Veredas. Revista del Pensamiento Sociológico


Alfredo Martín Olguín Pérez* y César Jerónimo Hernández Morales** / *Antropólogo Social por la Universidad Autónoma Metropolitana. Maestro en Sociología Rural y Doctor en Ciencias Agrarias por la Universidad Autónoma Chapingo. **Sociólogo y Maestro en Estudios Políticos y Sociales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Doctor en Ciencias Agrarias por el Departamento de Sociología Rural de la Universidad Autónoma Chapingo. Sus áreas de investigación: Ecología Política, Estudios Agroalimentarios y Sociología de la Discapacidad.

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El objetivo del artículo es analizar los elementos que permitieron la creación de una alternativa agroalimentaria y cadenas cortas de comercialización en VIDA A.C., y cómo mediante la organización, los cafeticultores minifundistas aumentaron sus capacidades y las formas en que influyeron en su territorio para el desarrollo local. El estudio se realizó desde el enfoque teórico de Redes Agroalimentarias Alternativas y la investigación-acción. Se obtuvo que la organización se vinculó con instituciones públicas y privadas que potencializaron su visión; analizaron la riqueza de su territorio y transitaron hacia la cafeticultura agroecológica, logrando certificar cultivos orgánicos dentro de lo que denominaron “cafetal comestible” como parte de su soberanía alimentaria. Constituyeron así, circuitos cortos de comercialización con consumidores nacionales e internacionales. Ante la inercia global alimentaria, VIDA lucha por la defensa de su territorio, la cultura campesina agroecológica y por mantener relaciones sociales más equitativas tanto al interior como al exterior de sus comunidades.


Introducción

Este artículo aborda el caso de una de las alternativas agroalimentarias contemporáneas, específicamente se presenta la experiencia organizativa de una red de pequeños productores de café en el estado de Veracruz, México, partiendo de la tesis de que dicha organización tiene elementos suficientes para ser considerada como una red agroalimentaria alternativa al sistema agroalimentario global. El contexto en el que surgen fenómenos organizativos como éste, tanto en regiones cafetaleras como en otras áreas de la producción agrícola, es resultado de la marginación y exclusión que los canales convencionales de los circuitos globales de producción-distribución-consumo alimentario han impuesto a los pequeños productores en las últimas décadas.

El artículo analiza los factores que inciden en el surgimiento de una alternativa agroalimentaria y cadena corta de comercialización en VIDA A.C. y cómo, mediante la organización, los cafeticultores aumentaron sus capacidades y las formas en que han impactado en su territorio para el desarrollo local. Todos los datos que se presentan en el presente artículo son resultado de una investigación que abordó el caso de una organización de cafeticultores desde el enfoque de las Redes Agroalimentarias Alternativas (Di Masso, 2012; Monachon, 2017), las cuales surgen en el contexto de la globalización agroalimentaria que devino del proceso de liberalización de los mercados internacionales de los alimentos hace más de tres décadas. La investigación tiene un enfoque teórico-práctico y se encuentra delimitada principalmente en el municipio de Ixhuatlán del Café, aunque también abarca los municipios de Amatlán de los Reyes y Cosautlán de Carvajal, en el centro del estado de Veracruz.

El contexto general de la investigación son las transformaciones sociales y políticas que dieron forma a la reestructuración de los sistemas económico y político a nivel global, y que devinieron en el surgimiento de nuevos modelos de dominación conocidos genéricamente como políticas neoliberales (Hernández Morales, 2014). No obstante, la reestructuración del capitalismo hacia una fase de organización global para la recomposición de las tasas de ganancia en un contexto de crisis crónica de acumulación (Harvey, 2004), promovió al mismo tiempo la emergencia de nuevas experiencias de lucha y resistencia que también impactaron al campo agroalimentario.

Las nuevas formas de organización, resistencia y construcción alternativa en el particular campo agroalimentario –lo que genéricamente denominamos como las Redes Agroalimentarias Alternativas– son amplias y heterogéneas. Empero, el caso que aquí se presenta es caracterizado como una forma de Red Agroalimentaria Alternativa de una región cafetalera en busca de soluciones tanto agroecológicas como de comercialización al margen de las grandes cadenas que monopolizan el sistema global de alimentos.

A lo largo de este trabajo se mantiene una visión crítica sobre la globalización del sistema agroalimentario contemporáneo; tal categoría de análisis es, como se describe en el primer apartado, una ramificación que da continuidad al desarrollo del sistema capitalista en su fase global tendiente al monopolio y a la homogeneización tanto de la producción como del consumo agroalimentario. A partir de este contexto general es posible aseverar que de la propia globalización agroalimentaria emergen procesos de construcción de alternativas económicas, políticas, sociales y culturales, organizadas en lo que se conoce como Redes Agroalimentarias Alternativas y Cadenas Cortas de Comercialización. Dichas categorías ayudan a comprender el estudio de caso junto con la revisión documental e histórica del contexto socioeconómico en que surge la organización de cafeticultores minifundistas. La investigación práctica se llevó a cabo mediante la investigación-acción y algunas técnicas de la etnografía, como son: trabajo de campo, observación participante y la aplicación de 45 entrevistas semiestructuradas para complementar el análisis de la investigación.

Se continua con el contexto histórico de la cafeticultura en la región principal de estudio y el surgimiento de la Asociación Civil, Vinculación y Desarrollo Agroecológico en Café, destacando la sistematización agroecológica del cafetal que resultó en lo que denominaron ‘cafetal comestible’, como parte de su estrategia en seguridad y soberanía alimentaria e iniciando una cadena corta de comercialización internacional. Se describen la riqueza y potencialidades de su territorio, y su sistema de producción diferenciada, de acuerdo al proceso organizativo que en dicho territorio se ha venido desplegando. Así, para finalizar el estudio de caso, se analizan las fortalezas y los retos que el proceso organizativo y de transformación agroecológica han generado en la región, subrayando la importancia de la participación de las mujeres y el reto de fortalecer la autonomía como organización de cafeticultores minifundistas en la región.

Situación actual de la globalización agroalimentaria

A pesar de que la agricultura desde hace más de siete mil años ha venido estructurando la relación sociedad-naturaleza permitiendo el surgimiento de las civilizaciones humanas, desde mediados del siglo XX, dada la reestructuración que ha venido atravesando desde entonces, este impacto ha sido cada vez más devastador tanto en lo ambiental y económico, como en las esferas sociales y políticas.

