
Eduardo Tzili Apango / Doctor en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM. Jefe del Área de Política Internacional de la UAM-Xochimilco.
El ochenta aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial ofrece una oportunidad para recordar sus lecciones más importantes. Aquel conflicto no estalló en el vacío, pues fue la culminación de tensiones estructurales no resueltas desde el fin de la “Gran Guerra” europea. Entre ellas, destacaron el extremismo ideológico, la ruptura del equilibrio de poder y el resurgimiento del nacionalismo económico y el proteccionismo.
En 1919, el Tratado de Versalles impuso una paz punitiva en lugar de un acuerdo sostenible, con reparaciones por 132 mil millones de marcos de oro (unos 33 mil millones de dólares de la época) a Alemania. Este enfoque generó el caldo de cultivo para ideologías que prosperaron en el resentimiento y la humillación nacional: el fascismo italiano, el nazismo alemán y el expansionismo militarista japonés. Estos sistemas ofrecieron narrativas simples y dogmáticas a sociedades golpeadas por el desempleo, la fragmentación social y una pérdida percibida de la dignidad nacional.
El equilibrio de poder –factor de estabilidad en el siglo xix– quedó profundamente alterado. Reino Unido y Francia salieron victoriosos, pero debilitados. Alemania quedó políticamente desestabilizada. Estados Unidos se replegó al aislacionismo, a pesar de su posicionamiento entonces como potencia regional. La Unión Soviética pasó de ser un modelo revolucionario a un rival estratégico. Las potencias revisionistas aprovecharon el vacío de poder resultante.
La depresión global de 1929 agravó estas tensiones. La Ley Arancelaria estadounidense de 1930 impuso gravámenes a más de 20 mil productos, y el comercio internacional se contrajo 66 por ciento entre 1929 y 1934 (Petrova, 2025). El proteccionismo reforzó la autarquía y la expansión territorial como sustitutos de la cooperación económica.
En el periodo de entreguerras, la Sociedad de Naciones fracasó en frenar agresiones como la ocupación japonesa de Manchuria (1931), la invasión italiana de Etiopía (1935) o la remilitarización de Renania (1936), enviando al mundo la señal de que el derecho internacional carecía de mecanismos creíbles y eficaces para el mantenimiento de la paz.
Así, es posible afirmar que la Segunda Guerra Mundial no fue una tragedia inevitable, sino el resultado de fallos sistémicos no resueltos. Ochenta años después, ciertos patrones estructurales reaparecen de forma alarmante: pensamiento estratégico de “juego suma-cero”, aumento del gasto militar y retroceso de la globalización. La “mentalidad de Guerra Fría” resurge en la visión de la política internacional como una contienda maniquea entre potencias, especialmente Estados Unidos y China. Esto alimenta la formación de esferas de influencia, bloques de poder y diplomacia coercitiva.
El gasto militar global alcanzó 2.7 billones de dólares en 2024, décimo año consecutivo de crecimiento, según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (sipri, 2025). No solo las potencias tradicionales invierten en armas avanzadas, ciberdefensa y tecnología espacial, sino que también otros países lo hacen, evocando las carreras armamentistas de entreguerras.
En paralelo, el comercio mundial se repliega; la Organización Mundial de Comercio señala que su proporción en el pib global está estancada desde 2008, y la inversión extranjera directa ha caído más de 30 por ciento respecto a los niveles previos a la Recesión Global Financiera (onu Comercio y Desarrollo, 2024; 2025). El “desacoplamiento” de cadenas de suministro y el uso político de sanciones, controles y aranceles erosionan la interdependencia que sustentó la estabilidad económica.
Este escenario recrea un entorno estratégico marcado por la desconfianza, la competencia y una menor cooperación institucional. Por ello, el imperativo de prevenir otro conflicto sistémico es urgente. La historia, y algunos estudios como el paradigmático de Polanyi (2002), muestra que conflictos como el de la Segunda Guerra Mundial surgen cuando ideologías excluyentes, alianzas rígidas y competencia con base en dinámicas de juego suma-cero prevalecen sobre el diálogo y la cooperación.
