no quería reconocer que ellos eran los autores y que no les pagaban lo justo, así que decidieron hacer su propia editorial y crear sus personajes.  Después Marvel los volvió a contratar porque se volvieron muy famosos. Hicieron una época de oro. Tuve suerte de que me tocó una etapa muy rica del cómic. Después la industria creció y bueno, ahora el cine es el que explota todo lo que se hizo en los noventa y ochenta”.

II.

Su segunda etapa como artista, explica, surgió de su propia necesidad de pintar al personaje completo en formatos grandes y verticales, podría decirse que fue la evolución del retrato o su complemento, pero también buscaba plasmar lo inmediato de nuestro tiempo. “Descubrí que tiene que ver con la dinámica de la ciudad [con la prisa], entonces [lo pensé] como lo hace ahora la gente de diseño, la gente de la mercadotecnia, que crean logotipos, que crean símbolos para dar una lectura fácil. Y entonces, si tú ves esto, es una lectura fácil e impacta al mismo tiempo. Para mi el color es una herramienta, es ocupar la psicología del color para enfatizar la fuerza en los personajes, crear impacto en el espectador y que se queden con eso [un vínculo psicológico entre figura, fondo e idea]; hay flashazos que son los que te impactan y se quedan en tu memoria. Siempre hay algo, un color, el color de un vestido, el color de unos tenis, el color que predomina sobre lo demás. El color como una forma de crear atmósferas, el color inspirador como herramienta fundamental en mi obra”. 

Cabe mencionar que los personajes plasmados no tienen nombre para Víctor León, sólo llevan un número porque son parte de un registro que forma parte de una serie de personas que algún día cruzaron por la vida del artista, pero después, al ser interpretados, se volvieron parte de él. Así se explica el Personaje 17 que, como muchos otros, se transformaron y pasaron a formar parte del cosmos urbano del autor. 

La técnica es un tema importante porque no es un proceso separado de lo creativo, en el caso del óleo, aún cuando es un procedimiento que por su naturaleza implica ritmos pausados, él lo aceleró para seguir el ritmo de la dinámica urbana. “Trataba de ganarle tiempo al óleo y algo que me agradaba hacer era ensuciar la paleta, formalmente tendría que haber esperado que se secara el fondo, pero lo que hacía era intervenir todo rápido, para que quedara de forma gestual. Mi idea era evidenciar la dinámica urbana cada vez más caótica [porque caminar sin esquivar a otra persona en el transitar de las principales calles de la ciudad, es imposible en estos tiempos]. Otra parte de esa etapa fue retratar tumultos de gente en donde hablaba de un nuevo paisaje a partir de personas”.

Víctor nos habló de algunas de sus obras: el Personaje 37 inspirado en Iggy Pop o de la mujer rubia, que nadie lo sabe pero está inspirada en Rita Hayworth. También mencionó un elemento que podría decirse, orienta su trabajo: “la estética de lo feo”. El motivo es el siguiente: “no quería ser complaciente, me interesaba el arte de lo feo, por decirlo así, una estética que no cumpliera con esos estándares de belleza griegos e italianos, [se trataba de] plantear una estética. A fin de cuentas, también lo grotesco tiene su propia estética, quería verme muy dramático, grotesco ¿por qué tendría que ser bonito? Si hay belleza de otra manera. Eso era lo que me interesaba”.

Otros personajes que aparecen en su obra tienen un aspecto más alegre porque, aclara, realmente así eran las personas, sin embargo, también hay que decir que su risa es “dislocada, sardónica, exagerada, que deforma”. El efecto imaginado por él es el de una persona alegre, que ríe, pero que al ser vista en cámara lenta y descubrir cómo se deforma la cara, deja de ser agradable: “no todo el mundo es Televisa. Digo, con todo el respeto al trabajo de esa gente [los artistas responden a las exigencias de las masas]; sin embargo, las primeras animaciones de Walt Disney son muy perversas [bélicas y hasta racistas], ahora todo el mundo se volvió susceptible, todo el mundo ahora es frágil y hay que cuidar las formas”.

III.