Después del auge del capitalismo norteamericano en los años que siguieron al término de la Segunda Guerra Mundial, nació un nuevo tipo de agricultura enmarcada en los cauces de la racionalidad instrumental moderna conocida comúnmente como Revolución Verde. Con este nuevo régimen de apropiación de la naturaleza (Leff, 2004), con capacidad para modificar rápidamente las condiciones biofísicas de los ecosistemas, también ha devenido en la pauperización de las sociedades rurales de los países dependientes, en la degradación de los territorios agrícolas del mundo y en una irreparable pérdida de saberes campesinos.1

El actual sistema de producción, distribución y consumo de alimentos, es una forma de reproducción del sistema capitalista a expensas de la salud de la humanidad y del entorno biofísico del planeta (Hernandez & Renard, 2018). Dicho sistema está diseñado para generar gigantescas ganancias económicas por medio del control de los alimentos.2 Además, se caracteriza por el poder desmesurado de los monopolios agroalimentarios, quienes especulan en todos los eslabones de la cadena para fortalecer sus posiciones de poder en el capitalismo mundial. En este contexto, los pequeños y medianos agricultores, los campesinos y pueblos originarios de todo el orbe, quedan a menudo fuera del mercado global, o bien, insertos en una lógica mercantil que sólo los expolia. Hoy, los agricultores no pueden tomar decisiones sobre las formas en que producen, las semillas que cultivan, ni en sus formas de vida tradicionales. Por ello, en la actualidad la gran mayoría de las estratos sociales más pobres del mundo son los pequeños agricultores de subsistencia.3

1 Friedmann y McMichael han subrayado que desde finales del siglo XIX, las distintas formas de pequeña producción comenzaron a ser desplazadas (1989: 106).
2 Según datos de Oxfam, en un mundo con 7 billones de consumidores de alimentos y 1,5 billones de productores, menos de 500 empresas controlan el 70 por ciento de la oferta mundial de alimentos. Las “Diez Grandes”, es decir las empresas más poderosas de la industria alimentaria a nivel mundial, ingresan anualmente más de 450.000 millones de dólares, que equivalen al PIB de todos los países de bajo ingreso en su conjunto (Oxfam, 2013).
3 Tanto América Latina, Asia y África, contribuyen a la seguridad alimentaria global. Son los continentes que producen más alimentos que los requeridos por sus poblaciones, pero al mismo tiempo en esas  mismas regiones, sobre todo rurales, se localizan la mayoría de personas con hambre en el mundo. De acuerdo a La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) de  2016.

Este contexto de globalización agroalimentaria en curso, ha sido también analizado como una forma de gobernanza global (Busch & Bain, 2004), un proceso que  se acompaña de nuevas formas de organización para la gestión del sistema (Hatanaka & Busch, 2008) que, como ya hemos mencionado, crea oligopolios transnacionales de distribución de alimentos que hoy dominan el sistema agroalimentario global a costa de una mayor devastación ecológica, empobrecimiento de los campesinos, pequeños y medianos productores, creando paradójicamente desnutrición, malnutrición y dependencia alimentaria.

En síntesis, en el presente artículo nos referimos a la globalización agroalimentaria ya que desde hace algunos lustros se ha venido construyendo un Sistema Agroalimentario Global (SAG) que funciona como un sistema articulado a escala planetaria, dominado principalmente por los “imperios alimentarios” (Van Der Ploeg, 2014: 13) que tienen el control sobre la producción, la transformación, la distribución y el consumo de los alimentos en todo el orbe. En la globalización agroalimentaria se establecen líneas de comunicación y negociación tanto para la producción como para el consumo, donde los grandes actores tienen la libertad de elección para elaborar acuerdos de comercialización, aunque estratégicamente buscan regiones y actores sociales a modo para sacar ventaja de las relaciones asimétricas de poder, reduciendo siempre costos y maximizando ganancias. No es casualidad que muchos de los centros de producción se encuentren esparcidos por diversos países en desarrollo (sur global), mientras que los poderosos inversionistas y consumidores se encuentran concentrados en los países desarrollados (norte global).

Los principales actores de la globalización agroalimentaria son las empresas transnacionales, quienes cuentan con poder económico y político que aumenta sus capacidades de acción a nivel mundial y en todos los niveles. Además, los medios tecnológicos y de información con los que cuentan les permiten tener un panorama general de lo que está aconteciendo tanto en el mercado como en el campo financiero, lo que les permite concebir las mejores estrategias para tomar las decisiones adecuadas en el momento más preciso.

Las transnacionales buscan las condiciones idóneas tanto políticas como sociales para aumentar sus beneficios. Por ello, otro de los aspectos presentes en la globalización agroalimentaria es la constante negociación con los gobiernos nacionales, quienes a menudo se encuentran debilitados antes de las negociaciones, dada la enorme capacidad económica de las transnacionales agroalimentarias en una economía mundializada. Así, los gobiernos nacionales llegan a convenios de inversiones en su territorio con el objetivo de “modernizar sus economías” a cambio de la sobreexplotación del trabajo y la naturaleza, así como la masificación del consumo de productos a menudo dañinos para la salud humana. Los actores que complementan la cadena agroalimentaria en el sistema agroalimentario global son las organizaciones de productores y los consumidores que intentan defender los derechos elementales pero a quienes, desafortunadamente, se les terminan imponiendo también las formas homogéneas de producción y consumo.

Se trata de un plan político-económico para mantener el control del sistema agroalimentario. “La globalización es un proyecto político que es la respuesta de la clase dominante global y sus aliados, al fordismo y a sus procesos de mayor inclusión de las clases subalternas en la sociedad, política y economía” (Bonanno, 2003: 191). Así, la globalización del sistema agroalimentario es una de las estrategias de reproducción del sistema capitalista, de su ideología basada en la tecnociencia y la industria. Este proceso ha generado la homogeneización tanto de las formas de consumo más superficiales como las más esenciales, incluidas las formas de alimentarse en todo el orbe. Así, una de las estrategias más importantes de los actores hegemónicos del sistema agroalimentario ha sido difundir masivamente rasgos culturales homogeneizantes occidentales para que sean absorbidos por el resto de los pobladores del mundo.

En contraparte, también las estrategias alternativas de producción, distribución y consumo agroalimentario han ido ganando terreno tanto en términos cuantitativos como cualitativos. Hoy es posible encontrar por doquier tanto experimentos y propuestas de transformación como experiencias y sistemas alternativos de producción, distribución y consumo de alimentos bien estructurados y en marcha. Estas formas alternativas se han enfocado principalmente en la producción agroecológica4 y el “consumo alternativo” con características de circuitos cortos que entrelazan la producción rural local con los consumidores urbanos interesados en consumir y alimentarse también de maneras más autónomas. Estas formas de organización alternativa al sistema globalizado han experimentado un crecimiento importante desde la década pasada (Hernandez & Renard, 2018).

4 La agroecología es “la ciencia que se basa en los principios ecológicos para el diseño y manejo de sistemas agrícolas sostenibles y de conservación de recursos. El sistema incorpora principios biológicos y los recursos locales para el manejo de los sistemas agrícolas, proporcionando a los pequeños agricultores una forma ambientalmente sólida y rentable de intensificar la producción en áreas marginales” (Altieri, 2001: 28).