En esta coyuntura, un número creciente de Estados impulsa iniciativas que priorizan la diversidad, la inclusividad y el compromiso pragmático entre civilizaciones, principios que –si se fortalecen– podrían contribuir a evitar otra catástrofe. China ha presentado varias propuestas en esta línea. En 2023, la Iniciativa para la Civilización Global promovió el respeto a la diversidad cultural y a los valores compartidos de la humanidad. En 2022, la Iniciativa para la Seguridad Global enfatizó la seguridad indivisible, la resolución pacífica de disputas y la oposición a la mentalidad de Guerra Fría. En 2021, la Iniciativa para el Desarrollo Global buscó acelerar la Agenda 2030 mediante cooperación en pobreza, seguridad alimentaria, salud pública y conectividad digital.
Otros marcos multilaterales también ganan relevancia. El brics+ se ha ampliado con miembros de África y Medio Oriente, fomentando la cooperación Sur-Sur en comercio, finanzas y tecnología. La Organización de Cooperación de Shanghái ha pasado de centrarse en seguridad a promover integración económica, conectividad en infraestructura e intercambios culturales. Ambas plataformas muestran que la cooperación inclusiva y flexible puede coexistir con la rivalidad geopolítica.
La Alianza de Civilizaciones de Naciones Unidas impulsa el diálogo interreligioso e intercultural, mientras que la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático defiende su “centralidad” para evitar el dominio de un solo actor en la seguridad y la economía regionales. Estas instancias resisten la lógica polarizadora de “el que no está conmigo, está contra mí” y apuestan por marcos abiertos que reconozcan la diversidad política y cultural.
Mantener la paz y el desarrollo global en un contexto de competencia entre grandes potencias requiere fortalecer deliberadamente estas plataformas. Ello involucra ampliar su alcance temático para enfrentar desafíos transfronterizos que no pueden resolverse de forma unilateral, como el cambio climático, las pandemias o la gobernanza digital. Además, esto supone reforzar las capacidades institucionales para supervisar, mediar y resolver disputas, así como integrar la cooperación para el desarrollo en la construcción de medidas de confianza.
En última instancia, el valor estratégico de los mecanismos antes mencionados, u otros arreglos internacionales similares, no radica solo en contrarrestar el dominio de las grandes potencias, sino en construir sólidas redes de confianza, interdependencia y solución compartida de problemas. En el siglo de la multipolaridad, estas cualidades pueden ser más decisivas que la “política de poder” para evitar colapsos sistémicos y garantizar que la competencia se mantenga dentro de los límites que imponen la seguridad humana y la prosperidad colectiva.
La ética subyacente a estas iniciativas –léase: que ningún modelo único de gobernanza, desarrollo o seguridad puede imponerse en un mundo altamente diverso– ofrece un contrapeso vital a la lógica excluyente que históricamente ha impulsado conflictos entre grandes potencias. Más allá de la mera disuasión, una paz sostenible exige una arquitectura para la construcción de medidas de confianza. Si no aprendemos las duras lecciones del siglo xx, podríamos estar condenados a revivirlas en el xxi, esta vez con consecuencias aún más profundas.

Referencias
ONU Comercio y Desarrollo (2024). La reconfiguración del comercio mundial: Cómo los países en desarrollo pueden elaborar estrategias. UNCTAD (Ginebra), 29 octubre 2024. Disponible en: https://unctad.org/es/news/la-reconfiguracion-del-comercio-mundial-como-los-paises-en-desarrollo-pueden-elaborar [Consulta: 12 agosto 2025].
_______________________ (2025). La inversión extranjera directa mundial cae por segundo año consecutivo, planteando graves retos para los países en desarrollo. Comunicado de prensa – UNCTAD (Ginebra), 19 junio 2025. Disponible en: https://unctad.org/es/press-material/la-inversion-extranjera-directa-mundial-cae-por-segundo-ano-consecutivo-planteando [Consulta: 12 agosto 2025].
Petrova Georgieva, V. (2024). Las amenazas de guerra y el Trump de los años 1930. ibero Prensa. Universidad Iberoamericana Ciudad de México. Disponible en: https://ibero.mx/prensa/las-amenazas-de-guerra-y-el-trump-de-los-anos-1930 [Consulta: 12 agosto 2025].
Polanyi, K. (2002). La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo. Fondo de Cultura Económica.sipri (2025). Unprecedented rise in global military expenditure as European and Middle East spending surges. Press release Stockholm International Peace Research Institute, 28 April 2025. Disponible en: https://www.sipri.org/media/press-release/2025/unprecedented-rise-global-military-expenditure-european-and-middle-east-spending-surges [Consulta: 13 agosto 2025].