Víctor León también interpreta la condición humana desde la naturaleza animal. Sus animales aparecen enojados o hambrientos, como son en cuanto a la voracidad que tienen por sobrevivir, pero emulando la naturaleza de las personas, explica. Entre los animales que forman parte de su obra, nos muestra una ballena anaranjada que no se observa especialmente violenta o deformada, sino con cierta belleza estética, aunque sus colores brillantes y fuertes son una forma de protestar por el cambio climático. Comenta que la ballena fue parte de un ejercicio para “descansar” de pintar las zonas oscuras del alma humana, sin embargo, no pudo evitar mostrar el sufrimiento de la ballena a través de los cambios de color debido a la afectación que los animales más grandes del planeta están padeciendo por el cambio climático: “el color anaranjado que predomina en la ballena es la denuncia a los estragos que hemos estado ocasionando al planeta. El fondo que está en un azul profundo es porque dentro de toda esa inmensidad que es el mar, hay un caos que pasa desapercibido”. 

El nombre de la exposición organizada por la Universidad Pedagógica Nacional en donde se presentó su serie de animales fue “Divergentes aproximándose”. La obra que dio nombre a la exposición es un gorila enfrentándose. Comenta que, en su caso, “los divergentes somos nosotros porque estamos apropiándonos de su territorio. Quería que causara ese impacto visual de: ya te estás pasando”.

Lo mismo, el artista se sumergió en el universo marino de los pulpos, dice: “me encantó saber cómo es el caso del pulpo, porque nosotros tenemos una genética con la que nos transmitimos la información, pero ellos parten de cero y logran llegar a resolver cosas impresionantes con su inteligencia. Eso me impresionó mucho, pensé: si nosotros fuéramos pulpos, seguramente estaríamos menos estereotipados, tal vez pudiéramos ser más originales y a partir de esa idea empecé a imaginar cómo relacionar a los animales con nosotros, por ejemplo, como lo hacen los superhéroes de los comics. Superman que vuela, nosotros no podemos hacerlo, entonces era tratar de reflejar lo que podríamos envidiar del pulpo, quizá la fuerza bruta, la capacidad de nadar, de viajar, de aprender; esa es la parte en donde nosotros no podemos ser como ellos, porque esa es su naturaleza, aun cuando tratamos de imitarlos con la tecnología, esa es nuestra condición humana”.

La investigación sobre los animales transitó por diferentes caminos, otro de ellos fue el de los animales en extinción, como el caso del rinoceronte. El artista recuerda: “cuando estaba investigando sobre los animales en los que quería trabajar, pensé que el rinoceronte es visualmente impresionante, de inmediato dices: ¡wow, qué animal tan precioso y salvaje! Cuando los ingleses llegaron a África, los nativos se referían a los rinocerontes como ‘Wyd’, queriendo decir wild, sin embargo escuchaban como si dijeran white, entonces se le quedó el rinoceronte blanco, aun cuando no era un rinoceronte blanco, y así quedó el nombre de esta especie. Éste lo pinté justo antes de que se extinguieran. Coincidió”. El trabajo de Víctor tiene la intención de ser un poco una referencia a las especies que van desapareciendo. “Parte de la idea de la serie es que sean como las monografías o las biografías que nos pedían en la primaria, esas pequeñas estampitas, pero en un formato grande [para que puedas apreciar su majestuosidad], por eso se llama Territorio de Wyd. También tiene que ver con la apropiación del territorio [la explosión demográfica nos ha orillado a ocupar espacios de naturaleza de ellos]”. Más adelante muestra de entre sus cuadros un elefante que forma parte de la serie y que al ir de frente se amagó. Se le ve arrastrando la trompa en la Tierra, como signo de que quiere atacar, dice Víctor que está furioso porque los seres humanos lo tratan de invasor por entrar a una granja y tratar de destruirla, cuando en realidad nosotros nos apropiamos de su territorio e invadimos su hábitat natural. 

IV.