Estas nuevas formas de producir, distribuir y consumir alimentos han trascendido al encontrar interés en el ámbito del consumo urbano alternativo –denominado a menudo como “consciente”, “verde” o “responsable”, sólo por mencionar los adjetivos de mayor uso–. Estos cambios en las formas y estilos de consumo hacia formas que genéricamente podríamos denominar como “no-convencionales”, poco a poco se van fortaleciendo como una tendencia que influye tanto en la producción agrícola como en los sistemas de distribución de alimentos como la que analizaremos en este artículo. Estas formas de asociación entre productores y consumidores pueden identificarse conceptualmente como Movimientos Agroalimentarios Alternativos (MAA), aunque en el ámbito de la producción-consumo tienden a tomar la forma de organización en red, por lo cual en adelante nos referiremos a estas particulares prácticas como Redes Agroalimentarias Alternativas (RAA).

Apuntes sobre el enfoque teórico y metodológico

En este apartado se explicarán los componentes teóricos que ayudan a entender la globalización en el sector agroalimentario, la influencia de poder que ejercen las corporaciones en el mercado, por el dominio y control de las cadenas agroalimentarias así como las alternativas que han surgido como respuesta ante un modelo abiertamente excluyente, del cual el caso aquí expuesto es un ejemplo empírico.

Los cafeticultores tradicionales, pequeños productores familiares, han tenido que enfrentar una embestida de precios a la que muchos no han logrado sobreponerse, abandonando el cultivo del café en busca de otras estrategias de sobrevivencia al margen de su cultura y su historia familiar y comunitaria. Como se mencionó anteriormente, las distintas oleadas de Revolución Verde han encabezado una guerra franca contra los sistemas agrícolas tradicionales, creando todo un nuevo modelo de gestión de la tierra y de la forma en que se producen, distribuyen y consumen los alimentos.

Ante este panorama, como se ha señalado, en los últimos años han surgido formas alternativas de organización para la producción, distribución y consumo de alimentos. Estas nuevas prácticas –aunque heterogéneas y por momentos un tanto difusas– pueden caracterizarse como un movimiento sociopolítico contemporáneo en el sentido de que comparten una lectura crítica del modelo agroalimentario, de la imposición de los intereses de las grandes compañías transnacionales por encima de la producción tradicional, del daño ecológico y de la salud de millones de personas (Hernandez & Renard, 2018).

Los actores organizados han creado formas de sobrevivencia inmediata que a menudo toman la forma de red entre productores y consumidores basados en la calidad, sin olvidar la necesidad de contar con una plataforma de emancipación política y defensa de sus intereses, como el caso de la organización de cafeticultores que aquí abordamos. Este fenómeno es conocido conceptualmente como Redes Agroalimentarias Alternativas (RAA) experiencias enfocadas en fortalecer y estrechar el vínculo entre los que producen los alimentos y quienes por decisión propia prefieren optar por un consumo alimentario externo al sistema convencional del SAG.

Las RAA son una forma de organización que, por la vía de los hechos, se han propuesto reconstruir tanto la relación sociedad-naturaleza a través de la aproximación agroecológica a los sistemas de producción de alimentos, como la forma en que las sociedades contemporáneas se organizan para la distribución y el consumo alimentario.

A pesar de su relativa novedad, los estudios sobre sus orígenes, problemáticas y alcances, ya se han abordado desde el pensamiento teórico y conceptual desde hace más de una década. Conceptualmente, las RAA han sido definidas en la literatura especializada tanto de la sociología rural contemporánea como desde los recientes estudios de la sociología de los alimentos (Di Masso, 2012; Barbera et al., 2014; Renard, 2014; Constance et al., 2014; Monachon, 2016). A menudo, diversas experiencias organizativas entre productores y consumidores se han considerado sin distinción como formas de RAA; sin embargo, en todos los casos se han destacado las cuestiones particulares de cada fenómeno estudiado, resaltando con ello la enorme diversidad operacional de esta novedad del campo agroalimentario (Renard –coord.–, 2016; Murdoch et al., 2000).

De manera condensada, las RAA han sido bien analizadas por Sánchez J. L. (2009: 188), quien las definió:

Como los mecanismos, sistemas, circuitos o canales de producción, distribución y consumo de alimentos que se fundamentan en la re-conexión o comunicación cercana entre productor y consumidor, que articulan nuevas formas de relación y gobierno de la red de actores y que estimulan una distribución del valor más favorable a los productores originarios.

Sánchez citado en Monachon, 2017: 113

Es a partir de esta definición que el caso estudiado en este artículo puede entenderse en el marco de los estudios de las RAA, aunque complementándose con la implementación de una metodología de investigación.

En primera instancia se realizó una revisión documental e histórica sobre la organización de cafeticultores minifundistas5 que accedieron al comercio alternativo de una RAA a fin de conocer la información que pudiera ser relevante para esta investigación. En una segunda instancia, la aproximación al caso se realizó a través de un enfoque de investigación-acción, por medio de la cual fue posible acceder tanto a una revisión documental sobre la organización, como a la historia contada por sus actores (Rapoport citado en McKernan, 1996).

5 En México, el 50% de la población rural no posee tierra y vende su fuerza de trabajo; el otro 40% son minifundistas dentro de la economía de subsistencia y sin financiamiento para el sustento de su producción comercial (Robles, 2007). La cafeticultura, en su mayoría es trabajada por minifundistas, el 10% tiene entre tres y cinco hectáreas; el 15% entre una y dos; el 69.4% tenía menos de una. El 95% de caficultores tiene menos de cinco hectáreas y concentran el 79% del territorio cafetalero, mientras que el 21% de fincas, es del 5% de cafeticultores latifundistas (AMECAFÉ, 2011).

La investigación continuó con la aplicación del método etnográfico y sus técnicas como: el trabajo de campo, la observación directa y participante del medio físico y sociocultural. Se aplicaron 45 entrevistas semiestructuradas tanto al personal administrativo –consejo de administración, gerente, contador, etc.– y operativos –cafeticultores, despulpadores, morteadores y tostadores–. Con ello fue posible acceder a tener una “visión cultural holística, tanto émica como ética” (Álvarez & Jurgenson, 2003: 337) por su carácter esencialmente empírico, descriptivo y analítico.

Lo que llevó a conocer en la teoría y la práctica, la diferenciación y calidad del café, la diversificación de sus productos y estrategias de comercialización en cadenas cortas, las cuales son formas de comercialización alternativas al SAG, caracterizadas no sólo por su cercanía geográfica, organizacional y social, sino también por una relación directa, honesta, solidaria, que genera la confianza entre productores y consumidores, evitando al mínimo a los intermediarios en sus convenios comerciales de productos que contienen el sello distintivo de procesos agropecuarios sustentables, agroecológicos y orgánicos (FAO, 2016).

