Veredas. Revista del Pensamiento Sociológico

Traducido del francés por Arturo Anguiano / Doctor en Ciencias Sociales por la Université de Paris Panthéon-Sorbonne. Profesor investigador, Departamento de Relaciones Sociales, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Libro reciente: Rehacer el mundo. Abajo y a la izquierda (2020). México: UAM-Terracota.

* Este texto se publicó como prefacio del libro Kafka, Welles, Benjamin: éloge du pessimisme culturel (2019). Orange: Editions le Retrait. 

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El pesimismo cultural (Kulturpessimismus) tiene mala prensa. El término aparece a fines del siglo diecinueve para designar una actitud, un estado de ánimo, una Stimmung de recelo respecto a la modernidad, y de crítica al capitalismo, el liberalismo y el industrialismo, compartido por toda una corriente de la cultura alemana de los años 1890-1933. ¿Puede reducirse a manifestaciones nacionalistas, racistas y antisemitas preparatorias del advenimiento del Tercer Reich? Tal es la tesis sostenida, con gran erudición, por Fritz Stern en su obra «clásica», El pesimismo cultural como peligro (1961) –título de la edición alemana- que estudia los escritos de tres eminentes representantes de la «revolución conservadora» alemana: Paul de Lagarde, Julius Langbehn y Moeller van der Bruck. Esos tres autores son ciertamente nacionalistas reaccionarios –y los dos primeros antisemitas destacados– y sin duda sus trabajos, entre otros, han nutrido la ideología nacionalsocialista.1

1 Stern, Fritz. Kulturpessimismus als politische Gefahr, Eine Analyse nationaler Ideologie in Deutschland (1986). Munnich: DTV.

¿Pero pueden considerarse representativos de toda la corriente pesimista cultural? De hecho, el Kulturpessimismus, del que Friedrich Nietzsche es una de las principales referencias filosóficas, es un estilo de pensamiento mucho más amplio, que cubre un variado abanico político e intelectual de la Mitteleuropa. El pesimismo cultural resignado (résigné) es uno de los más importantes: incluye a escritores como Thomas Mann, sociólogos como Ferdinand Tönnies y Max Weber, o a filósofos como Oswald Spengler. 

Mucho más falso sería identificarlo con el antisemitismo, pues existe, en la cultura germánica de esta época, un pesimismo cultural judío, representado, entre otros, por escritores como Stefan Zweig y Joseph Roth. 

Si bien comprende un polo conservador o reaccionario, no deja de existir en Europa central un pesimismo cultural de izquierda, representado frecuentemente, es verdad, por pensadores judíos. Basta mencionar a Franz Kafka, Walter Benjamin, o a la Escuela de Frankfurt. También se pueden encontrar equivalentes en otras culturas o continentes: Orson Welles podría ser un ejemplo. 

 Se trata aquí de un pesimismo revolucionario que no tiene nada que ver con la resignación fatalista, y mucho menos con la variante reaccionaria y prefascista del pesimismo cultural, porque es inseparable de ideas libertarias. Su preocupación no es el «declive» de las élites, o de la nación, sino las amenazas que el progreso técnico y económico promovidos por el capitalismo hacen recaer sobre la humanidad, o la dominación impersonal y asesina de los aparatos burocráticos.

Franz Kafka, Orson Welles y Walter Benjamin representan tres variantes muy distintas de ese pesimismo cultural de izquierda. En Der Prozess, el pesimista Kafka,  quien tenía simpatías anarquistas, pone en evidencia al poder mortífero de los «aparatos» y la incapacidad de los individuos de resistir, víctimas de su sumisión voluntaria. Pero la conclusión de la novela es asimismo un llamado a la revuelta. La película2 de Welles comparte ese diagnóstico, incluso si lo formula en otro lenguaje, y la conclusión, que parece sugerir una guerra atómica, está lejos de ser optimista. En fin, Walter Benjamin, quien había leído con una atención infinita los escritos de Kafka, había sido golpeado por «la ausencia de esperanza» de los acusados de El Proceso. Su variante de pesimismo cultural, como veremos, se reclama a la vez del comunismo y del anarquismo, y se propone, en una perspectiva revolucionaria, «organizar el pesimismo», precisamente para evitar la llegada del pessimum

 2 Citizen Kane (1941) (nota del editor).

¿Era exagerado ese pesimismo de izquierda ? ¿Paralizante, inspirador del miedo? En lo que concierne a Kafka y Benjamin, hay que considerarlos más bien como «vigías» («avertisseurs d’incendie»), que han tenido intuición, a veces con una lucidez impresionante, sobre las catástrofes que se avecinan. Es verdad que no pudieron preveer Auschwitz o Hiroshima: no eran suficientemente pesimistas…

Ese pesimismo cultural de izquierda, ¿es hoy actual a la luz de la catástrofe ecológica que avanza a grandes pasos, o del ascenso espectacular de gobiernos de extrema derecha, o fascistizantes, en el planeta? ¿No hace falta, a pesar de todo, compensar el pesimismo de la razón con el optimismo de la voluntad, como proponía Antonio Gramsci (citando a Romain Rolland)? A los lectores corresponde sacar sus conclusiones…



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