“Después aparece la ‘mosca’, esa que está en todos lados y puede volverse una pesadilla, ¡a quién le agrada ver que se pose una en el pastel!”. Esos cuadros –explica– son de 1.80 x 1.50, “lo que hice fue jugar con la proporción, quise que fuera una moscota, para mostrar cómo un animal tan pequeño te puede causar tanto ruido. Se trata también de un contexto más urbano”. A partir de ese momento su trabajo pasó a ser una crítica a la modernidad, se centró en la dinámica urbana, en mostrar postes de luz, sombras, puentes peatonales. Su trabajo también empezó a ser menos agresivo y armónico, incluso más amable, como de quien hace la paz con el mundo –dice– pero sin perder el gusto por el dinamismo y la experimentación: “me encanta la idea de la luz, la noche, la melancolía, el registro del tiempo, de la gente transitando edificios, que bien puede ser Nueva York o el centro de la Ciudad de México”. Algunos de los nuevos cuadros fueron dibujos realizados con acuarela, tinta china y litografías, incluso hay algunos trabajos monocromáticos o en serigrafía. 

Uno de los cuadros preferidos de Víctor León se titula: La Mancha Urbana. Lo explica a partir del contraste entre el universo infinito que existe por arriba de nosotros y nuestro quizá insignificante lugar en el espacio: “quería plantear cómo somos una cosa de nada, cómo la mancha urbana va creciendo, pero arriba hay mucho más que nuestra humanidad y no nos alcanza el entendimiento para comprender todo lo que hay en el universo [la mancha urbana va creciendo horizontalmente, pero somos un microcosmos ante la inmensidad del universo]. Varios de los registros de la urbe son en gran formato bajo influencia de Anselm Kieffer [1945]”. En otros cuadros realizados durante esta misma época, se puede observar parte del distribuidor vial cuando se empezaba a construir, los moldes, o los grandes tubos y columnas de concreto. Son obras que juegan con las perspectivas, con el color y con la composición, incluso con la luz de los automóviles y el caos que crean en la ciudad. 

Finalmente, esta parte de la conversación terminó cuando sacó de su librero un altero de bitácoras que, aunque personales y sin haber sido expuestas, son parte fundamental de su obra. Se trata de bitácoras de viaje, cierto tipo de apuntes y de notas, proyectos, ideas, todo plasmado en bellos dibujos de colores y trazos a diferentes tintas. Algunos incluso, son el storyboard de proyectos en video que piensa filmar en algún momento, pero que por sí solos tienen invaluable calidad como objetos de arte. También son diarios dedicados a su hija Tamara en sus primeros meses de vida en que, recuerda, todo era llorar, comer y dormir; o a su compañera Karla, en sus largas noches de desvelo alimentando a su hija. Son trabajos personales e íntimos llenos de imaginación con un alto valor por su forma de observar el mundo que lo rodea y convertir esto que mira, en arte.

V.

La otra parte de su trabajo está dedicada a la educación especial como profesor de arte. Esta labor inició cuando la directora de la escuela [María Antonieta Sánchez Paredes] en donde trabajaba como profesor de educación física, le propuso construir un taller de arte. Sucedió en el Centro de Atención Múltiple Número 15 de la Secretaría de Educación Pública, ubicado en Naucalpan, y dedicado a la atención de diferentes discapacidades. Explica que se les llama talleres laborales dedicados a formar a los estudiantes para la vida y el trabajo, en los que él como artista plástico les enseña técnicas de dibujo, pintura al óleo y serigrafía. Define el proceso como laborioso y es descrito de la siguiente manera: “yo trabajo con chicos, jóvenes que tienen entre 15 y 22 años, que permanecen 4 años conmigo, son 4 módulos [la intención es que en ese tiempo desarrollen sus habilidades]. Trabajamos por competencias llamadas ciudadanas, que tienen que ver con autonomía, independencia e interacción social; y las básicas que son competencias de comunicación, de pensamiento matemático y del uso de la tecnología. Además de las competencias laborales, que, en este caso tienen que ver con la serigrafía, con aprender la técnica, pero también con habituarse al trabajo; que soporten una carga horaria de 8 horas, respeten turnos, etc. Se trabaja de manera transversal la comunicación, el pensamiento matemático y todo lo que mencioné, a través de la expresión y apreciación artística. La comunicación principalmente, es el área de oportunidad de estos jóvenes, por lo que en el arte pueden organizar su pensamiento, pues el arte es comunicación. Algunos alumnos no logran la lectoescritura, o no tienen habituación al trabajo o no socializan, siempre van de la casa a la escuela y viceversa, esa es su vida. La idea es crear un espacio en donde potenciemos sus habilidades y que se desarrollen visualizando un área laboral en la que puedan integrarse”.