Con dicha metodología se logró conocer los sistemas de producción agroecológica y los cambios en la agricultura, en la vida sociocultural y economía familiar, principalmente en las comunidades de Plan de Ayala, Guzmantla, Crucero, Zacamitla, Ixcatla, Opatla, Ocotitlán, San José de los Naranjos, Presidio, Potrerillo, Ixviontla, Moctezuma, la Tranca y Álvaro Obregón del municipio de Ixhuatlán del Café, en la región cafetalera de Huatusco. Aunque también se extiende a la comunidad de Cruz de los Naranjos del municipio de Amatlán de los Reyes, en la zona cafetalera de Córdoba. Además, de las comunidades de Limones, Naranjales, Piedra Parada, San Miguel Tepexcatl del municipio de Cosautlán de Carvajal, en el área cafetalera de Coatepec. Lugares en los que se sitúan los cafeticultores minifundistas que forman parte de la Asociación Civil “Vinculación y Desarrollo Agroecológico en Café” (VIDA A.C.), organización que cuenta con un total de 786 asociados, de los cuales 369 son mujeres y 417 hombres dispersos por todo el centro del estado de Veracruz, México.

El contexto histórico de la cafeticultura en la región
cafetalera de Huatusco

El contexto histórico de la cafeticultura en la región cafetalera de Huatusco, Veracruz, ayuda a comprender los acontecimientos que sucedieron en las diferentes regiones cafetaleras del país y, en particular, el ambiente socioeconómico que enfrentaron los caficultores de las diferentes comunidades de la zona, en específico de Ixhuatlán del café.

  En etapas anteriores a la intervención estatal en la cafeticultura y durante la etapa del Instituto Mexicano del Café (INMECAFÉ), los pequeños productores se habían limitado a ser proveedores de materia prima en pequeña escala para particulares, pero en mayor proporción para el Estado mexicano. Dicho contexto perduró durante más de tres décadas hasta el fin de los convenios internacionales y el cierre total del Instituto gubernamental que controlaba la cafeticultura en 1991 (Díaz, 1996).

A finales del siglo XX, en los diferentes territorios cafetaleros tanto a nivel nacional como a nivel estatal y regional, se generalizó la incertidumbre por la pérdida de control estatal y la desregulación en la cafeticultura, así como por la apertura del libre mercado que impulsaba el modelo económico neoliberal que estaba acorde al proceso de globalización o mundialización de la economía (Aguirre, 2005).

Dichos acontecimientos tuvieron un fuerte impacto en los pequeños productores de café en la región de Huatusco, Veracruz, donde los precios del café se fueron a la baja, ya no había quien subsidiara los costos de producción, las familias no podían depender económicamente sólo del café, por lo que muchos decidieron emigrar –sobre todo jóvenes– a las principales ciudades del país, mientras otros tantos emprendieron su viaje en busca del “American Dream” (Olguín, 2017). Los huertos de café permanecieron al cuidado de las mujeres y los ancianos, y los jóvenes que quedaron se dedicaron a vender su fuerza de trabajo en el campo o en las pequeñas ciudades más cercanas. Dichos acontecimientos provocaron poco a poco el desarraigo de los jóvenes de la cafeticultura, reproduciéndose en menor medida el relevo generacional.

Al no depender económicamente de la cafeticultura la actividad se fue rezagando y gradualmente la producción agrícola fue cambiando hacia productos más rentables –principalmente caña de azúcar–, o inclusive por productos para el autoconsumo –específicamente maíz y frijol–. Pese a las problemáticas que se habían presentado, la cafeticultura continuó reproduciéndose más por cuestiones culturales que por beneficios económicos, ocupando la mujer un rol de persistencia para la subsistencia del cultivo del café.

Los pequeños productores que dieron continuidad a la cafeticultura, en su gran mayoría continuaron con el rol de proveedor de la materia prima. La cual era acopiada por las empresas privadas, nacionales e internacionales, tales como la Corporación Carabás S.R.L. de C.V.; Cafetaleros de Fortín S.A. (CAFOSA); Cafés Tomari S.A. de C.V. y Cafés Tulipán S.A. de C.V.; la agroempresa estadounidense Farr Man (Díaz, 1996; Rodríguez H., 2013). Estos eran los nuevos actores que habían tomado el control de las cadenas comerciales de la cafeticultura en la región huatusqueña.

Al iniciar el siglo XXI en la región de Huatusco, surgieron organizaciones de pequeños productores que se establecieron formalmente bajo una figura jurídica, la mayoría ficticias, pues tenían como fin la obtención de recursos federales, ya que el Estado mediante sus instituciones implementaba sus políticas públicas de asistencia social para el campo, llevando a cabo un mecanismo clientelar para el control político de los pequeños productores (Olguín, 2017).

En este proceso, quizá lo más relevante fue que al mismo tiempo germinaron organizaciones de productores autónomas que establecieron su empresa social logrando librarse de los intermediarios, darle un valor agregado a su producto y ascender en la cadena comercial de la cafeticultura. Por medio de la acción colectiva6 adquirieron recursos públicos para la adquisición de su infraestructura y el proceso del café, obteniendo desde café pergamino y verde/oro7 para el mercado internacional, como café tostado8 y molido para el mercado nacional.

6 “La acción colectiva tiene un objetivo social establecido y compartido por las personas que lo ejecutan, que autorregulan al grupo, la defensa de sus intereses (económicos, políticos, territoriales)… esta acción debe ser voluntaria (…)” (Jiménez & Ramírez, 2010: 704-705).
7 A través del beneficiado húmedo y mediante despulpadoras ecológicas, se desprende el mucílago del café cereza, quedando el grano húmedo llamado pergamino. El cual pasa al beneficiado seco, ya que se pone a secar en zarandas o asoleadero hasta obtener una humedad del 11%. Posteriormente se procede al trillado del pergamino o cascarilla (endocarpio), quedando el llamado café verde/oro (Olguín, 2017).
8 La torrefacción es tostar los granos de café verde/oro para desarrollar la fragancia y el sabor del café. La torrefacción se realiza a altas temperaturas (de 210° a 230°C), de acuerdo a Renard (1993: 17).

Sumado a ello, a principios de la segunda década del siglo XXI los cambios climáticos han sido continuos y más fuertes, lo que permitió que apareciera una mutación del hongo denominado “roya anaranjada” que afectó de manera grave a todos los cafetales de la región, pues las variedades de café tradicionales son muy susceptibles a la adquisición de la enfermedad, lo que provocó pérdidas de más del 30% de los cafetales en todo el estado de Veracruz (Renard & Larroa, 2017). Problemática que agravó las condiciones de vida de los cafeticultores, pues se vieron en la necesidad de renovar sus cafetales pero sin acceso al crédito y descapitalizados nuevamente caerían en crisis social y económica.

El Estado continuó bajo la misma dinámica de clientelismo y asistencialismo social, misma estrategia que replicaron las agroempresas proveyendo a los cafeticultores de paquetes tecnológicos y plantas resistentes a la roya anaranjada –catimores y sarchimores–, que son proclives a la rápida y alta productividad de materia prima y responden a las necesidades de captación del producto de las transnacionales, lo que les permitió maximizar sus ganancias y cumplir sus compromisos con el mercado global.

Las organizaciones de cafeticultores rápidamente entendieron que no tenían la capacidad de competir con las agroempresas, pues no estaban en igualdad de condiciones sino al contrario, muy mal posicionados. Por ello, las organizaciones que buscaron alternativas las encontraron principalmente en las cadenas de comercio alternativo, principalmente del comercio justo (Rodríguez, 2013; Hernández, 2014; Mestries, 2016), tales como la Unión Regional de Pequeños Productores de Café Zona Huatusco, Veracruz S.S.S. (URPPCZH) y  la Coordinadora de Productores de la Zona Centro del Estado de Veracruz S.C. de R.L. de C.V. (CPZCEV) de Huatusco (Olguín, 2017) y la Unión de Productores Sustentables de la Montaña de Ocozaca en Zacamitla, Ixhuatlán del Café (Mestries, 2016). Así, la CPZCEV de Huatusco:

Entre 2009 y 2015 la cooperativa logró éxitos significativos. Obtuvo certificaciones que le avalaron como practicante del comercio justo y productora de café orgánico y diferenciado, lo cual le abrió la puerta de los mercados de especialidad dentro y fuera del país (primero Estados Unidos, luego Francia).

Olguín, 2017: 95

Por otro lado, el café de la región de Huatusco posee condiciones climáticas idóneas para su proliferación, es un territorio donde los pequeños productores en su inmensa mayoría lo cultivan “bajo sombra” y otros tantos lo producen de manera orgánica9 (Hernández, 2014); tal diferenciación y especialización de su producción los llevó a acceder al nicho de mercado internacional. Tales estrategias que han llevado a cabo los pequeños productores les ha ayudado a sortear la competencia y a poder seguir desenvolviéndose en el mercado alternativo, el cual está creciendo a nivel mundial.10

9 La URPPCZH contaba con 300 cafeticultores  orgánicos, mientras  que  la CPZCEV con 140 (Olguín, 2017).
10 El consumo del café en el mundo va en aumento, sobre todo para el café catalogado en suaves lavados, café de especialidad, café bajo sombra, café orgánico, distinguidos por su alta calidad con respecto al café convencional, de acuerdo al Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) de 2016.

Dentro de la región de Huatusco, Veracruz, las organizaciones de productores han tomado diversas estrategias de comercialización, diferenciación y diversificación de sus productos. Una de las organizaciones sociales que ha sobresalido en dicho aspecto es una asociación civil que surgió por el impulso de la organización reivindicativa denominada Unión General Obrero Campesina Popular (UGOCP).  Dicha organización es la Asociación Civil, Vinculación y Desarrollo Agroecológico en Café, VIDA A.C. (Olguín, 2017). Ésta ha promovido la organización social, la solidaridad y el aumento de capacidades técnicas y educativas en los cafeticultores, generando una mayor conciencia en el cuidado del medio ambiente y en la cohesión social, produciendo café con base en los principios de la agroecología, logrando diferenciarse e imprimiendo su sello de calidad, para así obtener mejores ingresos en favor de las familias y las comunidades a las que pertenecen.

Las familias de diversas comunidades se unieron y trabajaron en conjunto como VIDA. A través de las prácticas campesinas y experiencias de trabajo colectivo lograron vincularse con instituciones públicas y privadas que los apoyan en cuestiones educativas, administrativas, operativas, organizativas, etcétera; promoviendo con ello el desarrollo social y local, pero sobre todo la implementación de la agroecología no sólo como una forma de producción sino como una forma más integral de vida entre el ser humano y la naturaleza que le rodea. 

Como resultado del trabajo de VIDA, las formas de producción agroecológica se han implementado en comunidades de Ixhuatlán del Café, donde cada vez más, pequeños productores se han sumado al proyecto, sobresaliendo la participación de las mujeres. Quienes se unieron a este objetivo cuentan además con lo que ellos denominan ‘Cafetal comestible’, donde se encuentra un sistema agroalimentario diversificado, pues también se localizan productos de autoconsumo y plantas medicinales para la salud.

La organización ha crecido y su sistema de producción se ha extendido a los municipios de Amatlán de los Reyes y Cosautlán de Carvajal, en el Centro de Veracruz. Como se abordará más adelante, el rol de la mujer es fundamental en la cafeticultura y en la organización, ya que se ha pretendido visibilizar el trabajo femenino y el empoderamiento de la mujer en el desenvolvimiento colectivo; inclusive han registrado su marca nacional con el nombre de ‘Femcafé’ representando a las mujeres pertenecientes a la organización. 

Al mismo tiempo, en el proyecto de transformación hacia el sistema de producción agroecológico han influido instituciones académicas e investigadores de prestigio como el Dr. Glessman apoyado en la Community Agroecology Network (CAN)11 –por sus siglas en inglés–, que tienen como objetivo la seguridad y la soberanía alimentaria en el campo, mediante el “control de los medios de producción y poder político para tomar decisiones sobre lo que comen, cómo se produce y cómo se comercializa” (VIDA A.C., 2018).

11  La Red de Agroecología Comunitaria (CAN) es una red internacional comprometida con el mantenimiento de los medios de vida y el medio ambiente rurales, mediante la integración de la investigación, la educación y las estrategias de desarrollo informadas localmente. Disponible en: https://ugr.ue.ucsc.edu › CAN

En el mismo sentido, la continuidad del proyecto dio origen a la creación de una cadena corta12 y alternativa de comercialización a través de un modelo comercial denominado AGROECO, el cual:

Opera bajo principios de participación y transparencia. La Red CAN, los tostadores estadounidenses, el importador, las organizaciones de productores y los agricultores se sientan en la mesa de negociaciones para traer el café de México y Nicaragua a los Estados Unidos. Hemos garantizado un precio más alto que el Comercio Justo, y la compra de cada libra contribuye a un fondo de Agricultura Sostenible y un Fondo para el Trabajo de Mujeres No remuneradas, cuyos ingresos proceden de la inversión colectiva de los agricultores.

Idem

12 Los miembros de la organización denominan a este proceso como “comercio directo” (Illescas, 2020). Entrevista realizada por Olguín, A., 26 de noviembre de 2020.

El trato que se estableció concluyó en que el 70% de la venta para la exportación del café pergamino sería para los productores, mientras que el 30% restante se fragmentó de manera proporcionada en: 10% para gastos operativos y administrativos, 10% para un fondo social sostenible, 5% para actividades de mujeres y jóvenes, 5% para la agroecología (Illescas, Olguín y González, 2022). 

Cualidades de la región y potencialidades
del territorio cafetalero

La región cafetalera de Huatusco se encuentra enclavada en las inmediaciones de la cordillera de la Sierra Madre Oriental, entre los volcanes Pico de Orizaba y Cofre de Perote, los suelos están formados por luvisoles, andosoles, cambisoles; su fisiografía es de sierras y lomeríos. De acuerdo a la Asociación Mexicana de la Cadena Productiva del Café (AMECAFE) de 2011. Es decir, su geología es de origen volcánico. La región es considerada una de las mejores regiones cafetaleras del país según el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) de 2010.