Los alumnos a los que Víctor León se refiere tienen diferentes discapacidades, por lo tanto, tienen diferentes ritmos de aprendizaje: “porque no es lo mismo trabajar con un chico sordo que con un chico con discapacidad intelectual, que implica diferentes niveles de compromiso cognitivamente. Es decir, con los chicos autistas se trabaja de una manera específica, con consignas cortas; con los chicos Down de otra manera y con los chicos que tienen una discapacidad intelectual más comprometida ya se vuelve muy complejo porque hay que hacer una planeación que responda a las necesidades de cada uno de ellos. Al final todos somos creativos, desde el chico Down que hace un estilo más radical, más inmediato, estereotipado del monito de bolitas y palitos; a un chico autista que tiene la capacidad de crear, de imaginarse cosas, de ser minucioso; o un chico sordo que hace una mimesis de la realidad impresionante, te puede copiar lo que quieras. Tienes todos esos niveles en un solo grupo. Es interesante porque además siempre parto de los intereses de nuestros jóvenes y eso hace que los proyectos fluyan. Por ejemplo, les digo, vamos a hablar de la figura humana y entonces les pregunto: tú cómo concibes el cuerpo, desde qué, desde dónde, desde la historia, desde lo físico, desde los sentimientos. Y entonces los voy introduciendo a las emociones o al diseño [realizando ejercicios de dibujo, pintura, apoyándose del internet y de los libros, para contextualizar a los jóvenes en su proceso creativo]. Vas detonando que ellos hagan conciencia de sí mismos, es mucho esta reflexión del autoconocimiento”.

Para Víctor otra parte fundamental del trabajo de estos alumnos es el proyecto de vida en el que se deben visualizar, es decir, qué van a hacer después. “Es una parte muy bonita en la que ellos se reconocen, la idea es reforzar la autoestima también, porque algunos chicos son relegados por su misma condición. Se trata de crear un ambiente en el que se sientan más seguros sin caer en la sobreprotección [tema constante entre los padres de familia y en la comunidad escolar]. Lo que hago es crear acuerdos entre ellos y, sobre todo, el más enfático es el del respeto, porque a partir de eso van a tener la confianza de poder ser plenos y poder tener la confianza de realizar las actividades de acuerdo a sus posibilidades. Entonces, lo interesante de trabajar con ellos es que no caes en los estándares [tradicionales] de creación, pues su espontaneidad prevalece ante todo juicio.

De sus experiencias como profesor, cuenta algunos casos que mostraron grandes talentos artísticos, por su forma de dibujar y de pintar. Un caso excepcional es el de un joven sordo al que incluso han llevado a exponer en la Fundación Sebastián, por el talento que desarrolló en la pintura –cabe señalar que el apoyo de su familia fue fundamental–. Otro caso fue el de una alumna con hipoacusia, con talento natural y una impresionante sensibilidad para el color, explotando esta cualidad en la pintura y logrando dominar esta técnica y siendo remunerable su trabajo, decidió el camino de formar una familia y afortunadamente tiene una vida feliz. 

El proyecto más reciente de Víctor León es formar un grupo de artistas sordos, con algunos de sus alumnos que según dice, “son impresionantes, todos dibujan y pintan con maestría”. Menciona que también quiere hacer subgrupos: el de los sordos, el de los chicos autistas o discapacidad intelectual, y en algún momento fusionarlos: “quiero que cada uno agarre su camino con respecto a su capacidad de crear, pero necesito contar con el apoyo de parte de los papás. Estoy seguro de que podrían formar un colectivo autónomo en su producción artística, siendo un ejemplo a seguir en el tema de la discapacidad”.

La conversación concluyó con una serie de reflexiones sobre las políticas de inclusión y los vicios sociales en este sentido, así como acerca de la necesidad de generar políticas de sensibilización y de creación de espacios laborales, más allá de subsidios y dádivas. “Lo importante es que sean capaces de ganarse lo que les llegue a sus manos. Esperando contribuir con un granito de arena en el tema de discapacidad y arte. Hay que darse la oportunidad de conocer a las personas con discapacidad, son personas impresionantes. Y son eso, son personas, no son ni el angelito, ni el pobrecito. Son personas que tienen un desarrollo diferente al de nosotros y que tienen otras necesidades”.