La región cafetalera de Huatusco pertenece al catalogado Bosque Mesófilo de Montaña (BMM) –zona tropical húmeda– considerado de gran relevancia debido a la portentosa biodiversidad que alberga y por los diversos servicios ambientales que ofrece a sus habitantes. En dicho territorio se encuentra una cultura arraigada a la agricultura diversificada, principalmente comercial basada en el café y la caña de azúcar desde la época de las haciendas (Córdova, 2005).

La mayoría de productores minifundistas de la región utilizan sistemas de producción que van desde los policultivos tradicionales hasta los comerciales, al mismo tiempo también se utiliza, aunque en menor medida, el sistema rusticano –sustitución de plantas arbustivas por matas de café–. Por otro lado, los latifundistas utilizan en la región el monocultivo bajo sombra especializada y a pleno sol (Hernández, 2014; Olguín, 2017). No es casualidad que cada vez más, están llegando a la región tostadores de países como Japón y U.S.A., atraídos por los perfiles de calidad y la existencia de microlotes (variedad arábica estrictamente de altura), ya que anteriores compradores insertos en el café orgánico y comercio justo han encontrado calidad y satisfacción (Hernández, 2014).

Ixhuatlán del Café es un municipio donde predomina el cultivo del café y se localiza dentro de la región cafetalera de Huatusco, Veracruz. Territorio de gran biodiversidad, con suelos tropicales fértiles y rica hidrografía por ser parte de la cuenca del río Jamapa, cuenta con bosques de selva y mesófilo de montaña que ocupan 35% de su territorio, a una altura de 1,350 metros sobre el nivel del mar, con alta pluviometría (1,700 ml/año), está dotado de condiciones naturales ideales para el cultivo del café, principal cultivo desde fines del siglo XIX, con las variedades Criolla, Borbón y Mundo Novo, muy apreciados por sus cualidades de aroma y sabor (Mestries, 2016).

La organización de pequeños productores con manejo agroecológico del cafetal se extiende por varias zonas del corredor cafetalero de las Grandes Montañas. En la cuenca del río Jamapa se ubican en Amatlán de los Reyes y en Ixhuatlán del Café. Pertenecientes a la cuenca del río la Antigua se localizan en Cosautlán de Carvajal. Todos dentro del Bosque Mesófilo de Montaña (BMM), caracterizado como un ecosistema que alberga una gran biodiversidad, habitan aproximadamente el 10% de la flora y la fauna existente en todo el país en una superficie relativamente reducida  (A-Paso A.C., Conecta Tierra A.C. & VIDA A.C., 2016).

Origen del sistema agroecológico cafetalero y diversificación de la producción

En 2001, una vez que los cafeticultores minifundistas de la región se aliaron a investigadores del campus Centro Regional Universitario de Oriente (CRUO), perteneciente a la Universidad Autónoma Chapingo (UACh), y
aplicaron la metodología de la Investigación Acción Participativa (IAP) –que más adelante denominaría la comunidad como “investigación acompañante”–, se llevó a cabo el primer diagnóstico comunitario de la cafeticultura en la región, el cual consistió principalmente en determinar la biodiversidad de los territorios en diferentes localidades de los municipios señalados y en medir la cantidad de materia orgánica sobre el suelo.

Dicho proceso arrojó información importante para las comunidades. Se realizaron cromatografías –análisis físicoquímico del suelo– de los que se obtuvieron perfiles y un diagnóstico de la fertilidad del suelo. Al mismo tiempo, se evaluó la conformación del paisaje cafetalero, entre laderas y planicies, así como su relación con la calidad del café; se descubrió que donde se habían hecho resiembras se encontraba un nivel alto de erosión donde se propuso realizar resiembras por bloques sobre terraza, para evitar dicho proceso perjudicial. También se midió la cantidad de humedad que proporcionaba la diversidad de plantas para determinar el control de plagas, y se calculó la sombra alta, media y baja, considerando los tipos de arbustos que la proporcionaban, encontrando que la erosión era poca donde había sombra diversificada por estratos.

Además, durante este diagnóstico que sirvió como fundamento para el desarrollo de la organización comunitaria, se revisaron las diversas variedades del café existentes en las fincas y se detectaron las diferentes variedades del café arábico: Criollo o Typica, Bourbon, Mondo Novo y Garnica, variedades que proporcionan una muy alta calidad en taza. De igual manera, se localizaron árboles tradicionales propios de cada  territorio, otros maderables y frutales, plantas comestibles, medicinales y ornamentales. En el proceso, los cafeticultores minifundistas redescubrieron que “de cierta manera ya éramos agroecológicos por el trabajo y los saberes que los abuelos habían mantenido en sus parcelas” (Palma, 2020). [Entrevista realizada por Olguín, A., 27 de octubre de 2020]

 El autodiagnóstico comunitario, sumado a la vinculación con otros actores –como profesores universitarios, estudiantes y miembros de otras organizaciones de cafeticultores– logró que los cafeticultores tradicionales de la región comenzaran la realización de composta in situ y abonos foliares. De esta manera, las organizaciones comunitarias encaminaron sus prácticas productivas hacia un sistema de cafetales agroecológicos, entendiendo al cafetal como un sistema de producción diferenciado.

La calidad del café de la región se encuentra tanto en las variedades como en la biodiversidad del territorio, la comprensión de esta riqueza ha permitido que las comunidades sigan conservando el Bosque Mesófilo de Montaña (BMM) bajo el sistema de cafetal agroecológico. Cada día los pequeños productores han profundizado sus prácticas agroecológicas, agregando a sus antiguas prácticas la importancia de las compostas y otros abonos biológicos para proporcionar minerales y nutrición a los suelos, dando continuidad a las cadenas alimenticias microbiológicas existentes en la tierra. El proceso avanzó de manera lógica hacia la ampliación de la diversidad en las parcelas cafetaleras hasta lograr más de veinte alimentos integrados al cafetal, tales como plátano y velillo, naranjas, aguacate, chinene, jinicuil, nuez de macadamia, limones (persa y naranja), quelites, citlales, flor de izote, duraznos, guayabas, capulín, níspero, nanche, pomarrosa, hongos, tepejilotes, berenjenas, chirimoyas, zapotes, a lo que se le denominó como “cafetal comestible” más plantas medicinales y ornamentales –ello gracias a la conservación de abejas de diferentes familias, incluida la melipona–, además de árboles frutales y maderables, lo cual les ha permitido obtener productos tanto comerciales como para el autoconsumo, permitiendo la gobernanza local y la seguridad y soberanía alimentaria. Con ello, las comunidades organizadas pretenden conservar el paisaje, proporcionar servicios ambientales y culturales en lo que llaman “nuestros territorios” (Illescas, 2020). [Entrevista realizada por Olguín, A., 2 de octubre de 2020]

En sentido contrario a estos avances, la realidad del cambio climático creó las condiciones idóneas para la aparición del hongo de la roya anaranjada que afectó a gran parte de los cafetales. Ante este escenario, las partes de cafetales que se perdieron con la enfermedad se replantearon con variedades de calidad en taza, como lo son el Geisha y el sarchimor Marsellesa. Por fortuna para los pequeños productores de la región, la biodiversidad del territorio protegió a las variedades tradicionales que resistieron la enfermedad. Además, algunos cafeticultores aumentaron la producción en microlotes de café de especialidad como el Bourbon amarillo, los cuales alcanzan un sobreprecio (600 pesos por kilo) en el nicho de mercado alternativo.

Tras años de trabajo bajo el sistema del cafetal agroecológico, los productores organizados decidieron entrar al proceso de certificación orgánica, obtenida por parte de la Certificadora Mexicana de Productos y Procesos Ecológicos (CERTIMEX) desde el año 2013. Gracias a los procesos en la finca, al utilizar tan sólo abonos naturales o biológicos y no tener ningún tipo de basura sintética dentro de los cafetales, desde ese año los cafeticultores de la región han logrado obtener un mayor beneficio económico al integrarse al mercado de productos orgánicos. Con precios que van desde 270 hasta 600 pesos por kilo de café, de acuerdo al nivel de calidad. Mientras que el precio por kilo de café convencional regional oscila entre 100, 140 y 200 pesos, de acuerdo a su calidad.

Otra práctica importante del sistema de producción diferenciado es la elaboración de un calendario biocultural del café. Durante el centro de cosecha (noviembre, diciembre, enero) los productores escogen los mejores granos de la variedad de café elegida para el almácigo (marzo-abril) e injerto (mayo-junio) y el trasplante de la plántula (julio-agosto-septiembre). Además se “chapea” de dos a tres veces al año, se poda una sola vez, y se abona el suelo y se hace fertilización foliar a las plantas dos veces por año (Severiano, 2021).

Conjuntamente el procesamiento del café se realiza de manera artesanal, ya que el proceso del beneficio húmedo se lleva a cabo en cada una de las comunidades de la organización mediante despulpadoras ecológicas que no utilizan agua, gracias a que en tiempos de cosecha solamente se corta café cereza maduro, para que la despulpadora trabaje con el jugo del mismo café cereza, por lo demás tal procedimiento hace que se mantenga la calidad del café. El beneficio seco consiste en secar el café despulpado en asoleaderos o zarandas directamente a pleno sol hasta obtener un secado exacto y el pergamino queda con un 11% de humedad, listo para guardarlo en costales de ixtle en tarimas y embodegarlo. Asimismo, los granos deben quedar clasificados por tamaños para que en el tueste se homogenice la cocción. El siguiente procedimiento es pasarlo por una máquina morteadora  (quitarle la cáscara o pergamino al grano) hasta que quede el grano verde u oro, el cual se clasifica por peso y tamaño, mediante cribas, para determinar las diferentes calidades del café, descartando el café manchado y quebrado. Como resultado de este proceso, el café de mayor estándar, ‘calidad europea’ (cribas 17-18) se va de exportación, seguida de la ‘calidad americano’ (cribas 15-16) destinado a la venta nacional.

Fortalezas y retos de los cafeticultores organizados

La movilidad histórica de los cafeticultores trajo un cúmulo de conocimientos y experiencias que ayudaron a planificar el surgimiento y el desarrollo de la organización de cafeticultores VIDA A.C. En este proceso, la red de apoyo académico e institucional ha sido vital para el despliegue de la organización de pequeños productores que mediante reuniones persistentes y consensos decidieron las estrategias ecológicas, culturales, económicas y políticas, que debían seguir a fin de mejorar tanto su calidad de vida como sus procesos productivos integrados a la naturaleza de sus territorios.

El esfuerzo organizativo y su vinculación con otros actores sociales impactaron positivamente en varios sentidos. Con la realización de diversos análisis sobre la biodiversidad del territorio y la conformación del paisaje cafetalero –laderas, planicies y pendientes– en proporción a la calidad de café, los productores organizados rescataron la calidad y la fertilidad de los suelos, la diversidad de la sombra proporcionada por diferentes arbustos –alta, media y baja– al mismo tiempo que reconocieron las diferentes variedades de café que se producían.

Las prácticas de conservación ambiental realizadas por los cafeticultores de mayor edad –abuelos y padres de familia– se revalorizaron y mantuvieron, ya que se decidió continuar con un sistema diferenciado de producción que se encaminó hacia la agroecología. En otros términos, podríamos afirmar que los cafeticultores dejaron atrás la idea de lo cuantitativo a cambio de un nuevo objetivo fijado en la producción cualitativa. A partir de ello se afirmó la importancia del cuidado de la biodiversidad del territorio, lo que conjuntamente les permitió ingresar a los mercados alternativos de calidad, agroecológico, orgánico y de especialidad.

Dentro de lo que se considera, grosso modo como una estrategia cultural, los cafeticultores mantuvieron las prácticas que preservan la biodiversidad del territorio aunado al aprendizaje sobre el manejo agroecológico del cafetal. Comenzando con la realización de compostas para nutrir el suelo y los foliares para nutrir las plantas de café, sistematizaron el proceso de producción y la diversificación de las fincas hasta lograr lo que denominaron el Cafetal Comestible. Cada uno de los grupos situados en las diversas comunidades de los diferentes municipios pertenecientes a la organización VIDA A.C., realizaron la sistematización agroecológica del cafetal creando una fuerte conciencia colectiva que les proporcionó las bases para la identidad organizativa.

En términos generales, la vinculación con organizaciones públicas y privadas de índole nacional e internacional ha fortalecido y mejorado los aspectos productivos  de los cafeticultores organizados en la región. Las capacitaciones sobre el sistema agroecológico han diversificado el cafetal, obteniendo alimentos para el autoconsumo, dejando los excedentes para su comercialización local y el tianguis del trueque que la misma organización ha fomentado en las diferentes comunidades donde se ubican.

La mayoría de los caficultores minifundistas cuenta con pequeñas huertas familiares para autoconsumo, pero para fortalecer dichas prácticas culturales y transgeneracionales, buscaron un proyecto de construcción de seguridad y soberanía alimentaria. La organización gestionó métodos para el desarrollo de ecotecnias ante instancias gubernamentales como cisternas de ferrocemento para la captación de agua pluvial, gallineros, baños secos, estufas ahorradoras de leña y huertas de traspatio, tratando de tener menos dependencia alimentaria e implementando un modelo de vida más sustentable. Además se sistematizó el policultivo en el cafetal, con sustento agroecológico, para fortalecer la soberanía alimentaria (Altieri y Toledo, 2011). Todas, actividades que dan continuidad a la preservación de la economía familiar y a los valores de uso por encima de los dominantes valores de cambio del sistema capitalista (Chayánov, 1974). La estrategia de gestión de recursos –la cual hasta el momento ha sido de provecho– podría revertirse en la pérdida de autonomía en la toma de decisiones. Por ello, este es sin duda un reto importante para los productores organizados en la región. Sin embargo, este reto no tiene una solución sencilla, es un fenómeno al que se enfrentan prácticamente todas las organizaciones comunitarias y de base que logran conformarse como asociaciones formalmente establecidas. La carencia de recursos propios, aunado a la necesidad de lograr beneficios económicos, impone la alianza con sectores gubernamentales que, en ocasiones, buscan acaparar los esfuerzos organizativos de las comunidades para fines políticos personales o de partidos que podrían ir en contra de los intereses de las organizaciones cafetaleras.

Mujeres y economía alternativa
en las comunidades cafetaleras

La estrategia económica de los cafeticultores organizados tuvo como objetivo la obtención de un café de calidad para transformarlo a pergamino. En una región considerada como acopiadora de la materia prima, se logró evitar a los intermediarios nacionales e internacionales que monopolizan la compra del café cereza en la región (Olguín, 2022). Dicha conversión cualitativa llevó a los cafeticultores a constituir la cooperativa Campesinos en la Lucha Agraria, figura jurídica con la cual exportaron su café directamente a EEUU.

El convenio de exportación del café se realizó para la compañía torrefactora “Agro Eco Coffee” ligada a CAN, integrada por investigadores de la Universidad de Santa Cruz California, EEUU. A partir del año 2010 se estableció una relación de compra directa entre productores de Veracruz, México y consumidores californianos. La vinculación con CAN ha fortalecido la soberanía alimentaria y proyectado a los jóvenes a unirse en grupos, difundir sobre su importancia y práctica en las comunidades, rebasado los aspectos estrictamente económicos.

En este proceso, el papel de la mujer cafeticultora ha sido hondamente relevante. En un primer momento, la organización de cafeticultores se centró en el despulpado y secado del café pergamino para su exportación. Esra actividad era considerada más masculina y digna de orgullo. Más tarde, las capacitaciones y constantes reuniones consensuaron la creación de una marca colectiva FEMCAFE, visibilizando el trabajo de la mujer en la cafeticultura y escalando en la cadena de valor al clasificar, tostar y moler café para su comercialización por calidades en el mercado regional y nacional subrayando la importancia del trabajo femenino. Además, se ofreció a la población local el denominado FEMCAFE COMUNITARIO “también reflexionamos y decidimos que nuestra gente, aunque fuéramos pobres en las comunidades, teníamos derecho a consumir alimentos sanos, por eso decidimos ser solidarios ofreciendo un café de calidad a un precio justo, pues debe de haber más equidad e igualdad, más siendo campesinos” (Venegas, 2021). [Entrevista realizada por Olguín, A., 25 de diciembre de 2021]

Por otro lado, el sistema agroecológico del cafetal permitió la diversificación de las plantas y frutos comestibles, que derivaron en diferentes productos alimenticios (salsas, licores, mermeladas, etc.), medicinales (herbolaria, tinturas, aceites), entre otros productos comercializables. Además, se capacitaron en la elaboración de jabones artesanales, medicina naturista y artesanías de café a fin de expandir horizontes laborales, principalmente para las mujeres organizadas. Al mismo tiempo, las mujeres se enfocaron en temas de salud y crearon la marca colectiva “Mujer que sana”, bajo la producción y distribución de productos herbolarios, y subproductos medicinales con la miel, todos comercializados en el mercado regional y nacional. Los productos y subproductos señalados son realizados por mujeres de diferentes comunidades de la organización, de los cuales obtienen el 90% del valor total de venta, ya que el restante 10% se queda para gastos logísticos de la asociación (Olguín, 2022).

La diversificación de alimentos dentro del cafetal les permitió certificar como orgánicos, ocho cultivos: la macadamia, el plátano, el chinene, el aguacate hass, la naranja, el limón dulce, el tepejilote y el café (Illescas, Olguín y González, 2022).  Actividad que los ha llevado a comercializar en mercados de corte alternativo, permitiéndoles tener un sello que garantiza no solamente la calidad de sus productos sino también fomentar su marca colectiva que exalta el trabajo de la mujer en la cafeticultura. El reconocimiento que las comunidades han dado a las mujeres en el proceso de construcción organizativa es una de las mayores fortalezas del fenómeno, ya que más allá de los logros inmediatos en términos productivos o comerciales, modifica positivamente las estructuras sociales y culturales de la región, con una nueva generación de cafeticultores más igualitaria en términos de género.

Conclusiones

La globalización agroalimentaria en curso ha modificado la forma en que el café se produce, distribuye y comercializa en el mundo, dicha reestructuración ha beneficiado a las principales empresas transnacionales del sector en perjuicio de los cafeticultores minifundistas. El caso que se presenta en este artículo es una muestra que pone de manifiesto algunas de las estrategias que los pequeños cafeticultores han tenido que seguir a fin de mantener tanto sus prácticas productivas como su cultura campesina del café. Con este ejemplo queda más de manifiesto que, como enunciamos al inicio de este trabajo, la globalización agroalimentaria crea tanto las condiciones para un desarrollo capitalista en el contexto de crisis de acumulación (Harvey, 2004), como nuevas formas de producción, organización y comercio alternativo al sistema globalizado.

Partiendo de la hipótesis anterior, consideramos que existen elementos tangibles para afirmar que el proceso de fortalecimiento de los actores principales de la globalización agroalimentaria –las empresas globales de distribución de alimentos– va siempre acompañado del nacimiento de nuevos actores que conforman redes de pequeños productores, quienes en un proceso paralelo a la globalización, han ido conformando organizaciones y lazos entre productores y consumidores que construyen cotidianamente nuevos modelos de producción, distribución y consumo de alimentos.

No obstante, es necesario reconocer que las Redes Agroalimentarias Alternativas de cafetaleros veracruzanos, como la que aquí hemos analizado, no cuentan con el poder necesario para revertir un proceso de envergadura global. Sin embargo, al mismo tiempo, han mostrado una inmensa capacidad para transformar los espacios de vida, tanto en el ámbito rural –mejorando los espacios de convivencia entre hombres y mujeres, y entre agricultura y naturaleza– como en los ámbitos urbanos que se benefician de contar con productos de alta calidad alimentaria producidos en sistemas agroecológicos más justos social y ambientalmente.

A pesar de los retos que las organizaciones de cafeticultores tienen enfrente, los logros que hasta ahora han conquistado no son menores considerando el contexto de globalización agroalimentaria en curso. En contra de una tendencia global, los pequeños productores de la región centro del estado de Veracruz, México, han optado por la defensa de su cultura cafetalera y campesina bajo el estandarte de la agroecología, la seguridad y soberanía alimentaria; es decir, por la construcción de sistemas productivos mejor integrados con los ciclos naturales en los que habitan y por establecer nuevas relaciones sociales tanto al interior de las comunidades como fortaleciendo sus vínculos con ámbitos urbanos, académicos, financieros y políticos. En este sentido, quizás la mayor problemática en los próximos años sería mantener su autonomía más allá de las coyunturas políticas. Por un lado, el desafío de mantener y aumentar la comercialización del café sin sacrificar su autonomía no es sencillo y, por el otro, a pesar de que varias décadas respaldan la identidad de la organización, los cambios transgeneracionales en las organizaciones campesinas no son sencillos, sin embargo la solución a estos retos mostrará la fortaleza de sus bases organizativas y comunitarias.




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